Flavia Palmiero. Posa espectacular y se confiesa como nunca: su dura infancia, el paso del tiempo y los sacrificios de la fama
Flavia Palmiero. Posa espectacular y se confiesa como nunca: su dura infancia, el paso del tiempo y los sacrificios de la fama

Tiene una energía linda, que enseguida la vuelve cercana, como si la conociéramos de toda la vida. Y un poco es así: Flavia Palmiero (59) debutó en el cine con apenas 17 años y cero experiencia, fue “la chica de las publicidades”, actuó en novelas y fue conductora en la televisión, donde durante una década fue una suerte de rockstar de los chicos, a quienes conquistó con su carisma y sus canciones en una serie de programas cuya piedra fundacional fue La ola verde.

“Soy una mujer muy agradecida por todo lo que hice y viví. Le busco el lado positivo a cada etapa”, asegura

Lo que quizás muchos no conozcan de ella es su capacidad para seguir soñando a pesar de los dolores que aún hoy carga en su mochila. Por eso, no acepta que le digan que los años son un límite para reinventarse. “No le echo la culpa de nada a la edad. Es cierto que por momentos empezás a notar algunos cambios, tanto mentales como físicos, pero no me pongo mal porque soy una mujer muy agradecida por todo lo que hice y viví. Le busco el lado positivo a cada etapa de la vida. Y hay cosas que empiezo a valorar y sentir que son una bendición”, arranca Flavia.

–¿Por ejemplo?

–Soy un terremoto de energía, de ideas, de muchas cosas, pero hoy valoro la paz, la calma. Y en esa calma te vas reencontrando con partes tuyas que no reconocías, con las que estabas peleada o que tenías relegadas. A nadie le gusta envejecer, por eso me encanta decir que yo elegí madurar. La cabeza manda muchas veces en el cuerpo y, así como te entierra, te levanta. Me preocupa la salud mental mucho más que si tengo arrugas. Lo de afuera no tiene sentido si lo de adentro no está en condiciones. Nunca me drogué, no viví de noche, trabajé toda mi vida y, más allá de la buena genética, tuve una vida sana. [Piensa]. Nunca es tarde para cuidarse, para limpiar tu vida, para sentirte bien. Te podés reinventar a la edad que sea. Yo desde chica estoy acostumbrada a reinventarme, a trabajar para mí, a ser el motor de mi vida.

“A mis 23 años tenía una casa, una productora, un programa de televisión que salía dos veces al día, las giras de los shows, los teatros, discos…”

–¿Cómo era esa Flavia de chica?

–Mi infancia fue bastante solitaria, medio tristona, no fue una infancia feliz. Soy hija única, mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años y hubo una guerra muy grande entre ellos. Fue muy duro. Pasé de tener una vida confortable a otra de mucha carencia económica y afectiva.

–¿Te hacían parte de esa guerra?

–Hicieron lo que pudieron, no había tanta información como ahora. Mamá trabajaba todo el día como administrativa, entonces me cuidaba mi abuela y después me empecé a cuidar sola. Desde los 10 años yo acomodaba la casa, limpiaba, llegaba del colegio y estudiaba sola. Me hice responsable. Por momentos estuve muy enojada con papá, que ahora murió, pero lo pude perdonar y lo ayudé. Hice todo lo que él quizás no hizo conmigo.

–¿Te abandonó?

–No se borró, pero venía de vez en cuando, no era que se había hecho responsable. Y mamá quedó muy aferrada a mí. Todo eso para una chiquita fue un montón. Esa mochila la sigo cargando hasta el día de hoy, por eso cuido a todo el mundo. Toda la vida tuve que ser responsable, no sólo de mí.

“Hay un proyecto para hacer una película. Además, armé un espacio en casa para la música, para volver a cantar”, revela

–¿Ya soñabas con ser actriz?

–No vengo de una familia de artistas, pero me gustaba actuar. Iba a un colegio inglés en San Telmo en el que todos los años alquilaban el teatro Ópera para la fiesta de fin de año. Ahí descubrí mi vocación, aunque yo no era a la que elegían y nunca fui la que se destacó. Como yo estaba mucho tiempo sola en casa, la televisión era mi mundo. Miraba novelas y los programas de chicos y después jugaba a que yo hacía programas para niños, actuaba y bailaba y hasta me hice mi propia cámara de televisión. Yo en el colegio no contaba nada porque nadie decía que quería ser actor. Pero a mis 17 años se me dio la gran oportunidad.

–Debutaste en cine y con un protagónico en Evita, quien quiera oír que oiga. ¿Cómo fue?

