BERLÍN – Finalmente se cumplieron todos los pronósticos: nevó como hace años no sucedía en plena Berlinale y fue una noche inolvidable. O viceversa, porque la 75º edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, que comenzó este jueves en la capital alemana, tuvo todo el despliegue acorde a su historia, con invitados célebres, muchos momentos de emoción y grandes discursos, entre la política y el festejo de su propio legado.
“Este es un tributo a la Berlinale, pero también a las películas que formaron parte de estos 75 años”, destacó en una parte de su presentación la inglesa Tricia Tuttle, sobre el escenario del Berlinale Palast para dejar inaugurada una edición que la encuentra como flamante directora artística, cargo que por primera vez ocupa una mujer. Minutos antes, Tuttle había acompañado el reclamo de varios reconocidos actores alemanes, que mostraron ante la nube de cámaras que cubría la alfombra roja la foto del actor argentino-israelí David Cunio, capturado por Hamas en octubre pasado, solicitando su liberación. Cunio tendrá presencia también en pantalla, cuando se proyecte el documental Una carta a David, del realizador Tom Shoval.
Antes de que la gala inaugural diera comienzo, el escenario de la Berlinale transmitía en una pantalla central el minuto a minuto de la alfombra roja. En otras pantallas ubicadas de manera lateral e inferior, se proyectaba parte de su rico anecdotario visual, desde donde podían intuirse los rostros de Ingrid Bergman o de Jean Gabin en uno de los lejanos festivales, hasta la presencia en años más recientes de Wim Wenders, Gérard Depardieu, Jeremy Irons, Nicolas Cage, Martin Scorsese o los mismísimos Rolling Stones.
Pero ese pasado se convirtió en presente cuando la actriz luxemburguesa Desiree Nosbusch apareció en el escenario marcando el inicio de esa autocelebración por el 75º aniversario. Fue una gala por igual deslumbrante y sobria, dominada por los discursos y la presentación del Jurado Internacional, que cuidadosamente organizada recibió a los invitados bajo una copiosa nevada que no impidió que decenas de fanáticos pugnaran por una selfie o un autógrafo de sus ídolos.
Salvo los actores, que arriban a esta ciudad el martes, Ivan Fund y los productores de El mensaje, única película íntegramente de factura argentina entró a la Selección Oficial del festival, también dijeron presente al igual que Todd Haynes, presidente del Jurado Oficial, entre los que se destaca el también argentino Rodrigo Moreno.
Tilda Swinton llegó con un diseño largo de Chanel, en azul oscuro y con cuello alto, que elevaba aún más su ya imponente figura. Pero su distinguida estampa quedó en segundo plano cuando subió a escena para recibir de manos de Edward Berger (luego de un divertido y admirado discurso), el Oso de Oro a la trayectoria. La actriz recordó que la primera vez que estuvo en la Berlinale también lo hizo bajo una nevada persistente, cuando presentó Caravaggio, de Derek Jarman, un momento que cambió su vida.
“Los asesinatos en masa perpetrados por el Estado y permitidos internacionalmente están aterrorizando activamente en la actualidad a más de una parte de nuestro mundo. (…) Lo inhumano está siendo perpetrado bajo nuestra supervisión”, dijo la actriz en un vibrante discurso de fuerte tono político. “Solidaridad inquebrantable, sin vacilaciones ni dudas, con aquellos que reconocen la complacencia inaceptable de nuestros gobiernos codiciosos que se congratulan con destructores del planeta y criminales de guerra, venga de donde vengan”, sentenció con una alusión, sin nombrarlo, al presidente estadounidense Donald Trump. “El cine es un arte ilimitado, inclusivo por naturaleza, insensible a las aspiraciones de ocupación, colonización, apropiación, propiedad o desarrollo de parcelas en la Riviera, sin límites y sin políticas de exclusión, persecución o deportación, sin padrón y sin necesidad de visado”, declamó sosteniendo una carpeta de tapas oscuras con sus palabras, con vibrante voz y a diez días de las elecciones alemanas que presentan el peligroso avance de la extrema derecha, y que sumó así su voz a la palabra que más se repitió en la noche inaugural: la inclusión.
Precisamente, en esas aguas navega el último film de Tom Tykwer The Light, que se presentó instantes después de la ceremonia de apertura. Un film que, a través de una disfuncional familia alemana de clase media, plantea los problemas de la incomunicación y el egoísmo contemporáneo sumado al drama de los migrantes que buscan escapar de un presente aciago en su terruño. Con un metraje de 162 minutos y extraordinarias intenciones, el film del realizador de Corre, Lola, Corre no consigue el impacto que el relato presenta junto a su pirotécnica y ecléctica forma de filmar, en una película que recorre todos los géneros posibles. Sin embargo, pese a su inteligente mirada, The Light no logra desde la imagen lo que sí en esa noche se enunció desde las palabras: un firme alegato contra la discriminación de cualquier tipo como signo aciago de nuestro tiempo.