En un estudio de Barracas, detrás de un portón que alguna vez resguardó una vieja fábrica, Mariano Cohn y Gastón Duprat trabajan en su proyecto más ambicioso. Con un equipo de más de 30 personas, la película reúne 16 historias autónomas, cada una con su propio estilo, todas interpretadas por Guillermo Francella. El rodaje, que se extenderá por locaciones en Argentina e Italia, busca capturar la esencia local con una mirada que trascienda fronteras. Se estrenará en cines en agosto de 2025 y luego estará disponible en Star+.
Cada historia de Homo argentum, concebida como múltiples “minipelículas”, se adentra en las contradicciones de la Argentina contemporánea con humor, ironía y emoción. Francella será el encargado de caracterizar a cada uno de los protagonistas: desde un cura villero, un multimillonario, un “arbolito”, un director de cine exitoso, un chef, un pibe del fútbol con problemas, un padre enfrentado a un dilema moral hasta un político de alto rango. “Son personajes que cualquiera podría reconocer, tu primo, tu amigo, alguien de la vida cotidiana, pero todos enfrentados a encrucijadas que los transforman en el centro de estas historias”, explica Duprat.
“Nos inspiramos en las grandes películas del cine italiano que retrataban las contradicciones de su tiempo con humor, sátira y crítica social”, explica Cohn. “Eran historias independientes que, en conjunto construían algo más amplio. Eso quisimos adaptar a la Argentina de 2024, con personajes cotidianos enfrentados a dilemas contemporáneos que inviten a reflexionar sin juzgar, conectando humor, crítica y emoción”.
“Cada historia tiene su propio tono y estilo, pero juntas logran un retrato de lo que somos como sociedad, en nuestras luces y sombras. Hacer esto es titánico: cada segmento tiene un ritmo y lenguaje visual único, lo que hace que sea una experiencia distinta tanto para el público como para quienes trabajamos en ella”, agrega Duprat.
Para los directores, el pilar del proyecto es el talento camaleónico de Francella. “Es como hacer muchas películas en una sola. Guillermo tiene un talento único para moverse entre la ironía, la sensibilidad y la sátira. Eso era clave para lograr el tono que buscábamos”, concluyen.
La metamorfosis
A las siete de la mañana, Guillermo Francella llega puntual al estudio de Barracas para comenzar su transformación. En maquillaje y caracterización, el equipo trabaja durante horas para convertirlo en el personaje que interpretará ese día: cabello recogido en un rodete, tatuajes en el cuello, cadenas doradas y un aro brillante en su oreja derecha. Cada detalle lo define. “Cada personaje tiene su propia estética y energía. El maquillaje no es solo un accesorio; es parte del alma del personaje”, comenta uno de los técnicos.
El proceso, sin embargo, va más allá de lo físico. “Hay personajes que requieren horas de caracterización, pero el verdadero desafío no es el maquillaje, sino cómo piensa, habla y se mueve cada uno”, dice Francella.
Para los directores, estas transformaciones son clave para la autenticidad de la película. “No es solo cambiar un vestuario. Cada personaje tiene un mundo interno distinto. Guillermo logra que el público vea personas diferentes, no al mismo actor disfrazado”, afirma Cohn. Duprat agrega: “Es un actor que transforma lo externo y lo interno, algo esencial para un proyecto como este”.
En el set, se recrea una autopista porteña. Una camioneta SUV suspendida sobre plataformas hidráulicas domina la escena. Alrededor, pantallas LED proyectan un fondo de edificios coloridos y autos desdibujados por la velocidad, un paisaje típicamente porteño similar a bajada de la autopista a la altura de la Villa 31. “Cada set está diseñado para ser inmersivo y auténtico. Queremos que la tecnología sirva al relato, no que lo opaque”, señala Cohn.
Francella, con el guion en mano, repasa la escena con los directores antes de subirse al auto. El silencio en el set es total cuando se escucha: “¡Acción!”. Desde fuera, los diálogos son inaudibles, pero los gestos de Francella transmiten la tensión de su personaje. Las tomas se repiten hasta que todo es perfecto. “Estas escenas, aunque parecen simples, requieren precisión absoluta entre actuación y efectos visuales. Guillermo siempre está a la altura. Tiene una capacidad única para equilibrar emoción e ironía. En cada toma entrega algo único”, concluye Duprat.
