
Un ataque fatal protagonizado por tiburones areneros (Carcharhinus obscurus, conocidos también como tiburones oscuros) frente a la costa de Hadera, en el norte de Israel, encendió las alarmas dentro de la comunidad científica internacional. El episodio, ocurrido en abril de 2025, involucró a un hombre de 40 años que nadaba a unos 100 metros de la playa, donde fue víctima de un raro frenesí alimentario de estos depredadores.
El caso, estudiado por expertos y reportado por Smithsonian Magazine, reavivó el debate acerca de los peligros relacionados con la alimentación artificial de tiburones, práctica que, advierten los especialistas, podría estar alterando la conducta natural de estos animales y elevando el riesgo para los bañistas.
Este ataque, catalogado como extremadamente inusual por los científicos, se produjo en un área frecuentada por tiburones areneros y tiburones trozo (Carcharhinus plumbeus), atraídos por las aguas cálidas resultado del vertido de una planta eléctrica próxima.
Los biólogos marinos Eric Clua, de la Universidad PSL de Francia, y Kristian Parton, de la Universidad de Exeter en el Reino Unido, analizaron el suceso: la víctima nadaba sola al momento del ataque.
Testigos afirmaron haber escuchado gritos y visto aletas de tiburón en la superficie antes de que el hombre desapareciera y el agua se tiñera de rojo. Posteriormente, solo se hallaron sus prendas, lo que sugiere que los tiburones consumieron el cuerpo casi por completo, según relató Clua a Smithsonian Magazine.
La investigación, divulgada en agosto de 2025, se sustentó en entrevistas y grabaciones realizadas por testigos. Las imágenes revelan al menos dos tiburones areneros implicados, aunque los expertos estiman que otros pudieron participar bajo el agua. Clua advirtió que la excitación de un tiburón puede desencadenar una reacción en cadena entre otros individuos cercanos, un fenómeno frecuente tanto durante la búsqueda de alimento como al reaccionar ante amenazas.
Alimentación artificial y alteración de la conducta
El análisis científico apunta a la alimentación artificial como el principal factor desencadenante del ataque. En Hadera, es habitual que personas alimenten a los tiburones desde la playa o en aguas superficiales, ofreciéndoles carne directamente con la mano. Esta costumbre, subrayan Clua y Parton, hizo que los tiburones asocien la presencia humana con la obtención de comida, lo que propicia conductas de “mendicidad” hacia las personas en el agua.
“El principal desencadenante del accidente es la provisión artificial, lo que llamamos alimentación de tiburones. Alimentar con la mano es muy peligroso”, advirtió Clua en declaraciones recogidas por Smithsonian Magazine.
El incidente fue examinado en dos fases por los investigadores. La primera consistió en un posible mordisco accidental, potencialmente causado por la cámara GoPro que la víctima portaba. Estos dispositivos emiten señales electromagnéticas que los tiburones perciben a corta distancia gracias a órganos sensoriales especializados. Un animal habituado a recibir comida humana pudo acercarse y, al intentar morder la cámara o detectar la señal, hirió al nadador.
A partir de esa herida inicial, la situación escaló: la sangre, el ruido de las mandíbulas y el movimiento abrupto del herido atrajeron a otros tiburones y desencadenaron el frenesí alimentario.
Esto se produce cuando varios depredadores compiten agresivamente por una fuente limitada de alimento. Si bien este comportamiento suele asociarse con tiburones y pirañas, también está presente en otras especies marinas y aves. Clua subraya que el sonido de la carne desgarrándose y el tumulto en el agua resultan estímulos más efectivos que la sangre para atraer a otros tiburones, ya que el sonido se transmite en el agua a una velocidad muy superior a la del aire.
Por su parte, Aaron Wirsing, ecólogo de la Universidad de Washington, explicó en Smithsonian Magazine que estos episodios se amplifican por aprendizaje social: los tiburones tienden a imitar a sus congéneres cuando perciben una oportunidad de alimentarse.
Impacto y advertencias de la comunidad científica
Los especialistas consultados coinciden en que alimentar tiburones, y especialmente hacerlo con la mano, incrementa el riesgo de incidentes y puede modificar de forma peligrosa la relación entre humanos y estos animales marinos. Stephen Kajiura, biólogo marino de la Florida Atlantic University, subrayó: “Estos son animales salvajes. Hay que reconocer que no es sensato acercarse a ellos para alimentarlos”.
Clua reconoció que la alimentación controlada podría tener un valor educativo y contribuir a reducir el miedo infundado hacia los tiburones, pero insistió en que el suministro de alimento directo y sin regulación, como ocurre en Hadera o en destinos turísticos como las Bahamas, favorece conductas de acercamiento y puede ocasionar mordeduras.
A pesar de la percepción negativa que existe en torno a los tiburones, los ataques a humanos resultan muy poco frecuentes. Según cifras publicadas por Smithsonian Magazine, en 2024 los incidentes no provocados de tiburones a nivel mundial registraron su punto más bajo en casi 30 años.
En Estados Unidos, por ejemplo, los perros ocasionan cinco veces más muertes que los tiburones. Sin embargo, los científicos advierten que el auge de las prácticas como la alimentación directa podría modificar esta tendencia y aumentar la frecuencia de incidentes.
Ante esta realidad, la comunidad científica insiste en la importancia de evitar la alimentación artificial de grandes depredadores marinos.
Como recordó Wirsing en declaraciones tomadas por Smithsonian Magazine, nadie se acercaría a un oso o a una manada de leones portando comida en la mano; la lógica debe ser la misma cuando se trata de tiburones. El respeto a la naturaleza y la prudencia ante animales salvajes, advierten los expertos, constituyen la mejor herramienta para evitar tragedias.