TEL AVIV / NUEVA YORK.- Los beepers comenzaron a sonar poco después de las 15.30 del martes en Líbano, alertando a los miembros de Hezbollah de un mensaje de sus líderes en un coro de notificaciones, melodías y zumbidos.
Pero no eran los líderes. Las notificaciones habían sido enviadas por el archienemigo de Hezbollah, y en cuestión de segundos las alertas fueron seguidas por sonidos de explosiones y gritos de dolor y pánico en calles, tiendas y hogares de todo Líbano.
Las explosiones, provocadas por unos pocos gramos de un compuesto explosivo oculto en los dispositivos, hicieron que hombres salieran despedidos de sus motos y se estrellaran contra las paredes, según los testigos y las imágenes de video. La gente que estaba de compras cayó al suelo, retorciéndose de dolor, con humo saliendo de sus bolsillos.
Mohammed Awada, de 52 años, y su hijo, conducían junto a un hombre cuyo beeper explotó, dijo. “Mi hijo se volvió loco y empezó a gritar cuando vio que la mano del hombre volaba lejos de él”, contó.
Al final del día, al menos una decena de personas habían muerto y más de 2700 estaban heridas, muchas de ellas mutiladas. Y al día siguiente, otras 20 personas murieron y cientos resultaron heridas cuando sus handies también empezaron a explotar misteriosamente. Algunos de los muertos y heridos eran miembros de Hezbollah, pero otros no; cuatro de los muertos eran niños.
Israel no confirmó ni negó su participación en las explosiones, pero 12 funcionarios y exfuncionarios de defensa e inteligencia, a quienes se informó del atentado, afirmaron que los israelíes estaban detrás de él, y describen la operación como compleja y de larga gestación. Hablaron con The New York Times bajo condición de anonimato, dada la sensibilidad del tema.
Las trampas explosivas colocadas en los beepers y los handies fueron el hito más reciente del conflicto que enfrenta desde hace décadas a Israel y Hezbollah, que está radicada al otro lado de la frontera, en el Líbano. Las tensiones se intensificaron tras el inicio de la guerra en la Franja de Gaza.
Los grupos respaldados por Irán, como Hezbollah, son vulnerables desde hace tiempo a los ataques israelíes con tecnologías sofisticadas. En 2020, por ejemplo, Israel asesinó al principal científico nuclear iraní utilizando un robot asistido por inteligencia artificial controlado a distancia vía satélite. Israel también ha utilizado el hackeo para obstaculizar el desarrollo nuclear iraní.
En el Líbano, mientras Israel eliminaba a comandos de alto rango de Hezbollah con asesinatos selectivos, su líder llegó a una conclusión: si Israel utilizaba la alta tecnología, Hezbollah se pasaría a tecnologías más simples. El líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, dijo que estaba claro que Israel utilizaba las redes de telefonía celular para localizar a sus agentes.
“Si me preguntas dónde está el agente”, dijo Nasrallah a sus seguidores en un discurso televisado públicamente en febrero. “Te digo que el agente es el teléfono que está en tus manos, en las de tu esposa y en las de tus hijos”.
Luego lanzó una súplica. “Entiérrenlo”, dijo Nasrallah. “Métanlo en una caja de hierro y pónganlo bajo llave”.
Nasrallah llevaba años presionando para que Hezbollah invirtiera en beepers, que, a pesar de sus limitadas capacidades, podían recibir datos sin revelar la ubicación del usuario u otra información comprometedora, según las evaluaciones de los servicios de inteligencia estadounidenses. Los servicios de inteligencia israelíes vieron una oportunidad.
Incluso antes de que Nasrallah decidiera ampliar el uso de beepers, Israel ya había puesto en marcha un plan para crear una empresa fantasma que se haría pasar por fabricante internacional de beepers.
Según todas las apariencias, BAC Consulting era una empresa con sede en Hungría contratada para producir los dispositivos en nombre de una empresa taiwanesa, Gold Apollo. En realidad, formaba parte de una pantalla israelí, según tres agentes de inteligencia informados sobre la operación. Dijeron que también se crearon al menos otras dos empresas ficticias para ocultar la verdadera identidad de las personas que producían los beepers: oficiales de inteligencia israelíes.