El motorhome
Son las cinco de la tarde, Francella lleva 10 horas en el estudio. Sale a la calle a tomar un descanso, se dirige a su motorhome, estacionado sobre la calle a pocos metros. El trailer, sencillo por fuera, tiene su toque personal adentro: paredes de machimbre, una mesa pequeña y un banderín descolorido de Racing colgado en una esquina. Aún vestido como el personaje del día, ajusta su cadena de oro con una medalla de San Benito y se acomoda para charlar con LA NACIÓN.
–Llevás varias semanas de rodaje. ¿Cómo viene el trabajo?
–Son días largos. Diez horas de rodaje más una de almuerzo, y al final quedás agotado. A veces no alcanza y acumulamos para el día siguiente. Pero vale la pena porque el proyecto es impresionante. Hoy terminamos temprano porque mañana grabamos en la selva, pero el ritmo es intenso.
–Interpretás todas las historias. ¿Cómo nació la idea?
–Todo empezó cuando Duprat y Cohn me preguntaron qué quería hacer. Les hablé del cine italiano de la época dorada, que tanto me marcó: Monicelli, De Sica, Dino Risi… Les mencioné Los monstruos y Los nuevos monstruos, esas mini historias dentro de una unidad mayor. Les gustó la idea y empezaron a escribir.
–¿Te involucraste más allá de la actuación?
–Siempre. No es que me dan el guion y actúo, sino que participo en las discusiones y decisiones creativas. Desde el primer día estuve dando mi opinión y trabajando en los detalles.
–¿Qué podés contar de los personajes?
–Son 16 historias distintas. De unas 40 ideas eligieron quedaron estas, y me propusieron interpretarlas todas. Es un desafío enorme, pero estoy muy bien acompañado por el equipo.
Saca su celular del bolsillo y empieza a pasar una por una las fotos de los personajes a los que les dará vida: “Mirá, este es el chef. Este es un papá enfrentando un momento muy duro. Este otro es un cajetillón. Este es un pibe del fútbol con problemas. Acá, un curita villero… Y este, el arbolito, un tipo que cambia dólares en la calle Florida”, dice, mientras sigue deslizando las imágenes. “Todos son completamente diferentes, y eso es lo que más me sedujo del proyecto: construir desde cero a cada uno”.
–Es un desafío interpretar tantas identidades.
–Es como un examen de todo lo que aprendí. No es solo cambiar de vestuario; tenés que pensar, caminar y hablar como ellos. Cada detalle importa para que se sientan reales. Es un trabajo fascinante.
–La película combina humor y crítica social. ¿Qué buscás transmitir?
–Son historias que reflejan cómo somos los argentinos: familieros, solidarios, pasionales, buenos amigos, pero también con algún chanta dando vueltas. Es muy contemporánea. Cada historia invita a reflexionar. Estoy seguro de que el público va a reír, emocionarse y pensar.
–¿Creés que va a generar debate?
–Eso espero. Quiero que la gente salga hablando, debatiendo. Cada viñeta, aunque breve, abre muchas preguntas. Es algo único, muy distinto a lo que hice antes, y tengo muchas ganas de ver cómo lo recibe el público.
La vuelta a la pantalla grande
La última película de la dupla Cohn-Duprat fue Competencia oficial (2021), protagonizada por Oscar Martínez, Penélope Cruz y Antonio Banderas. Ahora, regresan con Homo argentum, que llegará a los cines en agosto de 2025. “Queremos que la gente vuelva al cine, que se ría, se emocione y reflexione. Verla en pantalla grande potencia cada detalle y refuerza la conexión con el público. Es un proyecto único, diferente a todo lo que hemos hecho antes”, asegura Cohn.
El director destaca además el homenaje que la película rinde al cine argentino: “Nos inspiramos en directores como Alejandro Doria, quienes capturaban las contradicciones de nuestra sociedad con una mirada única. Esta película es un espejo de nuestras virtudes, miserias y contradicciones”.
Duprat, por su parte, subraya el carácter universal de las historias: “Son relatos que pueden resonar en cualquier parte del mundo, pero con una identidad profundamente argentina. La película no busca dar respuestas, sino generar preguntas, dejando que el espectador complete el relato desde su butaca”.