DOHA.- Casi como si se tratase de un guiño para los habitantes de estas tierras, salió a escena impecablemente vestido de blanco. No se trataba de la característica túnica que utilizan los hombres aquí, el uniforme lleva en su pecho el escudo de la AFA y él lo luce con orgullo. Se ríe, se le ilumina la cara. Ni un rastro de ese gesto adusto que solía llevar en otras épocas en las que las cosas no salían como pretendía cuando formaba parte de la selección argentina. El capitán, Lionel Messi dejó en claro que ahora sí entiende bien el juego, ya no se enoja, ya no frunce el ceño, no se “cierra en banda”, responde con naturalidad, acepta cada consulta, envía señales y en la antesala del debut de su quinta Copa del Mundo deja en claro que en ese universo que sólo él transita, en ese lugar, comenzó “la era de la madurez”.

Se acomoda una y otra vez el auricular que le permitirá comprender consultas que no sean en español, pregunta cómo hacerlo, agradece con un gesto a la asistente de la FIFA que le alcanza otro audífono, lo acomoda en un sector de la mesa y se concentra en lo que va a venir: la demostración que la edad le sentó muy bien. Su presencia en el IBC de esta ciudad, en el Centro Nacional de Convenciones de Qatar, generó una expectativa lógica, más de 250 periodistas esperando la palabra del rosarino y él con el deseo de contar cómo se siente, una experiencia poco usual en el mundo Messi. Y hasta quizá también aprovechó para hacerlo un guiño hacia la fortuna, porque en la Copa América, la que ganó la selección argentina, tomó la palabra en la primera conferencia de prensa de la competencia y después se llamó a silencio.

“Me siento bien, muy bien. En un gran momento. En lo personal y en lo físico”. Quizá podría podría entenderse como una frase políticamente correcta, pero si se trata de Messi, que nunca se prestó a exageraciones, escucharlo hablar de cómo está con tanta naturalidad ya lo ubica en un lugar diferente. No enojarse porque minutos antes de su aparición se armó revuelo por una imagen de su tobillo que parecía hinchado, pero que después se desmintió y se dijo que se trataba de un vendaje con frío, a modo preventivo, también es una señal. Ya sin histerias, con ganas de hablar. Incluso, unas horas antes había circulado que él fue quien pidió ser parte de la conferencia previa al debut, que siente que debe acortar las distancias con la prensa, de comenzar a relajar las tensiones que se instalaron en otros momentos de la selección.

“Es mi último Mundial y la última chance de lograr el máximo deseo que tengo desde siempre”. Lo dijo con una sonrisa dibujada, como si fuera un puñado de palabras que cuando las pronuncia todas juntas lo invade ese costado más amateur, lo domina lo lúdico de la pelota, no cuentan los contratos millonarios, no juegan las obligaciones publicitarias, no interviene el Messi profesional. Y en ese punto también se advierte un enorme crecimiento del rosarino. En esa declaración que genera un poco de nostalgia por la posibilidad de saber que aquí se daría su último baile no es más que la confirmación que el capitán de la selección ya se cansó de cuidar cómo y cuándo decir lo que piensa y siente.

Mira hacia un lado, asiente con la cabeza, mira con atención a su interlocutor, regala alguna sonrisa si advierte que se trata de un conocido, ya no la pasa mal como otras tantas veces. “No sé si es el momento más feliz de mi carrera, pero sí que me encuentro muy bien. Me agarra con otra edad, más maduro. Siempre intento vivir con mucha intensidad cada momento, sea en el Mundial como antes en la Copa América. Hoy disfruto mucho más de todo esto. Antes no lo pensaba, disfrutaba de jugar, pero era todo tan seguido que yo no me daba tiempo de disfrutar mucho, sino en pensar en el siguiente partido, en querer jugar, en seguir ganando. Y a veces pasaban desapercibidas cosas importantes que me tocaron vivir. Hoy soy más consciente de las cosas que hay que disfrutar”.

Se encargó de compartir con sus compañeros, se sumó a cada una de las locuras de sus laderos: De Paul y Paredes. Se ríe con Papu Gómez, se preocupa por cada uno de los que estaban con algún “toque”, no habla demasiado, sólo les hace saber que estaba pendiente. Asume el rol de líder, quiere estar bien, quiere que todo aquel que lo rodea esté bien, porque suele decir cada tanto en la intimidad: “En la selección estoy para disfrutar, no a hacerme mala sangre. No quiero que les falte nada a los pibes”.

Algo lo incomoda de la campera blanca que luce, pero se la acomoda sin dejar de responder. Se sonríe cuando le remarcan que se sonríe. Sólo así se pone algo nervioso, como si los elogios todavía le generase algo de pudor. Aun así no responde con evasivas cuando le aseguran que son muchos los extranjeros que quieren ver a la selección argentina con la Copa del Mundo porque siente que él se la merece. Agradece amablemente, explica la emoción que le genera semejante situación, no se escapa de allí.

Se permite saludar, se detiene a estrechar una mano, no le interesa que la seguridad de la FIFA se interfiere, ya no está en esas cosas. Le da sentido a sus palabras, deja en el aire que sí se permite “disfrutar”. Entonces, cobra sentido cuando se asegura que tomó el bastón de mando del equipo y que ahora sí está a gusto con eso: “Siempre hay que seguir intentando, sea lo que fuere. Afrontarlo y que sea lo que Dios quiera. Nunca quedarse con el ‘qué hubiera pasado…’. Es difícil decirle a los más chicos que disfruten el momento porque a su edad yo no me daba cuenta de eso. Pero nunca se sabe si alguien puede disfrutar de otro mundial. Entonces hay que vivir cada momento con intensidad”.

No puede ocultar que ama el juego, allí es donde mejor se expresa, afuera jerarquiza de una manera diferente, pero no puede evitar tener el deseo de querer patear siempre la pelota. Reconoce que es su forma de llegar en las mejores condiciones a una competencia. Es que él es quien administra todo, si quiere jugar, juega. Porque también es parte de su crecimiento, por eso cuando sintió que debía levantar, no dudó en hacer en PSG. “La edad te hace ver las cosas de otra manera y darle importancia a los pequeños detalles que antes quizá no veía. Hoy me fijo más en todo, disfrutar está por encima de todo”.

Se acomoda una y otra vez su reloj Patek Philippe, de cuadro azul y brillante malla en acero. Vuelve a soltar otra sonrisa. Dice que le sugerirá a sus compañeros que “vivan la experiencia al máximo, que disfruten de la gente, del partido”, porque se trata de un privilegio estar aquí. Y Lionel Messi lo explica desde sus gestos, de su semblante, de la sabiduría que logró después de tantos golpes. El capitán está contento y la ilusión se amplifica sin dimensión.

Diego Morini.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.

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