Corría el mes de julio de 1894 y se inauguraba la primera avenida de Sudamérica. Concebida como un boulevard de inspiración parisina que simbolizara el progreso y modernización de Buenos Aires, la Avenida de Mayo uniría la Casa Rosada con el Congreso de la Nación. Estaba diseñada con amplias veredas, edificios elegantes, paseos arbolados y se convertiría instantáneamente en un epicentro sociocultural. Múltiples cafés, teatros y hoteles de lujo reunirían a la élite porteña, como el Café Tortoni y el Hotel Castelar.

Pero la avenida no era la única novedad, nacía a la par una de sus principales atracciones: el bar Los 36 billares. También abierto en julio de 1894, proponía un espacio de encuentro para la bohemia local, combinando la tradición del café con el juego del billar, una afición muy popular de la época. Con 36 mesas de juego dándole nombre al local, amplios salones y una fachada heredera del academicismo francés, a cargo de los arquitectos Colmegna y Tiphaine, era el oasis perfecto para el esparcimiento entre la elegancia y el ajetreo del barrio.

La época dorada del billar en la Argentina tuvo su auge a finales del siglo XIX y principios del XX. Así, la inauguración del bar marcó un hito, ofreciendo un espacio dedicado a este deporte en pleno centro porteño. Durante esos años, el billar se convirtió en una actividad social de relevancia y abrieron numerosos locales dedicados a su práctica, pero Los 36 Billares se destacó del resto no solo por su ubicación sino también por la calidad de las instalaciones y por ofrecer un espacio de encuentro ameno.

En sus primeros tiempos, estaba abierto las 24 horas

“En sus primeros tiempos estaba abierto las 24 horas. La gente venía de noche como si fuera una salida de las de hoy en día y se quedaban hasta la mañana siguiente. También era posible disfrutar de otros juegos como pool, billar, cartas, dados y ajedrez”, relata Yanina Peña, encargada del servicio y atención de Los 36 Billares.

Las 36 mesas de billar originales dieron nombre al bar

–¿Cómo era el público en ese entonces?

–Era un punto de encuentro para grupos de caballeros que se conocían entre sí y buscaban un espacio donde pasar horas charlando de la vida o debatiendo sobre temas coyunturales. También para los que salían de las oficinas de la zona y empezaban a conocerse al frecuentar el local, o quienes escapaban de sus tareas para pasar un momento en paz acompañados por un buen trago o café. A su vez, venían muchos políticos e intelectuales.

–¿Cuáles fueron algunos de esos intelectuales que visitaban el bar?

–El más destacado es sin dudas el poeta Federico García Lorca, quien durante su estancia en Buenos Aires frecuentaba sus mesas en búsqueda de inspiración, al igual que escritores argentinos como Abelardo Arias y periodistas como Miguel Ángel Bavio Esquiú, visitas que enriquecieron la atmósfera cultural del lugar.

–¿Y cómo es el público hoy? ¿Más extranjero o local?

–Actualmente, hay una mezcla entre turistas y porteños. Tenemos a los clientes históricos, que siguen viniendo a jugar al billar por la tarde, aunque con menor frecuencia debido a la edad. A su vez, cada vez más turistas se acercan para vivir una “experiencia porteña”. Antes de la pandemia, también recibíamos a muchas personas de las oficinas cercanas, que venían a despejarse después de un largo día de trabajo. Pero el teletrabajo y la mudanza de muchas oficinas a otras zonas impactaron bastante en esa costumbre.

Los clientes históricos siguen yendo a jugar al billar

–¿Y han sido locación de algunas películas?

–Sí, es cierto, en 2009 se filmó aquí una escena de El secreto de sus ojos, la película de Juan José Campanella que ganó el Oscar.

Una escena de la película

–¿Cuál consideran su especialidad de la carta?

–Nos destacamos mucho por nuestras pizzas y las empanadas. Sin embargo, hay otros platos que atraen especialmente a los turistas en busca de sabores tradicionales, como el locro, el pastel de papa y el mondongo.

–¿Es real que tienen una escuela de billar?

