Todos los bonos del planeta bajaron, excepto los argentinos. Desde el 17 de septiembre, día previo a que la Reserva Federal anunciara su baja de 50 puntos básicos en la tasa de referencia, los bonos soberanos argentinos tuvieron un formidable rally, con el AL30 subiendo un 12% y el GD46 un 15%.
Este rally ha sido más que significativo, pero la historia no termina ahí: la suba de bonos soberanos argentinos ocurrió en medio de un selloff brutal en bonos soberanos norteamericanos, lo cual es doblemente loable.
Mientras el GD46 subía un 15%, los bonos largos de Estados Unidos bajaban un 9%. Desde el 17 de septiembre, la tasa de dos años de EE.UU. subió 50 puntos básicos y la de treinta años saltó 54 puntos básicos. De esta forma, a casi todos los bonos soberanos del planeta les fue muy mal y, sin embargo, los argentinos operaron con una formidable contracorriente.
El Merval acompañó semejante movida en bonos con un retorno en dólares del 10%, lo cual sugiere que el apetito por activos argentinos es altamente relevante y describe a un mercado internacional que comienza a enamorarse otra vez de las expectativas de cambio para un país que siempre que quiso cambiar terminó fracasando.
En este contexto, estamos a días de una elección presidencial en EE.UU. que podría tener sustanciales consecuencias en la dinámica económica de nuestro país en los próximos años, especialmente si se llegase a dar el resultado que anticipa Wall Street, con un Donald Trump ganador.
A lo largo de los años que vengo sobreviviendo en “Peronia”, aprendí dos lecciones sobre populismo aplicado: romper a un país lleva al menos 78 años; y el populismo, empachado de deuda y déficit, es muy tentador para los gobernantes y para una masa de votantes que en general son ignorantes absolutos de las consecuencias políticas y económicas de sus decisiones electorales.
El déficit de EE.UU. salta al 6,30% del PBI en el tercer trimestre de 2024, versus el 5,60% del trimestre anterior, lo cual refleja una nación que sigue viviendo muy por encima de sus capacidades y a puro keynesianismo deficitario.
Lo que estamos observando es por lejos la versión más peronista que jamás hayamos tenido de un gobierno norteamericano. Wall Street toma nota y se protege comprando cualquier cosa (hard assets, activos de valor intrínseco) que no sea moneda papel, incluidos, obviamente, los activos argentinos. Es el rally del “todo” frente al colapso sistemático del dólar.
Se estima además que, en los próximos dos años, EE.UU. podría alcanzar un ratio de deuda/PBI superior al 100%, cifra que no se observa desde la Segunda Guerra Mundial y, por entonces, EE.UU. tenía una gran razón para correr con semejante déficit.
Hoy por hoy, la Segunda Guerra Mundial no existe, pero aun así los políticos norteamericanos se las arreglan para gastar de más y seguir endeudando a una nación que todavía goza de los beneficios de considerarse como la referencia “libre de riesgo” del planeta entero.
La solución a “mucha” deuda simplemente es licuarla. Entonces, un endeudamiento y déficit fuera de control caracterizan a un gobierno demócrata que intenta a puro gasto vencer a Trump.
No es casualidad que el oro, la plata y todos sus primos hermanos estén haciendo máximos del año de cara a una elección que enfrenta a dos candidatos totalmente populistas que no van a dudar en seguir haciendo populismo y, por lo tanto, en perpetuar una política de exceso de gasto y deuda idéntica a la de un país emergente clásico. Insisto, en este contexto “anti-bono”, el reciente rally de bonos argentinos es más que relevante.
De cara a los pocos días que faltan para la elección presidencial del 5 de noviembre, pareciera que el S&P y “todo lo demás” van a seguir subiendo y, por lo tanto, corriéndose del dólar al menos hasta el día anterior a la elección.
Después, gane quien gane, tengo mis dudas para una economía que viene siendo “pintada de rosa” artificialmente con datos que se publican sobre la evolución de la actividad real y que suenan demasiado buenos para ser verdad.
Siento que, en algún momento no tan lejano, Wall Street se merece a sí misma un sincericidio para activos financieros que literalmente no paran de subir en todas sus formas. Por el momento, el FOMO (fear of missing out o, en criollo, “compro cualquier cosa porque espero que siga subiendo, no me quiero quedar afuera”) es imparable y desesperado.
De alguna manera, entonces, pareciera que todas las monedas papel se vienen convirtiendo a velocidad de la luz en el famoso y ultra-devaluado “peso peronio”.
En este contexto de permanente licuación monetaria a lo largo y a lo ancho de todo el planeta, escucho mucho muñeco local e internacional opinando respecto a si el peso está caro o barato. La verdad es que nadie lo sabe porque, si a este gobierno libertario le sigue yendo bien, podemos tener shocks en flujos y en stocks absolutamente impredecibles.
Si, a todo esto, China llegase a implementar QE (Quantitative Easing o sea, la emisión de dinero contra la compra de activos financieros) como algunos bancos de inversión norteamericanos sugieren, veremos la licuación monetaria más enorme desde 2008 y un rally épico de oro, plata, criptos, real estate, dulce de leche, pochoclo, entre otros, con una fortísima reflación en commodities para un mercado que aumentaría la agresividad de protección anti-licuatoria.
En dicha coyuntura, la hiperinflación de activos financieros podría ser bíblicamente gigantesca y beneficiaría a la Argentina, con la soja picando en punta.
El paradigma actual es claro y el mismo es independiente de quien gane las elecciones de EE.UU. El mundo entero se ha peronizado sin límites y, por lo tanto, las monedas papel vienen siendo trituradas a lo que ahora se suman los bonos libres de riesgo, los cuales son una versión diferida de las monedas papel.
Estar posicionados en bonos soberanos de EE.UU. o similares o en monedas papel de cualquier país es un suicidio altamente evitable. El plan de EE.UU., Europa, China y el resto del G10 es licuarnos hasta la muerte, nominalmente. El trade pareciera ser claro y obligado a la vez: comprados un portfolio diversificado de hard assets (activos de valor intrínseco) o la Fed nos licuará hasta la mismísima muerte. Viva Perón.
Wall Street se protege comprando cualquier cosa que no sea moneda papel, incluidos los activos argentinos.