BAC aceptó clientes ordinarios, para los que produjo una serie de localizadores ordinarios. Pero el único cliente que realmente importaba era Hezbollah, y sus beepers distaban mucho de ser corrientes. Producidos por separado, contenían baterías con el explosivo PETN, según los tres agentes de inteligencia.
Los beepers comenzaron a enviarse a Líbano en el verano boreal de 2022 en pequeñas cantidades, pero la producción aumentó rápidamente después de que Nasrallah denunciara los teléfonos celulares.
Algunos de los temores del Nasrallah fueron estimulados por los informes de los aliados de que Israel había adquirido nuevos medios para hackear teléfonos, activando micrófonos y cámaras de forma remota para espiar a sus propietarios. Según tres funcionarios de los servicios de inteligencia, Israel había invertido millones en el desarrollo de esa tecnología, y entre Hezbollah y sus aliados se corrió la voz de que ninguna comunicación por teléfono celular —ni siquiera en las aplicaciones de mensajería encriptadas— era ya segura.
Nasrallah no solo prohibió los teléfonos celulares en las reuniones de los operativos de Hezbollah, sino que ordenó que los detalles de los movimientos y planes de Hezbollah nunca se comunicaran a través de celulares, dijeron tres funcionarios de inteligencia. Ordenó que los oficiales de Hezbollah llevaran beepers en todo momento y que, en caso de guerra, se utilizaran para indicar a los combatientes dónde dirigirse.
Durante el último verano boreal aumentaron los envíos de beepers a Líbano: miles llegaron al país y se distribuyeron entre los oficiales de Hezbollah y sus aliados, según dos funcionarios de inteligencia estadounidenses.
Para Hezbollah, se trataba de una medida defensiva, pero en Israel, los oficiales de inteligencia se referían a los beepers como “botones” que se podían pulsar cuando pareciera que había llegado el momento.
Ese momento, al parecer, llegó esta semana.
El domingo, ante su gabinete de seguridad, el primer ministro Benjamin Netanyahu dijo que haría todo lo necesario para que los más de 70.000 israelíes expulsados por los combates con Hezbollah pudieran regresar a sus hogares, según informaron varios medios de comunicación israelíes. Esos residentes, dijo, no podrían regresar sin “un cambio fundamental en la situación de seguridad en el norte”, según un comunicado de la oficina del primer ministro.
El martes se dio la orden de activar los beepers.
Para desencadenar las explosiones, según tres funcionarios de inteligencia y defensa, Israel hizo sonar los dispositivos y les envió un mensaje en árabe que parecía provenir de los altos dirigentes de Hezbollah.
Segundos después, Líbano era un caos.
Con tantos heridos, las ambulancias colmaban las calles y los hospitales pronto se vieron desbordados. Hezbollah dijo que al menos ocho de sus combatientes habían muerto, pero varios no combatientes también se vieron envueltos en el desastre.
En el sur de Líbano, en el pueblo de Saraain, una niña, Fatima Abdullah, acababa de llegar a casa de su primer día de cuarto grado cuando oyó que el beepers de su padre empezaba a sonar, dijo su tía. Agarró el aparato para llevárselo y lo tenía en la mano cuando explotó, matándola. Fátima tenía 9 años.
El miércoles, mientras miles de personas se reunían en los suburbios del sur de Beirut para asistir a un funeral al aire libre por dos personas fallecidas por las explosiones, estalló de nuevo el caos: hubo otra explosión.
En medio del humo amargo, las personas, presas del pánico, salieron en estampida a las calles, buscando refugio en los halls de los edificios cercanos. Muchos temían que su teléfono, o el teléfono de una persona que estaba a su lado entre la multitud, estuviera a punto de explotar.
“¡Apaga el teléfono!”, gritaban algunos. “¡Quítale la batería!”. Poco después, una voz en un altavoz del funeral instó a todo el mundo a hacerlo.
Para los libaneses, la segunda oleada de explosiones fue la confirmación de la lección del día anterior: ahora viven en un mundo en el que los dispositivos de comunicación más comunes pueden transformarse en instrumentos de muerte.
Una mujer, Um Ibrahim, detuvo a un reportero en medio de la confusión y le suplicó poder utilizar un celular para llamar a sus hijos. Con las manos temblorosas, marcó un número y luego gritó una orden:
“¡Apaguen sus teléfonos ya!”.
Por Sheera Frenkel, Ronen Bergman y Hwaida Saad