–Hoy no, pero sí hace unos años, teníamos una escuelita con el objetivo de expandir la pasión por este deporte. Uno de los encargados de dar las clases era Osvaldo Berardi, campeón mundial de billar e ícono del bar. En su honor, el subsuelo del local, donde se encuentra la sala de billar, lleva su nombre y tiene una placa metálica conmemorativa. Por el afecto que le tenía al local, dedicó su último tramo de vida a la enseñanza del billar en el salón.

En una época, el lugar tuvo su propia escuelita de billar

Su constante renovación

Unos años después de la apertura, el bar comenzó a ofrecer espectáculos en vivo que rápidamente se convirtieron en un atractivo reconocido. En sus escenarios se presentaban orquestas de tango, cantores y guitarristas de folclore, convocando a un público variado. Las noches se llenaban de milongas, zambas y chacareras, con artistas que interpretaban tanto repertorios clásicos como nuevas composiciones. Con el tiempo, estos eventos adquirieron una regularidad que convirtió al bar en un punto de referencia ineludible para quienes buscaban una experiencia auténtica de la música popular argentina.

Durante décadas combinaron exitosamente estas atracciones y sobrevivieron a diversas crisis nacionales. Pero a finales de 2013 enfrentaron la posibilidad de cierre tras 119 años de actividad. La cadena de pizzerías La Continental adquirió el establecimiento con planes de transformarlo en una de sus sucursales, lo que implicaba modificar su estructura original, incluyendo la remoción del escenario y la alteración de la barra para adaptarla a la venta de pizzas y comidas rápidas. Esta situación generó preocupación entre empleados, clientes habituales y defensores del patrimonio cultural porteño, quienes temían la pérdida de un espacio emblemático reconocido como Bar Notable de la Ciudad de Buenos Aires.

Ante la amenaza de cierre y transformación, se llevaron a cabo diversas acciones para preservar la esencia cultural de Los 36 Billares. El Observatorio de Patrimonio y Políticas Públicas de la Ciudad organizó un “abrazo simbólico” al bar, convocando a la comunidad a manifestarse en defensa del lugar. La Legislatura porteña, a su vez, declaró al establecimiento Patrimonio Cultural de la Ciudad, impidiendo cambios en su uso y estructura sin aprobación gubernamental. Estas medidas buscaron garantizar su continuidad como espacio dedicado al billar, la música y la cultura porteña, evitando su conversión en una pizzería y preservando su valor histórico para las futuras generaciones.

El año pasado, el bar cumplió 130 años. A pesar de los desafíos y cambios a lo largo de las décadas, Los 36 Billares ha sabido preservar su esencia, adaptándose sin perder su identidad, siendo un refugio para quienes buscan revivir la tradición del billar.

Los 36 Billares fue declarado Patrimonio Cultural de la Ciudad

–¿En qué momento se volvió más difícil sostener el local?

–El barrio cambió mucho en las últimas décadas. Antes era un epicentro de la vida cultural y comercial, pero la pandemia aceleró ciertos cambios, como la migración de oficinas a otros barrios y el crecimiento del teletrabajo. Esto redujo el flujo de clientes habituales. Sin embargo, seguimos siendo un punto de referencia y nos esforzamos en atraer tanto a los históricos clientes como a las nuevas generaciones.

–¿Para un local tan tradicional es difícil adaptarse a ese nuevo público?

–El desafío es el recambio generacional. Nos publicitamos en Instagram y Facebook. Sabemos que TikTok es una herramienta poderosa, pero todavía no incursionamos en ella. No es nuestro fuerte, pero podría ser una vía para llegar a públicos más jóvenes y mantener la vigencia del bar.

Hay mozos que están hace más de 20 años

–¿Y qué hace que siga manteniendo su esencia?

–Entre los mozos hay algunos con más de 20 años de antigüedad. Son parte del lugar, los clientes los conocen y ellos conocen a los clientes. La relación entre quienes trabajan y quienes frecuentan el bar es parte de su identidad. A la tarde todavía se pueden ver a los clientes de siempre, con su taco en mano, alineando el tiro, repitiendo una rutina que se mantiene desde hace más de un siglo.