Media hora antes del inicio del paro, el caos ya se había apoderado de la estación de trenes en Moreno, una de las cabeceras de la línea Sarmiento. Aunque la medida de fuerza de La Fraternidad estaba programada para las 9, los trenes hacia Once dejaron de circular a las 7.19, sorprendiendo a cientos de pasajeros que comenzaron a formar filas en paradas improvisadas. Los altoparlantes anunciaban que el servicio se retomaría recién a las 15, pero el mensaje solo aumentó la frustración de quienes intentaban reorganizar su día en medio de la confusión.
Silvia Villarreal, una de las tantas personas afectadas, no oculta su enojo: “Son unos hijos de remil p…, tengo que ir al médico y no voy a llegar. Tengo que tomarme dos colectivos y encima avisan ahora por los altoparlantes, ¿de qué me sirve?”. A su alrededor, las filas crecen, extendiéndose incluso hasta el paso nivel cercano, mientras la gente debate entre esperar o buscar alternativas.
De repente, un operario cerca de las vías entona “¡Perón, Perón, qué grande sos!”, desatando la indignación entre los presentes. Silvia lo observa con evidente desprecio, mientras a su alrededor otros pasajeros expresan su descontento en murmullos cargados de enojo. La tensión en el lugar aumenta, sobre todo entre los jóvenes que, desorientados, intentan averiguar cómo llegar a sus destinos. Mientras tanto, el personal de seguridad, visiblemente superado por la situación, no logra ofrecer respuestas claras.
Carlos Pérez, un trabajador de limpieza y padre de cuatro hijos, está visiblemente impactado por la situación. “Siempre los afectados somos nosotros. Entiendo sus reclamos, pero ¿a costa de los nuestros? Yo tengo que trabajar. Si llego tarde, me lo descuentan. ¿Acaso alguien me devuelve ese dinero?”, dice a este medio, mientras intenta mantener la calma en una fila que no avanza.
Las paradas de colectivos están desbordadas. En la línea 302, que conecta Moreno con Liniers, el panorama es caótico. Un pasajero le pregunta al chofer si el colectivo llega a Once. “¿No ves el cartel? Yo qué sé”, responde el conductor, visiblemente molesto por la presión de la situación. El colectivo, que se llena en cuestión de segundos, deja a decenas de personas varadas en la parada.
“Esto siempre pasa”, comenta a LA NACION uno de los choferes de la misma línea. “Cuando ellos paran, nosotros tenemos que ser la solución. ¿Viste la cantidad de personas? No hay forma de cubrir todo esto. Entiendo a la gente, pero no hay espacio y la desesperación lo empeora todo”.
A las 9, hora en que comenzó oficialmente el paro, la situación en la estación de Moreno se encontraba más ordenada. Las filas, que hasta hacía media hora eran caóticas, habían disminuido considerablemente debido al paso constante de colectivos que comenzaron a absorber a los pasajeros.
La medida de fuerza de La Fraternidad, basada en el reclamo de una recomposición salarial del 10%, evidenció las consecuencias que un paro ferroviario genera en las rutinas de miles de personas que dependen diariamente del sistema de transporte público. A la par del tren Sarmiento, en el área metropolitana están ahora paralizadas las líneas Mitre, Roca, San Martín y Belgrano Sur, todas operadas por Trenes Argentinos.
La empresa estatal había advertido ayer que los problemas empezarían antes del horario anunciado por La Fraternidad. “Por las características de la medida de fuerza, todos los servicios urbanos de las cinco líneas que opera Trenes Argentinos se verán afectados más allá del horario estipulado, en virtud del diagrama de los últimos y primeros trenes programados antes y después del paro”, consignó en un comunicado oficial.
“Ahora hasta la tarde esto está muerto”, comenta un chofer de una línea de colectivos en la estación Moreno, mientras observa las paradas. En ese momento, un hombre con su hijo de 4 años se acerca para preguntar por el colectivo “semirrápido”. El chofer, con tono resignado, le informa que el último pasó hace cinco minutos. La respuesta desata la frustración del padre, que se aleja murmurando un tajante “Hijos de puta” mientras sostiene la mano de su hijo.
Entre la confusión y el descontento de los usuarios afectados por el paro, Zulma Ducas explica su situación. “Sabía del paro, pero yo vi que era a las 9. Llegué acá a las 7.20 y no estaban funcionando. ¡Qué mentiras! Yo entro a las 10 a trabajar en el centro, no me pagan el viaje. ¿Cómo llego? Nadie me dice cómo. Me fijo en Google Maps y me tira dos o tres colectivos. Me tienen harta, siempre la pagamos nosotros”, expresa con indignación a este medio.
(Noticia en desarrollo)