–En quinto año fui con mamá a la agencia Faces, me anoté en un formulario precario y al otro día me llamaron para una campaña de ropa interior. Mamá me dijo que no. Dos días después, me volvieron a llamar porque era el último día del casting para una película. Yo no había estudiado teatro ni había estado nunca delante de una cámara, pero me mandé. Hice la prueba y al final me avisaron que era para una película sobre la vida de Eva Perón. Quedé preseleccionada primero entre siete chicas, después entre cuatro y en la prueba fílmica, ya caracterizada, quedaron impactados con el parecido físico. Fue la primera película que dirigió Eduardo Mignogna y, años después, lo entrevisté para un programa que hice y me contó que me había elegido porque era buena actriz y porque cuando me llamaron fui la única que avanzó sin su mamá, y eso fue una señal de que estaba ahí porque yo quería. Después del estreno estaba en la tapa de todas las revistas y diarios, y me invitaban a los programas de televisión, como Badía y compañía y al de Guerrero Marthineitz. Fue una experiencia que vino del cielo, tenía que ser.

“Mi infancia fue bastante solitaria, medio tristona, no fue feliz. Mis padres se separaron cuando yo tenía 5 años y hubo una guerra muy grande entre ellos”, admite la actriz y empresaria

–¿Te costó lidiar con ese mundo nuevo?

–Siempre tuve claro lo que quería y mis límites. Después de Evita me ofrecieron millones de películas importantes, pero que incluían desnudos, y dije que no. Paré todo y volví a la televisión con la publicidad: era la chica de los chocolates, de los alfajores… Al tiempo me eligieron para una novela, un coprotagónico en Canal 11. Yo, sin experiencia, trabajaba con actorazos y lo sufrí. Pero me esforcé mucho para lograr un lugar. Pude estudiar teatro y después empecé a tomar clases de canto, pero cuando ya había grabado y vendido un millón de discos. Digamos que salí a la vida a los 17 con las herramientas que tenía. [Piensa]. Problemas y angustias tenemos todos, pero cada uno decide qué camino quiere tomar y qué tipo de persona quiere ser.

–¿Cuándo llegó La ola verde?

–Escribí ese programa con 19 años y de caradura lo presenté en el canal. Ellos ya tenían a alguien, pero a los dos meses renunció y se acordaron de mí. Le puse todo a ese ciclo y arrancó una etapa de diez años impresionantes. Yo era mi propia productora. Ahí conocí a mi ex marido [el empresario textil Marco Batellini con quien tuvo a sus dos hijos, Giuliana, de 36 y Gianmarco, de 30].

–¿Cómo lo conociste?

–Hice una publicidad para su marca [Kill] y cuando con la producción de La ola verde le pedimos ropa para el programa, dijo: “Sí, que venga a buscarla ella”, refiriéndose a mí. Me invitaba a salir, y yo le decía que no podía porque los fines de semana hacía los shows para los chicos. Entonces nos veíamos entre semana. Después me casé, y cuando la tuve a Giuliana empezó la locura de La ola, que fue imparable.

–¿Cómo te arreglabas?

–¡No lo sé! Mis hijos no tuvieron niñera, yo me ocupaba de todo, por ahí me daba una mano mamá o algún familiar, pero no más. A mis 23 años tenía una casa, una productora, un programa de televisión que salía dos veces al día, las giras del show, los teatros, los discos…

Sobre el paso del tiempo y los sueños, opina: “No importa la edad que tengas, podés hacer lo que quieras, reconvertir tu carrera y dar batalla siempre”

–¿Te daba culpa dejar a los chicos?

–Me mataba dejar a Giuliana e irme a trabajar. Ella tenía los horarios cambiados porque cuando yo llegaba la bañaba, le daba de comer y nos quedábamos jugando hasta la una de la mañana. También la llevaba mucho al canal, ella participaba un montón. En cambio, Giani nació en otro momento de mi vida, dejé de trabajar cuando él era bebé porque nació con una enfermedad que le implicó dos operaciones. Cuando él ya tenía 2 años retomé las grabaciones, pero él no iba tanto como lo había hecho Giuliana.

–¿Creés que esa vorágine influyó en el final de tu matrimonio?

–Él no se bancaba que yo trabajara tanto. Me ayudó en su momento un montón con mi carrera, pero después realmente era difícil para nuestro matrimonio que yo trabajara tanto. No todo el mundo entiende la pasión que uno tiene con esto.

“Con Luis [Scalella] tenemos un gran compromiso el uno con el otro, pero es verdad que casarse es otro tipo de compromiso. No está en mi checklist... aunque tampoco está descartado”

–¿Te arrepentís?

–No me lo planteo, yo vivo el presente.

–¿Te sentís reconocida por el medio con todo lo que hiciste?

–No tengo idea, pero yo me lo reconozco.

–¿Y tenés ganas de volver?

–¡Me encantaría! Puedo conducir, hacer teatro, cine, radio, no estoy encasillada en una sola actividad, todo depende del proyecto. Soy totalmente popular, lo disfruto, lo reconozco y desde ese lugar puedo hacer cualquier cosa. Los estereotipos se cayeron y está demostrado que no importa la edad que tengas, podés hacer lo que quieras, reconvertir tu carrera y dar batalla siempre. El año que viene hay un proyecto para hacer una película producida por Luis [Scalella, su pareja], ya veremos. Además, me armé un espacio en casa para la música, para volver a cantar.

