Entre las muchas consignas que supo inmortalizar el tres veces presidente de la Argentina Juan Domingo Perón, destaca particularmente aquella que reza: “gobernar es crear trabajo“. Buscaba en su época el líder justicialista consolidar la concepción de una comunidad organizada alrededor de la inclusión en el mercado laboral formal.

Su época era la de la industrialización por sustitución de importaciones y los sindicatos únicos por rama de actividad. La armonía entre empresarios y gremialistas nucleados en dos confederaciones (CGE y CGT) bajo la mediación de un Estado fuerte y protagonista era el postulado peronista por excelencia.

Desde aquel entonces, el mundo cambió de manera sustantiva y Argentina también. El movimiento obrero organizado sigue existiendo pero se extiende en el presente sobre menos de la mitad de la población económicamente activa. La otra mitad (un poquito más) se encuentra ahora en la informalidad, con vínculos intermedios (monotributistas, autónomos, etc.) o, lisa y llanamente, desempleada.

“El movimiento obrero organizado sigue existiendo pero se extiende en el presente sobre menos de la mitad de la población económicamente activa”

La globalización y la tecnología cambiaron sustancialmente al capitalismo desde la era de la revolución industrial. De allí, las nuevas realidades: movimientos sociales, cooperativas y fábricas recuperadas en la base de la pirámide y emprendedorismo, home office y volatilidad en los sectores medios y los profesionales independientes. Y también se consolida la tendencia creciente de excluidos del sistema, sujetos pasivos de la inversión social y las acciones asistenciales.

Semejante tembladeral del mercado de trabajo tuvo enormes impactos en la política y en los electorados. Cambió la oferta y la demanda. Cada elección es la prueba de ello. Los dirigentes deben hacer esfuerzos mayores para conciliar propuestas globales con la segmentación de la sociedad. Y han constatado que, aunque salga bien en la etapa electoral, no existen garantías de que se traduzca exitosamente en la gestión, como señalan las experiencias de gobierno de Cambiemos y el Frente de Todos. En los últimos años la recuperación postpandemia en materia de empleos se conjuga con mayores niveles de flexibilización laboral: el Monotributo creció un 16% respecto a diciembre de 2019, el empleo privado continúa amesetándose, y el empleo público y los asalariados de casas particulares se mantuvieron relativamente estables.

La informalidad y la flexibilización laboral crecen en el mercado de trabajo.

Sobre llovido, mojado: la inflación le gana a los salarios

Los salarios continúan siendo afectados por la persistencia de la inflación en niveles superiores al 6%, pues, a pesar de la reapertura paritaria y de la renegociación de buenos acuerdos a nivel particular, caen en términos reales para todos los segmentos. Si bien desde mediados de 2021 comenzaron a acelerar su crecimiento nominal (para intentar acompañar el incremento de precios), no lo hicieron de manera suficiente.

En septiembre, el salario privado registrado medido por el INDEC creció apenas 5,8%, frente a un IPC que rondó el 6,2% mensual. Durante la gestión de Alberto Fernández no se ha podido recuperar la pérdida del 20% sobre los ingresos reales sufrida en el mandato de Mauricio Macri y se han visto deteriorarse más aún los ingresos de los trabajadores informales.

La “doble Nelson” que preocupa (y ocupa) a Cristina 

En este contexto, el foco del Ministerio de Economía se encuentra puesto en mantener estable la economía en una especie de “velocidad crucero” con la nominalidad corriendo en torno al 6 (y pico) por ciento. La necesidad de ajustar las cuentas fiscales y la administración rigurosa de los dólares que entran vía el nuevo esquema de importaciones (SIRA) generarán un menor nivel de actividad.

A esto se le suman los problemas asociados a la sequía, con un fuerte golpe a la campaña triguera y mucha incertidumbre en lo que respecta a la cosecha gruesa. Ya comienzan a verse síntomas de caídas en la industria y la construcción, escasean los dólares y la demanda de empleo posiblemente comience a ralentizarse arrastrando con ella la dinámica salarial.

La menor disponibilidad de dólares implica mayores niveles de inflación o, al menos, que no empiecen a desacelerar los precios como espera el Gobierno que hagan. En síntesis, el empleo y los salarios se verán afectados por una “doble Nelson”: ajuste en la economía y menor disponibilidad de divisas para la actividad.

Sin dudas, la vicepresidenta Cristina Kirchner advierte las consecuencias políticas de esta situación para el Frente de Todos en general y para ella en particular. Una administración peronista puede excusarse de muchas faltas pero no de la pérdida de ingresos de los trabajadores. De allí, sus últimos movimientos intensificando mensajes para obtener sumas fijas y aumentos adicionales en ayudas estatales, fijación de precios de la canasta de alimentos y acciones que impidan, según su diagnóstico, dejar que las ganancias “se las queden cuatro vivos”.

Los salarios pierden contra la inflación y sube la tensión en el Gobierno.

Más allá de la efectividad técnica de estas medidas en la presente coyuntura, queda claro que intenta compensar la paciencia de sus votantes y ofrecerles un estímulo para perseverar en la adversidad. Eso explica la apelación a los “años de la felicidad” (2003-2015) y también los movimientos en modo candidata.

No es tan relevante ahora saber si su nombre estará en una boleta electoral el año próximo, sino comprender que ha decidido no delegar esta vez la lapicera en nadie para afrontar la batalla por los votos. Sabe que se juega entera su suerte en esa contienda.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.

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