
El mercado inmobiliario porteño no deja de sorprender, con barrios que se transforman constantemente, edificios que rompen con lo tradicional y avenidas que hasta hace algunos años estaban vacías, hoy son nuevos polos de urbanización. Este fenómeno se vive en la zona, a pasos de Puerto Madero, donde lo vintage y lo moderno encontraron una nueva sinergia.
Con buenos accesos y vecina a la movida cultural de San Telmo, la zona que redefine el bajo porteño pasó de ser un área de camiones, tránsito pesado y muros de contenedores a convertirse en uno de los rincones con las mejores vistas de Buenos Aires.
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Su ubicación es uno de los grandes fuertes de este “nuevo barrio porteño” al que apostó Eduardo Costantini. El empresario que inauguró este miércoles el proyecto Huergo 475, una torre de 38 pisos que se sumó al frente costero de Buenos Aires, con casi todos los departamentos vendidos.
El edificio en el que se desembolsaron US$90 millones de inversión -entre la compra del terreno de 3920 m² y la construcción del emprendimiento- tiene departamentos de uno a tres ambientes, todos con balcón y cuatro orientaciones con diferentes vistas. “Nos quedan solo nueve unidades de las 507 totales”, afirmó Gonzalo de la Serna, CEO de Consultatio, que se venden a los mismos valores que Puerto Madero: entre US$5000 y US$6000 el metro cuadrado.
Con una arquitectura pensada para fomentar la vida comunitaria en altura, una de las particularidades del desarrollo es que los amenities están distribuidos a lo largo de toda la torre para vivir de una forma vertical, de modo que no se concentre todo en un mismo lugar. La idea de este modo de vida vertical es fomentar la conexión entre los residentes.
“El proyecto sintetiza nuestra visión de ciudad: invertir con responsabilidad, apostar por la calidad arquitectónica y crear edificios que generen valor colectivo. Nos enorgullece que el proyecto haya tenido una respuesta tan contundente y que su propuesta de comunidad se haya convertido en un nuevo estándar para el Bajo porteño”, afirmó Costantini.
Diseñado por el estudio Adamo–Faiden y construido por Criba, el edificio introduce un nuevo modo de habitar la verticalidad. Más de 1500 m² de espacios comunes –que incluyen biblioteca, coworking, wellness, gimnasio, piscina y parrillas en el rooftop– se distribuyen en distintos niveles, permitiendo a todos los residentes acceder a vistas panorámicas y experiencias compartidas, sin importar el piso en el que vivan. Esta configuración refuerza el concepto de “democratizar la altura”, uno de los ejes del proyecto.
Al respecto, Marcelo Faiden, el arquitecto encargado del proyecto, señaló, durante el recorrido que realizó con periodistas, que “no importa si vivís en un monoambiente, podés usar toda la torre. Eso la vuelve mucho más humana. Es parte de un sistema”.
Asimismo, la posición estratégica de la torre fue pensada para “unir la plaza con el eje cívico de la ciudad”, y su coloración, un distintivo verde que “se camufla con la copa de los árboles”, busca una integración armónica con el entorno natural circundante.
“Las torres son una tipología relativamente nueva. Con cada vez más población viviendo en ciudades, hay que pensarlas hacia adelante con cuidado. Las torres no son solo objetos aislados; si la densidad va a seguir creciendo, hay que diseñarlas como piezas que se relacionen con la ciudad. Esta lo hace: cuando se encuentra con la baja escala de Monserrat, cuando mira por encima de Puerto Madero y se eleva. Y genera una comunidad de casi mil personas que van a vivir acá. Sus miradores hacen que Buenos Aires sea distinta a como la conocían antes de entrar”, agregó el arquitecto.
Minutos antes del corte de cinta con el que inauguró el edificio, Eduardo Costantini dejó en claro que el proceso creativo del proyecto fue más exploración que receta fija. “Este edificio tiene muchas cualidades. Consultatio nunca termina un desarrollo igual a como lo empieza. Lo vamos elaborando, agregándole cosas; no sabemos en qué va a terminar. El proyecto no es estático, es dinámico. Lo que queremos es mejorar su valor percibido, generando un hábitat”, dijo.