“No crie a mis hijos con mandatos, priorizo sus deseos, así que habría que preguntarles a ellos si quieren ser padres. Me siento muy orgullosa de Giuliana y Giani”

EL MUNDO DE FLAVIA

–Desde hace cinco años tenés tu marca de ropa para mujeres, ¿cómo nació?

–Siempre supe que mi carrera tiene sus altos y sus bajos, así que hay que ser muy cauto cuando te va bien y tener proyectos para que la espera sea más calma. Mi marca llegó en pandemia. Lo que era un hobby lo transformé en una actividad profesional. Yo soy actriz y moriré siendo artista. Pero acá hay un montón de cosas muy cotidianas y muy orgánicas para mí, que yo ya las venía haciendo, como crear, armar looks, hacer fotos. Todo eso se lo di a mi marca, donde soy la creativa, la diseñadora, la imagen, hago el marketing, la comunicación, los números, la tabla de producción de los modelos, las combinaciones de telas, consigo los talleres…

En Canal 11, en 1987, en medio del furor de La ola verde, el ciclo infantil que conducía, escribía y producía y que la volvió popular

–¿Sos organizada con los números?

–Sí, soy obsesiva. Es muy importante que la persona que esté en la parte creativa sepa lo que está pasando en la otra parte, es una enorme responsabilidad. Pero eso tampoco es nuevo: ya hacía los números cuando hacía mis programas.

En plena pandemia, Flavia lanzó su propia marca de ropa de mujer con venta online. Y este año abrió su primer local a la calle, en Palermo, diseñado por su hija Giuliana, que es arquitecta

–Alguna vez dijiste que este proyecto fue terapéutico.

–Sí, me sacó la angustia y la tristeza de la pandemia, de que mi hijo se fuera a vivir a España, de muchas cosas. De hecho, el día que se fue Giani, por primera vez no me pude levantar de la cama. Luis me tuvo que sacar. Giani me animó mucho para encarar este proyecto y Giuliana, que es arquitecta, también me ayudó un montón: fue mi musa, mi modelo y este año hizo mi local en Palermo.

–¿Qué cosas compartís con tus hijos?

–Con el varón hablamos muchísimo, yo he viajado mucho a verlo también. En su momento estuvieron los dos afuera, esa fue la etapa más difícil, la pasé muy mal. Giani está con el tenis en Madrid, y Juliana en su momento se fue a hacer un máster a Barcelona. Por lo menos estaban en el mismo país. Pero son bravos los viajes, porque aunque vos estés chocha, llega un momento en que decís “no tengo nada que hacer acá, me tengo que ir”. Y te volvés, pero una parte tuya se queda con ellos. Creo que es el dolor de muchísimas mamás. Lo que pasa es que si ellos están felices, uno está feliz.

En sus tiempos de estudiante de tercer grado en el Colegio Británico, en San Telmo

–¿Te gustaría ser abuela?

–No crie a mis hijos con mandatos. Priorizo sus deseos, así que habría que preguntarles a ellos si quieren ser padres. Siempre hago el chiste que yo no sé qué haría con los nietos porque con mis hijos tuve una relación tan de juego y disfrute… Hemos tenido una relación de crecimiento mutuo. Hay que saber pedir disculpas y perdón cuando uno se equivocó y también pasamos por ese proceso. Estoy muy orgullosa de ellos.

–Antes lo nombraste a Luis.

–Hace trece años que estamos juntos, un montón. En realidad, él me conoció cuando hice Evita, me propuso una película que era bastante osada y que yo no quise hacer. Muchísimos años después, nos cruzamos en una reunión, empezamos a hablar por teléfono y a salir, pero fue todo muy tranquilo. La relación fue cambiando muchísimo.

–¿En qué lo notás?

–Al principio no teníamos grandes expectativas el uno con el otro. Fuimos conociéndonos de a poco, basando nuestra relación en un sentimiento muy fuerte de cariño y de afecto, de compañerismo y de amor. En una relación vas creciendo. Hay momentos en que tenés problemas y otros en los que no los tenés. Es día a día.

“No tengo cirugías, sí me pongo botox, me cuido la piel, uso cremas, me lavo la cara a la mañana, a la tarde y a la noche y voy a la dermatóloga. Soy muy prolija con eso”, revela

–¿Siguen viviendo separados?

–Sí, pero tenemos cotidianeidad. Es como tener un plan B para ir a dormir a otro lado, aunque él está todo el tiempo en casa. Y compartimos los fines de semana.

–¿Te gustaría volver a casarte?

–Qué sé yo… A veces lo cargo porque él dice “mi mujer” y le corrijo que soy su novia, que el día que nos casemos seré su mujer. [Piensa]. Yo ya me casé a los 20 años, y por Iglesia. Nosotros tenemos un gran compromiso el uno con el otro, pero es verdad que casarse es otro tipo de compromiso. Por ahora eso no está en mi checklist… aunque tampoco está descartado.

Producción: Vicky Miranda

Maquillaje: Mauri Camilo

Peinado: Elías, para Cerini

Agradecimientos: Max Mara, Gabriella Capucci, Flavia Palmiero Collection, Claude Benard

La tapa de revista ¡Hola! de esta semana