COLUMNA- COSAS DE LA VIDA >> Los sentimientos parecen hoy en día más espontáneos que nunca y, sin embargo, más escurridizos e inmediatos también. Algo te debe suscitar algo, te debe gustar o no gustar. En eso consiste un diario construido en base a la realidad virtual de un mundo monetizado, y nos hemos acostumbrado a ello. Lo han implantado como parte del final de una experiencia. Así, ir a unos grandes almacenes culmina con la pregunta: En una escala del 1 al 10, ¿cómo considera que han sido nuestros servicios?
La idea avanza, y poco a poco se ha incrustado en el plano más personal: calificar nuestros sentimientos, vernos obligados a desarrollar alguno y encontrarlo y llamarlo por algún nombre es casi una norma. ¿Cómo te sientes en una escala del 1 al 10 en el trabajo, con tu pareja, en cuanto a tu salud?
Cada vez más neurocientíficos están explorando la enorme importancia que tiene este ‘sexto sentido’ y su relación con el cerebro para explicar enfermedades físicas. ¿Estamos ante un nuevo paradigma?
A pesar de esta presencia omnipresente de infinitas escalas de “me gusta” como parte de todos los niveles de escalas habitables, tales calificaciones todavía desconciertan a los científicos en la actualidad porque son totalmente subjetivas y, por lo tanto, se cree que no tienen una relevancia y precisión claras. Por todo ello, han tardado en hacer un balance de estas encuestas, hasta ahora.
Un estudio de tres décadas
Un nuevo estudio publicado el 3 de octubre en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’ (PNAS) constata que los sentimientos humanos se pueden expresar numéricamente con precisión y tienen más poder predictivo sobre cómo nos comportamos que los estudios formales de factores socioeconómicos como el ingreso familiar y el estado laboral.
Durante la investigación, sus autores encontraron que las calificaciones en torno a la idea de satisfacción con la vida tenían una relación lineal directa con las acciones que las personas realizan posteriormente. Pero, ¿cómo llegaron a esta relación? Pues para ello, el profesor de economía y ciencias del comportamiento en la Universidad de Warwick, Andrew Oswald y otros compañeros de este, recopilaron información en tres grandes conjuntos de datos de casi 700.000 personas en Alemania, Australia y el Reino Unido.
Durante un período de tres décadas, a los participantes se les fue preguntando de forma anual cómo se sentían en una escala numérica. Finalmente, utilizando todos los datos recopilados, los investigadores construyeron modelos estadísticos para mostrar cómo se sentían las personas y las acciones que tomaban como resultado de sus sentimientos.
Unos números “inventados” muy significativos
Resulta que los participantes que calificaron su satisfacción laboral con una nota de 2 sobre 7, por ejemplo, tenían un 25% de probabilidad de dejar su trabajo en cuestión de meses. Mientras tanto, los que calificaron su satisfacción laboral con un 6 de 7 tenían solo un 10% de probabilidad de renunciar.
Lo mismo sucedió con otras dimensiones como la pareja, la salud y la vivienda: aquellos que calificaron sus matrimonios de forma más baja tenían más probabilidades de divorciarse, y aquellos que calificaron su salud de manera positiva tenían menos probabilidades de enfermar.
No es la primera vez que la ciencia se acerca a esta realidad. Ya investigaciones anteriores habían sugerido que los datos sobre los sentimientos predicen los resultados humanos, puesto que durante determinados experimentos sociales encontraban que el grado de satisfacción o la falta de ella servía como un buen predictor de acciones futuras.
Por ejemplo, un estudio publicado en 2001 en el ‘American Journal of Psychiatry’ encontró que aquellos que calificaron numéricamente su vida con puntuaciones bajas tenían un mayor riesgo de suicidio en un margen de 20 años. De la misma forma, otro estudio publicado en 2012, encontró que la satisfacción con la vida en la adolescencia se correlaciona con mayor posibilidad de vivir una vida adulta más sustentada con ingresos significativos.
En palabras de Andrew Oswald, profesor de economía y ciencias del comportamiento en la Universidad de Warwick y coautor del estudio: “Estos números ‘inventados’, en realidad, contienen una gran cantidad de información, aunque no sabemos cómo los humanos logran que sus mentes establezcan estas relaciones”.