![La obra de la tucumana Claudia Díaz.](https://resizer.glanacion.com/resizer/v2/LKXWBCUCEZGA5CBEDQWTR7IRSQ.jpg?auth=d635fe10a20c10eb3b41737620fa4dab6367a97187fb05ae5f9c4397acbb2b31&smart=true&width=2000&height=1333)
“El país estaba on sale por la crisis”, recuerda Harvey Risien sobre su llegada a la Argentina en 2001. Había venido hacía ya varios años, en 1976, recién salido de la universidad y por su trabajo como geólogo en una exploración de gas. Esta vez, todo era distinto. Había desarrollado una carrera, había hecho algo de dinero y tenía ganas de invertir. “El plan inicial era salir a cazar por los campos de Buenos Aires y Córdoba, pero uno de mis amigos texanos que me acompañaban era agente inmobiliario y estaba atento a las oportunidades. Buena parte del país estaba en venta y nadie sabía bien qué iba a pasar con nada. Había grandes propiedades disponibles. Yo buscaba un rancho y vi varios por Salta, la Patagonia y Jesús María, en Córdoba”, comenta Harvey en el living de su hogar en Argentina.
“Este lugar me llamó la atención por el río, que es el Salí, que llega de Salta, pasa por Tucumán y se convierte en el río Dulce en Santiago del Estero. Además, había muchos arbustos, cactus, algarrobos, quebrachos y cientos de miles de espinas. Había peligro… Todo se parecía mucho al sur de Texas. Por eso me gustó”, rememora, vino de por medio, mientras nos invita a caminar por los jardines de El Álamo, su estancia de 3.000 hectáreas en Benjamín Paz, Trancas, a 50 minutos de San Miguel de Tucumán.
Cuenta que, cuando llegó, donde hoy está el living había un ranchito de adobe. La propiedad era de un juez federal muy importante. Se la compró en 2003, en sociedad con un amigo texano que murió hace un par de años. Entusiasta y siempre aventurero, Harvey conoció a una tucumana y empezó a pasar mucho tiempo en Trancas. Con ella tuvo dos hijos, Picassa y Oliver. Además, tiene a Hermés, de una relación anterior. Separado y siempre bien dispuesto a nuevas relaciones, en sus jóvenes 70 años Harvey se siente tranqueño, además de texano. Pasa la mayor parte de su vida en Tucumán y todo gira entorno a los caballos, la caza por deporte y las escapadas a Cafayate, para comer y beber muy bien. Cada tanto vuelve a San Antonio, Texas, donde tuvo una compañía de exploración de petróleo que ya vendió y que lo llevó a hacer excavaciones por Bolivia, Rusia y Belice, además de buena parte de Estados Unidos. Retirado, en pandemia decidió abrir su casa de El Álamo para recibir huéspedes. Mandó a construir un gran quincho, un spa y pileta, a unos metros de la casa, que tiene 8 habitaciones. Desde entonces, recibe grupos cerrados.
Paralelismos
“Mi familia llegó de Gran Bretaña a Estados Unidos en el barco Mayflower en 1640. Como muchos otros patriotas, pelearon en las Guerras de la Independencia, que fueron durísimas, y también en los conflictos de 1820 y en la independencia de Texas. Estuvieron en la Batalla de El Álamo, dónde resistieron los rebeldes texanos durante la revolución. Ahí hubo una matanza tremenda que desencadenó la recuperación de Texas para los Estados Unidos”, relata Harvey, con orgullo por sus antecesores.
Entonces reflexiona sobre aquello que tienen en común el estado de Texas y la provincia de Tucumán. “Las independencias fueron en épocas parecidas. Aquí, la Batalla de Tucumán, con Bernabé Araoz como héroe, fue fundamental para la declaración de la independencia de 1816. Mientras que, la Batalla del El Álamo fue clave para que Texas se separara de México y se convirtiera en un estado independiente”, asegura.
Mientras en el frente de la casa vemos un estanque con esculturas, Harvey detalla que es obra de Claudia Díaz, una artista tucumana. Cuenta que le mostró la foto de un arreo de ganado que había visto en un río de nuestro litoral, para que lograra esta obra de hierro que sorprende por la vitalidad del gaucho que lidera el arreo y la expresión del ganado. “En varios sentidos, los gauchos son como los cowboys. Se diferencian por la ropa, las botas y las monturas –que allá tienen una empuñadura–. En ambas culturas se traslada el ganado y los dueños de las estancias tienen una relación de complicidad parecida con los peones”, señala Harvey, que para muchos era un loco cuando en esta zona apostó a la cría de vacas de la raza Brangus y no de Braford. “Ahora todos me siguen”, agrega.
La casa con vista al cerro Medina y rodeada de casuarinas de más de cien años, es de estilo colonial y de dimensiones bien amplias. Además de una cava con muy buenos vinos, Harvey tiene una sala con una pared dedicada a sus ancestros texanos y la historia del estado. Y se muestra orgulloso por su colección de cuadros de artistas como los tucumanos Guillermo Guerineau y Luis Alberto Lobo de la Vega, y los texanos Norman Knight y Dawson Watson. Junto a la pileta y el spa, un árbol de metal es obra de arte de Gustavo Lazo. Y hay farolas de más de 100 años que sobrevivieron a una demolición en la plaza Alberdi de San Miguel de Tucumán. Todo un símbolo de lo que se puede rescatar y poner en valor.
Datos útiles
Estancia El Álamo. En ocho habitaciones grandes y con baño privado, reciben grupos de huéspedes para eventos especiales. Las instalaciones, que cumplen con criterios de accesibilidad, están muy bien mantenidas y son funcionales. Entre las actividades que proponen hay salidas en bicicletas eléctricas, a caballo, en kayak y clases de confección de quesillo, a cargo de Silvia Cambera de La Sala Vieja. Durante las estadías, el servicio de gastronomía queda en las excelentes manos de de Meat and Eat Cocina, de Matías Díaz y Martin Nieva, que sirven muy buenos asados con matambre de cerdo, entraña y achuras, entre otras cosas ricas. Se especialistas en carnes a las brasas y ahumadas. Camino Rural s/n. T: +54 9 381 510-4152. IG: @estanciaelalamotuc