In partibus infidelium. Esa expresión latina fue utilizada durante siglos por la Iglesia Católica para designar a las diócesis que habían quedado en áreas conquistadas por musulmanes. “En tierras de infieles”. El Congreso, los gobiernos de provincias, las intendencias municipales, la fragmentada estructura sindical son, para Javier Milei, “partibus infidelium”. Tierras de infieles. Allí, aunque se mueva con cautela, siempre está expuesto al fracaso. En las últimas semanas apareció una novedad: las encuestas comenzaron a consignar que el Gobierno comenzó a perder encanto ante el electorado. La opinión pública ha sido, hasta ahora, el campo del que emanaba el poder del Presidente. El desafío político al que se enfrenta La Libertad Avanza cambió de calidad. Ahora aparece “in partibus fidelium”. En tierras de fieles. La raíz del problema está en la recesión económica. Un congelamiento del que será difícil salir si no se normaliza el régimen cambiario. Esta es la razón por la cual, en el debate interno del oficialismo, la caída en los sondeos de opinión conduce en línea recta al cepo.
En las últimas horas, Santiago Caputo, el “Mago del Kremlin”, ha ordenado esa discusión doméstica fijando algunos criterios políticos. Es relevante conocerlos, porque este Caputo es el responsable de la estrategia política del oficialismo. La premisa mayor de la que parte el argumento es que esa pérdida de respaldo debe ser reconocida. Existe. ¿A qué se debe? El principal asesor de Milei la atribuye al malestar que padecen los sectores bajos y medios bajos, sobre todo los del conurbano bonaerense. Esos vecinos han sido castigados por el aumento de las tarifas y del precio del transporte.
Para Caputo se trata de electores que aprecian a Milei, pero que en el balotaje del año pasado votaron por Sergio Massa. Nada demasiado novedoso. El Gobierno descubre que el ajuste fiscal, que es el que obliga a reducir los subsidios, impone un costo político, sobre todo en los suburbios más desamparados. La política energética se cruza, como siempre, con la cuestión electoral. En este contexto, resulta bastante misterioso que desde el gabinete se haya promovido un debate sobre la posibilidad de cortes de energía que llegarían en verano. ¿Hacía falta comunicar con tanta antelación que esa luz, que ahora se paga más cara, podría también escasear? La jugada fue tan extraña que estimula los malos pensamientos. ¿Se trató de instalar ese fantasma para justificar más aumentos en el precio de los servicios? Uno de los accionistas de Edenor, Daniel Vila, anticipó que las distribuidoras dejarán de pagar a la proveedora de electricidad. Aun cuando recibieron una fabulosa recomposición de precios sin la exigencia de invertir un solo dólar. La posibilidad de que se esté montando un escenario catastrófico como coartada para mejorar todavía más los ingresos de las compañías se proyecta, de manera que tal vez sea muy injusta, sobre el propio Santiago Caputo. Paga el precio de su vieja amistad con los hermanos Neuss, actores relevantes del negocio.
El diagnóstico de Caputo es optimista. Sus interlocutores de las últimas horas lo escucharon afirmar que la caída en los sondeos de opinión encontrará pronto su piso y habrá una recuperación. Confía en ese movimiento porque, sostiene, hoy no hay fuerza política alguna capaz de seducir a los desencantados. El kirchnerismo, sobre todo, no tiene qué ofrecer. Por eso polarizar con la expresidenta, como ha hecho Milei en las últimas semanas, carecería de peligro.
Aun así, en la sala de máquinas del oficialismo planean una estrategia electoral diversificada. Se buscarán las asociaciones y los enfrentamientos más adecuados a la situación de cada provincia. Hay un solo distrito en el que Caputo ya está convencido de lo que hay que hacer: la ciudad de Buenos Aires. Allí lo más probable es que La Libertad Avanza realice una oferta separada de la de Pro. Sería un desafío muy agresivo para los Macri, en su propia casa. “El Mago” no perdona. Hay que despejar la identidad del portaestandarte del Gobierno: ¿Manuel Adorni? ¿Patricia Bullrich? Hagan sus apuestas.
Contra lo que suponen muchos agentes del mercado financiero, en el plan electoral de Santiago Caputo figura levantar el cepo antes de las legislativas. Es una aspiración que hace juego con la doctrina de Milei, que detesta los controles de capitales. Es verdad que, cada vez que el asesor confiesa ese objetivo, aclara: hay que ver bien que no haya riesgos, que estén dadas las condiciones. Todo vuelve al limbo de la incertidumbre.
