<strong>En un caos delirante, Argentina vivió la mayor fiesta popular de su historia</strong>

Argentina vivió la mayor fiesta popular de su historia en un marco de descontrol y confusión sólo posible por la alegría más homogénea del último par de generaciones.

Ningún político pudo capitalizar a más de 5 millones de personas movilizadas espontáneamente. La grieta se vivió en las redes entre los dirigentes y periodistas afines, pero no en la calle. La gente se conectó de manera mágica únicamente con los jugadores que ganaron la Copa del Mundo.

Los millones de argentinos que coparon las calles de la Capital y alrededores sólo estaban ocupados por ver al menos un pedazo de cara de Messi. La inmensa mayoría no pudo hacerlo pese a esperar durante horas bajo el sol. Pero la gente no perdió la paciencia y siguió buscando por toda la Ciudad el mejor espacio para interceptar a la Selección.

Los noticieros, que suelen poner el énfasis en si funciona el Metrobus, debieron mostrar las paradas usadas como plataformas para esperar a los campeones sobre la 9 de julio. Pero no lograron salir del pantano de desinformación que rodeó a todo el evento.

La confusión permanente sobre el itinerario de la caravana de La Scaloneta hizo colisionar procesiones que tenían el dato de que el colectivo pasaría por la Lugones contra quienes creían que lo haría por la 25 de mayo, la Casa Rosada o el Paseo del Bajo.

Miles de personas se movían de manera repentina tras recibir algún tweet o Whatsapp con aparente nueva información. La esperanza de ver a los jugadores en persona no se perdió hasta pasadas las 5 de la tarde, cuando los helicópteros sobrevolaron la Rosada y el Obelisco.

Pese a que desde tierra firme no se distinguía si en las aeronaves viajaban los campeones o sólo un efectivo de Prefectura, la gente lloró y cantó.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.

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