Por su parte, el CEO de Criba, Santiago Tarasido, fue igual de frontal: “Hacemos obras que cambian la vida de las personas y esta es una. Nos tocó construir otros proyectos emblemáticos, pero este tiene alma. La fachada no es recta: tiene entrantes y salientes que fueron una complejidad. Y la enorme pileta en el último piso obligó a alivianar la estructura. Es un proyecto distinto y desafiante desde todo punto de vista”, explicó.
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La propuesta se completa con una amplia plaza pública de 2800 m², abierta a todos los ciudadanos que quieran utilizarla. En la planta baja, además, habrá dos locales gastronómicos. El diseño logra integrar el interior y exterior de manera fluida: “El mismo piso de afuera está en las terrazas elevadas”, una elección que, según el arquitecto, “no remarca que hay lugares más importantes que otros, no hace divisiones morales”. El pasaje interior conecta directamente con la calle Venezuela e incorpora vegetación, reflejando la paleta de verdes y marrones característica del parque, y esconde entre sus luces un reloj digital.
Para sus residentes, se dispusieron lockers en la planta baja para recibir pedidos, gestionados a través de una aplicación. En el piso 11, dos espacios flexibles –un coworking y una sala de reunión o clases– ofrecen vistas directas hacia el río, pensados como “lugares de poco movimiento”. Mientras que la pileta y un jardín verde en altura se encuentran en el piso 32.
La obra estuvo a cargo de Consultatio, con la arquitectura del estudio Adamo-Faiden y la construcción realizada por Criba. La dirección de obra quedó en manos de Spósito y Asociados, mientras que el paisajismo fue desarrollado por Cora Burgin junto al Grupo Landscape. Mientras que, el interiorismo, por su parte, llevó la firma de Flora.
El arte de… vivir en altura
Si hay algo que caracteriza a Costantini es su pasión por el arte, tanto como coleccionista como en su rol de fundador y dueño del MALBA, sino también en sus ambiciosos planes para un futuro distrito de arte en su nueva adquisición en la avenida Bullrich -pleno barrio de Palermo-, donde hoy se ubica el Portal Palermo (jumbo y Easy), se materializa de manera contundente en Huergo 475.
El desarrollo inaugurado este miércoles incorpora un programa de arte contemporáneo curado, compuesto por siete obras creadas específicamente para cada ambiente del edificio. “Buscamos que el arte no sea solo parte del interiorismo, sino una forma de habitar. Cada obra fue creada para un espacio y con un uso específico, integrándose de manera orgánica a la vida diaria del edificio”, explica Costantini, destacando la intencionalidad detrás de cada pieza.
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Estas obras artísticas transforman los espacios comunes, ampliando significativamente la experiencia cotidiana de los residentes. Para este proyecto, se convocó a una selección de artistas argentinos de diversas generaciones, que utilizaron distintas poéticas y materiales:
- Carolina Antich con una instalación que sirve como ingreso a la plaza de acceso público en la que decidió rendir tributo a un grupo de mujeres llamadas las Ama, conocidas como “mujeres del mar”
- Valentín De Marco, instaló mancuernas realizadas artesanalmente en bronce y mármol dispuestas en una línea vertical sobre el muro del gimnasio
- Alfredo Dufour realizó un mural con la técnica de mosaiquismo en el SUM del edificio
- Irina Kirchuk instaló en la terraza dos esculturas gemelas que evocan telescopios a través de los cuales se puede “escuchar, mirar y gritarle a la ciudad”
- Lucrecia Lionti, retomó la tradición textil del noroeste argentino a través de diversas técnicas y realizó un diseño específicamente para el lavadero del edificio
- Nicolás Martella, por su parte, reunió libros a través de los años, con títulos que comienzan con la frase “El arte de” y se exhiben en una biblioteca en el espacio de cowork
- Augusto Zanella, a través de un conjunto de luces y tubos lumínicos distribuidos en el hall del edificio dio forma a dos relojes