El otro Caputo, Luis, le hacía anteayer la segunda voz a su pariente, presentando su programa ante inversores de Nueva York. El ministro de Economía insinuó que la intervención al mercado cambiario se iría levantando entre diciembre y enero próximos. ¿Esa liberación será total o parcial? No está definido. Lo que sí Caputo jura es que para hacerlo no hacen falta 15.000 millones de dólares de los que se hablaba a comienzos de este año. Se necesita sólo lo que demanda el Banco Central para recapitalizarse. En esa exposición en Manhattan, el ministro sugirió que de un momento a otro habrá un préstamos de varios bancos internacionales, respaldado con Bopreales. Es posible que se concrete antes de la reunión que el Fondo Monetario Internacional celebrará en Washington DC a fines de octubre.
El levantamiento del cepo, insistió Caputo, no depende de ese desembolso. Como explicó el Presidente, la condición indispensable es que la tasa de inflación mensual converja con la de devaluación. Después se iniciará la discusión fina con el Fondo para establecer un nuevo programa, al que estaría asociado un desembolso de 5000 o 6000 millones de dólares.
El cepo, como se sabe, es la gran incoherencia del oficialismo. El Presidente pronunció ante la Asamblea General de la ONU un discurso disidente, en el que identificó multilateralismo con socialismo. No llegó al extremo de denunciar que la ONU es un títere de China. No por respeto a esa institución, sino a los chinos. Milei tiene claro que sin el swap de reservas suministrado por ese país su plan cambiario volaría por los aires. La condena a la ONU fue, en rigor, una condena a cualquier intento de regular los mercados. Milei sueña en un mundo emancipado de los Estados, que serían sustituidos por la inteligencia artificial. Es por este credo que lo aplauden en Silicon Valley. Allí predican esa utopía desde los años ‘90.
Sin embargo, el argumento con el que el Gobierno defendió su desprecio por los organismos multilaterales no fue una reivindicación del mercado, sino una exaltación de la soberanía nacional. Por ejemplo, la canciller Diana Mondino anunció que “nos disociamos del Pacto para el Futuro” en que “Argentina quiere tener alas para su desarrollo, sin estar sujeto a un peso indebido de decisiones ajenas a nuestras metas”. El Pacto para el Futuro es un acuerdo suscripto por 143 países para promover soluciones a problemas complejos como el cambio climático, las innovaciones tecnológicas, la igualdad de género, el trabajo digno, etc.
Más que la torpeza gramatical, en este párrafo sorprende el nacionalismo. La cuestión no es intervención estatal sí o no. La cuestión es si la intervención es local o foránea. Ese chauvinismo, tan alejado de una concepción liberal, explica por qué los países más opacos del planeta tampoco quieren abrirse a regulaciones internacional. La Argentina votó igual que Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua, Rusia. Es decir, Milei se ubicó en la vereda de enfrente de, entre otros países, Estados Unidos, Alemania, Uruguay, Israel, Irlanda, España, Australia, Chile, Brasil, Paraguay, Ecuador e Italia.
Este alineamiento tan disparatado expresa, como es obvio, que el oficialismo no se disoció de la ONU sino de su propia plataforma ideológica. La pretensión de evitar “injerencias externas” forma parte del programa habitual de los populismos de derecha. Líderes tan lejanos a Milei como Vladimir Putin, o tan cercanos como el húngaro Viktor Orbán. Como informó Hugo Alconada Mon en LA NACION, en marzo llegaron a Buenos Aires Arpad Habony y Gergely Losonci, dos estrategas de campaña de Orbán que antes se habían reunido con asesores de Donald Trump, en Tampa. Habony, como “el Mago”, no ocupa un cargo en el organigrama del gobierno húngaro. Presta servicios desde fuera de la administración. Tal vez tenga la misma intención que reveló Caputo al explicar su rol, apenas Milei llegó a la Casa Rosada: “Estoy nada más que para ayudar a mi amigo”. El buen samaritano.
El nacionalismo antiliberal de Orbán, que resuena en las justificaciones de Mondino, es una de las grandes afinidades de La Libertad Avanza con el kirchnerismo. Los une la visión sobre el poder. Los separa la visión sobre el mercado. O, en realidad, los separaría. Porque el cepo cambiario es la expresión de una creencia muy extendida en funcionarios económicos del oficialismo: la Argentina tiene una idiosincrasia que repele cualquier ley universal. Nuestra ontología es “bimonetaria”. Así piensa también la señora de Kirchner.
