COLUMNA- PAREJAS >> Esta es, sin duda, una de las grandes preguntas que la mayoría de las personas casadas se han hecho, al menos, una vez durante su matrimonio. En muchos casos es algo notorio que la pareja ya no tiene más recorrido, pero por regla general los cónyuges luchan contra viento y marea por mantener a flote su relación. Especialmente cuando tienen hijos en común. Es frecuente que la quiebra de la pareja sea evidente para todos menos para los cónyuges implicados.

Existen a lo largo de la vida matrimonial muchas circunstancias que ponen en riesgo la pareja, que hacen que la supervivencia del vínculo se halle en la cuerda floja. En todo caso, no todas las crisis son de ruptura, dado que muchas se pueden superar y en estos casos hasta puede que se reaviven las brasas de la relación. Tampoco hay que tirar la toalla a la primera de cambio.

Existen algunos indicadores inequívocos de que algo va francamente mal, aunque ya sabemos que no hay peor ciego que el que no quiere ver, como les digo. Me preguntaba el otro día una señora si debía firmarle a su marido que la vivienda común era privativa de él. A base de hacerle preguntas descubrí que la habían adquirido, hipotecado y pagado entre los dos, pero él consideraba que, como aportaba más dinero en casa, su dinero iba destinado a la hipoteca, mientras que el de ella servía para pagar los consumos, la comida… es decir, los gastos corrientes que no tienen ninguna contrapartida. Obviamente le dije que no firmara, pero no me ha vuelto a llamar, pues me dio la impresión de que la señora ya tenía tomada la decisión de hacer lo que fuera, con tal de salvar su matrimonio; sin embargo, estoy segura de que en este caso la firma de las capitulaciones matrimoniales propuestas por el esposo vendrá seguida, sin solución de continuidad, por una demanda de divorcio. A veces se huele el desamor a kilómetros.

Es imposible recomponer un jarrón de porcelana, como tampoco se puede rehacer una pareja en la que se haya faltado al respeto al otro

Las generalizaciones son por lo general injustas, pero es más común que las mujeres decidan divorciarse porque ya no aguantan a sus maridos, que por la existencia de terceros en discordia. En cuanto a ellos, muchos de los que quieren dar el paso tienen ya un plan B perfectamente organizado, al que están prestos a saltar en cuanto dejen a su actual señora. Lo podríamos llamar “modelo Tarzán”, por lo de ir saltando de liana en liana. No deja de ser curioso que muchos quieran salir de una relación de pareja establecida porque se sientan -dicen- presos de ella y acto seguido inicien otra parecida con otra persona con idéntico modelo de relación, en lugar de aprovechar las ventajas de la soltería. Por atractiva que se presente esa nueva pareja, al cabo de seis meses se convierte en otro marido, o mujer.

Hay casos en que el desgaste de la pareja ya no tiene vuelta atrás. Es imposible recomponer un jarrón de porcelana, como tampoco se puede rehacer una pareja en la que se haya faltado al respeto al otro. Esa línea no se puede cruzar jamás. Hablo de algunos como los relativos a la violencia física o verbal hacia la pareja, sus hijos o familiares directos, las infidelidades, u otras formas de deslealtad, en cualquiera de sus manifestaciones.

La buena noticia es que hay otra vida después del divorcio, en la mayoría de los casos sin duda mucho mejor que la que traía la persona que ha decidido separarse.

Nadie tiene la potestad para indicarle a otro si se ha de divorciar o no. Una sola vez, a lo largo de mis años de ejercicio profesional, le he dicho a una persona de manera tajante “te tienes que divorciar”, y fue porque concurrían unas circunstancias terribles, de las que era necesario que mi clientese distanciara urgentemente, por su salud mental.Consideré este consejo como una obra de caridad. En general,también el abogado se debe abstraer de pronunciarse respecto de si procede o no el divorcio, aunque le pueda resultarmuy tentador hacerlo y sea parte de su negocio llevar demandas de divorcio. En mi opinión es una cuestión de ética, puesto que se trata de una decisión personalísima. No conviene inmiscuirse porque ya se sabe que, entre marido y mujer, nocabe ni un alfiler.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *