Entre Washington y Beijing: La ayuda externa no reemplaza el orden interno
Entre Washington y Beijing: La ayuda externa no reemplaza el orden interno

Hay un mito muy repetido en Wall Street: un empresario endeudado y acosado por la falta de crédito caminaba junto a J. P. Morgan (creador del banco homónimo) y le pidió una carta de recomendación; Morgan, dicen, respondió que bastaba con que lo vieran caminando a su lado. La escena probablemente sea apócrifa, pero ejemplifica una realidad: en economía la confianza es clave. A veces, el solo gesto del “socio fuerte” ancla expectativas, reordena precios y compra tiempo.

Eso es lo que vimos estos días en Argentina. El Tesoro de US confirmó una (pequeña) compra de pesos a través de un contado con liqui inverso y un framework de swap por u$s 20.000 millones con el BCRA. La señal produjo lo esperado: rally de bonos y acciones, compresión de spreads y un mercado de cambios menos tenso que las últimas semanas. 

Es la economía del gesto: un ancla de expectativas en el corto plazo, incluso cuando la intervención directa no habría alcanzado los USD 100 millones, la mitad de lo que venía interviniendo el Tesoro argentino por día. El monto del swap es importante, ya que equivale a casi la mitad de las reservas brutas del BCRA, que hoy rondan los USD 42.000 millones aprox, aunque el monto efectivamente utilizable sería mucho menor.

Es la economía del gesto: un ancla de expectativas en el corto plazo, incluso cuando la intervención directa no habría alcanzado los u$s 100 millones, la mitad de lo que venía interviniendo el Tesoro argentino por día.

Esta intervención no es solamente económica, sino que también tiene un fuerte costado político: el oficialismo cosecha un voto de confianza externo que puede contrarrestar narrativas de crisis y reforzar su relato de gobernabilidad en este último tramo electoral. Pero también dispara críticas: sectores de la oposición alertan que depender de un apoyo externo implica ceder soberanía económica y exposición política. Incluso Trump, quien se ha mostrado como un líder decidido y resiliente a las críticas, enfrenta cuestionamientos internos. Pero lo cierto es que esta jugada se enmarca en un tablero más grande: el geopolítico.

El sistema del siglo

Estados Unidos acaba de anunciar un arancel adicional del 100 % sobre importaciones chinas a partir del próximo 1° de noviembre, sumando presión al conflicto comercial global y afectando las valuaciones de todos los activos. Beijing, por su lado, responde mediante controles de exportación y estrategias de diversificación de relaciones exteriores. 

Esta contienda no es solo económica: compite por imponer qué sistema (social, tecnológico, industrial, financiero) domina este siglo. En términos de Ray Dalio: las potencias maduras defienden su orden y las emergentes empujan su alternativa. Así, la Argentina queda atrapada en un “choque de civilizaciones” o, mejor dicho, en un choque de órdenes globales. Dalio proyectaba que el eje Asia-Pacífico concentrará el 55 % del PIB mundial para 2030, lo que explica por qué el alineamiento argentino ya no es solo ideológico, sino estratégico.

Para la Argentina, Estados Unidos y China no son lo mismo, pero hoy ambos son socios inevitables. Con US tenemos canales de financiamiento más sofisticados, tecnología, reglas jurídicas y redes políticas que operan en el hemisferio occidental. Con China comerciamos principalmente recursos naturales y commodities: soja, carne, litio y minerales críticos. El comercio bilateral con China supera los u$s 21.000 millones anuales, contra unos USD 15.000 millones con Estados Unidos. 

Con China comerciamos principalmente recursos naturales y commodities: soja, carne, litio y minerales críticos. El comercio bilateral con China supera los u$s 21.000 millones anuales.

China representa hoy alrededor del 13 % de las exportaciones argentinas y el 21 % de las importaciones, mientras EE. UU. aporta el 7 % de las exportaciones y el 9 % de las importaciones. En lo económico, Argentina compite frente a US en productos agrícolas, alimentos, logística vinculada al agro y algunos servicios profesionales. Con China somos más complementarios: ellos importan lo que nosotros exportamos y nos venden manufacturas y bienes de capital que no producimos. 

En valores culturales, sociales y del sistema institucional, Argentina es más cercana a US que a China. Pero en el pragmatismo económico, China muchas veces tiene la billetera más grande para decisiones discretas y de largo plazo.

En valores culturales, sociales y del sistema institucional, Argentina es más cercana a US que a China. Pero en el pragmatismo económico, China muchas veces tiene la billetera más grande para decisiones discretas y de largo plazo.

En este sentido, China ya ha marcado cancha frente a US en África: los asiáticos han invertido masivamente en infraestructura, energía, puertos y minería en múltiples países, posicionándose no solo como socio comercial sino como arquitecto de redes de influencia.

Se estima que ya controla el 60 % de las inversiones en infraestructura africana y ha invertido más de u$s 140.000 millones en América latina en las últimas dos décadas, concentrados en energía y minería. Esa expansión ha sido interpretada como un preludio de su estrategia para América latina. Si África se volvió un tablero de prueba, LATAM es la próxima línea. En ese sentido, la presencia china en puertos, ferrovías, energía e inversiones en minería de litio no es solo transacción económica, sino establecimiento de dominios estratégicos.

Las señales de asistencia de Estados Unidos son muy fuertes en el plano simbólico y financiero: calman la volatilidad, reordenan precios y comprimen el riesgo país. Funcionan como un “ancla” capaz de estabilizar las expectativas en momentos críticos.

Vivir con lo nuestro

Pero lo verdaderamente importante sigue siendo endógeno. Las señales de asistencia de Estados Unidos son muy fuertes en el plano simbólico y financiero: calman la volatilidad, reordenan precios y comprimen el riesgo país.

Funcionan como un “ancla” capaz de estabilizar las expectativas en momentos críticos, pero no alcanzan para trazar el rumbo de manera sustentable. Sin una acumulación genuina de reservas, un equilibrio fiscal sostenible y un marco de gobernabilidad sólido, esa ancla se convierte en un puente corto que solo compra tiempo.

La intervención externa puede abaratar temporalmente el financiamiento, pero no reemplaza el orden político, la coherencia económica ni la confianza institucional que Argentina debe reconstruir desde adentro.

En definitiva, el “caminar juntos” -como en la vieja historia de J. P. Morgan- con Estados Unidos puede inspirar confianza, pero la caminata no es suficiente: sin fundamentos sólidos, la credibilidad se agota, y el gesto termina siendo solo eso, un gesto.