Si se observa bien, hay un tercer líder afín a estos prejuicios nacionalistas: el papa Francisco. Protagonista de la saga local por las duras declaraciones que realizó la semana pasada, Jorge Bergoglio tal vez siga siendo una referencia de primer plano para la disputa política de los próximos meses: muchos de sus amigos íntimos creen que viajará a la Argentina el año próximo, antes del 1º de marzo, fecha de asunción del próximo presidente del Uruguay, país al que también visitaría. ¿Cómo combinaría el plan de un viaje con la dureza de los dichos de Francisco? Un colaborador estrechísimo del Papa explica: “No habría que descartar que la acidez de lo que dijo haya sido una provocación para calibrar la respuesta del Gobierno. Él tiene alguna duda sobre cómo va a ser recibido”. ¿Un Papa vandorista, que pega para después acordar?
En Roma o en Buenos Aires, Bergoglio es una referencia de la política local. Una figura a la que muchos dirigentes recurren en busca de legitimidad. Es el caso, en estas horas, de la jueza María Servini de Cubría, quien visitó el Vaticano con el empresario del transporte Claudio Cirigliano y con Vicente Luce. Es la pareja de Servini, y un enigmático alter ego de Cirigliano. ¿Los gastos de la excursión corrieron por cuenta de Cirigliano? Habladurías.
Es comprensible que Servini peregrine en busca de consuelo religioso. Está angustiada. En el juzgado de María Eugenia Capuchetti tramita una causa por un crimen de lesa humanidad. Fue abierta a raíz de que un ciudadano, que se llamaría Santiago Alejandro Bidegain, se presentó diciendo que cree ser hijo de desaparecidos. Bidegain cree que, en 1977, siendo un bebé, fue entregado a quienes lo criaron por quien, para ese entonces, era la jueza de menores Servini, esposa del brigadier Juan Cubría. El verdadero padre de Bidegain se llamaría Javier Matías Darroux. Servini, que se caracterizó durante muchos años por investigar casos como el de Bidegain/Darroux, se encuentra salpicada por una trama similar. El fiscal que debe investigarla es su íntimo amigo Ramiro González.
Como es natural, el expediente inquieta a la jueza. En vano imaginó que su nieto, que trabajaba en el juzgado de Ariel Lijo, fuera designado a las órdenes de Capuchetti para monitorear las decisiones y procedimientos. Pero el heredero de Servini se negó a prestar ese servicio, abandonó tribunales y se incorporó al estudio Cúneo Libarona.
Los ‘70 vuelven con todos sus fantasmas. Una versión muy confiable que circula en tribunales es que la Cámara Federal reabrirá el caso del atentado terrorista contra el comedor de la Policía Federal, perpetrado por los Montoneros el 2 de julio de 1976. Esa causa habría pasado en su momento por las manos de Servini, quien resolvió que no fue un acto terrorista, ni un delito de lesa humanidad. Esa decisión benefició a varios integrantes de la cúpula montonera, entre otros, a Mario Eduardo Firmenich y a Horacio Verbitsky. ¿Se puede sospechar un intercambio de favores entre algún sobreseído en esa causa y la jueza acusada de traficar hijos de desaparecidos? Sería inconcebible.
La hiperactividad de tribunales alcanza de todos los niveles. Ayer Ricardo Lorenzetti aceptó que la designación de Manuel García-Mansilla y de su ahijado, Ariel Lijo, para la Corte Suprema de Justicia camina más lento de lo que se esperaba. Admitió, entonces, que a fin de año habrá un tribunal con sólo tres integrantes. Como se jubilará Juan Carlos Maqueda, sólo quedarán Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y el propio Lorenzetti. Como hay que imaginar una parálisis, es muy probable que antes de la partida de Maqueda la Corte resuelva miles de sentencias. Un fenómeno al que debería prestar atención Javier Milei.
Lorenzetti se refirió también ayer a una cuestión sensible para él: la presidencia de la Corte. Para el cargo fue reelecto Rosatti, y Lorenzetti volvió a objetar que se votó a sí mismo. En la Corte sonríen y alegan: “Como Adenauer, que en 1949 se convirtió en el primer Canciller de la República Federal Alemana por una mayoría de un solo voto, que fue el suyo”. En la Justicia no falta algún bromista que sostiene que, para terminar con las rencillas, no hace falta ampliar la Corte. Alcanza con multiplicar sus presidencias.