Mimi Land se define como una persona bilingüe. Sin embargo, no se sonroja al reconocer que le costó mucho aprender el español. Tener padres latinoamericanos fue de gran ayuda. Su madre es de Venezuela y su padre de Argentina. Así que, más allá de haber nacido en Estados Unidos y hoy vivir en Florida, dice que “hablar español es de las cosas más importantes de su vida”.
“Todavía sigo perfeccionándolo”, reconoce en diálogo con LA NACIÓN. “Trato de mejorar día a día”, agrega la adolescente, que no imagina su vida sin el idioma que lleva en las venas. “Además de permitirme conectar con muchas personas que comparten la misma cultura y herencia, mi abuela paterna no habla nada de inglés. Si yo no hablara español, no podría tener la relación cercana que tengo con ella”, subraya la joven, de 16 años.
El idioma no es la única herencia cultural que le transmitieron sus padres. También la forma de hablar, vivir y ver la vida. “Aunque nací y crecí en Estados Unidos, siento que mi personalidad refleja la calidez característica de los latinos”, dice. “Uso muchos gestos corporales y faciales cuando hablo, algo que no es tan común entre los estadounidenses”, completa.
El contraste de ser una joven norteamericana con raíces latinas es un choque cultural que Mimi celebra. Forma parte de su vida desde pequeña. Para ella, siempre fue usual ver cómo ciertas costumbres que se daban naturalmente en su hogar no eran compatibles con la idiosincrasia de otras familias.
La cultura latina en las venas
“En mi casa siempre tratamos de cenar juntos todas las noches y conversar de nuestro día. A lo largo de los años, me di cuenta de que algunos amigos estadounidenses no tienen esa costumbre”, revela la joven. “Nosotros también procuramos pasar tiempo con familia extendida a menudo, y eso también creo que es diferente para muchos nativos de acá”, reconoce, y agrega que los latinos son escandalosos al hablar o reír. “Esa es la forma de comunicarnos en mi hogar y me encanta”, refuerza.
“Otra de las diferencias más notables es la manera de saludar”, subraya Mimi. “En mi familia, estamos acostumbrados a saludar con besos y abrazos; en Estados Unidos los saludos son más formales y distantes”, precisa. “La música también es muy distinta. De todas formas, yo me adapto a las dos culturas -la latina y la norteamericana- y me siento orgullosa de poder expresar y disfrutar mis dos identidades al máximo”, enfatiza.
Y este sentir que refleja en palabras lo plasma en cada uno de sus posteos de Instagram y YouTube, donde reúne más de seis millones de seguidores y hace contenido en español. Comenzó a los 10 años por diversión y el tiempo hizo que dejara de ser un hobby para convertirse en una marca personal que atrae a niños y adolescentes de todas las edades.
Su vida como creadora de contenido
“Siento una responsabilidad muy grande con mis seguidores y sus familias. Quiero que audiencias de todas las edades puedan ver mi contenido sin ninguna preocupación. Como empecé a una edad tan temprana, mis seguidores crecieron conmigo y siempre valoraron eso. Siempre me alegro cuando las familias de mis followers se acercan y me agradecen”, cuenta la influencer.
Aunque en su perfil se hagan retos, bromas y tendencias, dice que su propósito es más profundo: ser una referente positiva con un humor sano. “Muchos niños y niñas pequeños se dan cuenta de eso y lo aprecian”, cuenta a LA NACIÓN.
Sus padres son una gran ayuda en este camino que decidió transitar. Al ser menor de edad, son un sostén constante. “Mis padres me apoyaron desde un principio. Mi madre está siempre a mi lado y me ayuda con todo: nuevas ideas de contenido, manejar las redes sociales, grabar videos, mi agenda y contrataciones”, explica Mimi Land.
“Ella es una ‘momager’ en todos los aspectos, pero por sobre todo es mi mamá y sé que puedo confiar en ella plenamente porque es la persona que tendrá siempre mis mejores intereses en mente. Mis padres se aseguraron que tuviera una infancia normal a pesar de la fama y eso se los agradezco enormemente”, asegura.
La madre de Mimi es quien gestiona todas las negociaciones. Sin embargo, la adolescente también se involucra en el proceso. “Ella es el primer contacto y, junto a mi papá, deciden si la oportunidad es beneficiosa y representa los valores de mi marca. Mis padres me enseñaron que las decisiones deben estar alineadas con nuestros principios, por el bienestar de la marca y mis seguidores”, pondera.
Su amor por Argentina y Venezuela
Mimi no es la única enamorada de su herencia cultural. Sus padres también aman sus raíces. Y ese amor por su tierra natal es el que le transmitieron siempre. “Mi mamá me habla de la alegría, la hospitalidad y la lucha que caracterizan a los venezolanos, y desde pequeña me enseñó a preparar platos típicos como arepas y cachapas, que me hacen sentir conectada con mis raíces. Además, me transmitió su calidez caribeña y su carisma, que son una parte importante de mi personalidad hoy en día”, sostiene Mimi.
Si bien no tuvo la suerte de visitar Venezuela, sí estuvo en Buenos Aires, donde vivió temporalmente en 2023. “Fue una experiencia única que siempre llevaré conmigo. Me hizo conectar con mis raíces y familiares que viven allá. También amo la comida Argentina. En mi casa nunca falta el mate y el asado los domingos. Desde chica fui fanática de la selección argentina. Cuando ganamos el Mundial, puedo decir que fue uno de los mejores días de mi vida”, revela.
“Me siento muy orgullosa de mis raíces y creo que soy una mezcla de todo. Mi forma de relacionarme y mi sentido del humor tienen mucho de Argentina y Venezuela, pero mi educación fue en inglés, así que también pienso en ese idioma. En definitiva, soy una mezcla de culturas que me hacen ser quien soy: auténtica y feliz de mi herencia hispana pese a ser estadounidense”, cierra.