En 2012, las encuestas subestimaron a Barack Obama. En 2016, a Donald Trump. En 2020, nuevamente al candidato republicano. Desde hace más de una década, a la industria norteamericana de los sondeos, mayor que la de cualquier otro país, le cuesta mucho medir el apoyo a sus candidatos presidenciales, no importa si son demócratas o republicanos, al punto de errar ruidosamente en el nombre de los ganadores.

Los encuestadores prometen haber revisado sus variables, sus métodos y sus muestreos para evitar, en 2024, los desaciertos y la desconfianza, pero no se atreven aún a apostar del todo por la precisión de sus investigaciones.

La presencia de Trump en la campaña les suele complicar la medición por varias razones; entre otras, sus seguidores desconfían más que los demócratas de los encuestadores y, por otro lado, son votantes más irregulares. La súbita irrupción de Kamala Harris a mitad de la campaña les sumó otro desafío: cómo determinar si el entusiasmo por su candidatura es permanente o solo una reacción a la salida de Joe Biden o, por ejemplo, cómo anticipar si los prejuicios más silenciosos de los norteamericanos atentarán contra la elección de una mujer presidente.

Donald Trump vs. Kamala Harris: los números que definirán una elección milimétrica en EE.UU.

¿A cuál de los dos candidatos subestimarán ahora entonces, si es que lo hacen con alguno pese a haber corregido errores? A diferencia de las anteriores campañas, en las que la ventaja de Biden o Hillary Clinton sobre Trump a esta altura parecía contundente, los sondeos muestran hoy un empate total. Prácticamente cada día amanece con una nueva encuesta presidencial, pero en ninguna Trump o Harris sacan ventaja por encima del margen de error.

La moneda está en el aire, como pocas otras veces, y aun si la subestimación de uno u otra candidata es milimétrica, será suficiente para determinar el o la próxima presidente de Estados Unidos. Esa incertidumbre desnuda una polarización que se cimentó a lo largo del siglo y hoy complica cualquier campaña presidencial: Trump y Harris se desviven por encontrar el hueco o la fórmula para destrabar la paridad total.

Donald Trump mira un video con la imagen de Kamala Harris en el Expo  World Market Center de Las Vegas. (JUSTIN SULLIVAN / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / Getty Images via AFP)

Trump confía en que el recuerdo de la bonanza de sus primeros años de presidencia servirá para contrastar con la crisis del costo de vida de hoy y, eventualmente, ganar. Harris se recuesta en la memoria de los escándalos y el caos de ese mandato republicano y del carácter irritable y desgastado de su rival, desplegado en toda su esencia en el debate del martes pasado.

Quedan solo siete semanas para las elecciones del 5 de noviembre y el esfuerzo de Trump y Harris para desbloquear el empate dependerá, fundamentalmente, de tres números.

1. En el Colegio Electoral, siete es más que 43

Pocas veces los sondeos fueron tan cuestionados o tocaron el punto de la humillación como en 2016. Ese año, pese a lo que anticipaban la totalidad de las encuestas, Trump llegó a la Casa Blanca gracias a los 304 delegados -34 más de los necesarios- que alcanzó en el Colegio Electoral, órgano donde los representantes de los estados deciden la presidencia de Estados Unidos.

Los sondeos anticipaban que Hillary Clinton ganaría el voto popular y así lo hizo, aunque por menos de previsto.

Donald Trump y Hillary Clinton, en un debate antes de las elecciones de 2016

Curiosamente, esas elecciones no representaron el peor error de los sondeos nacionales: sobreestimaron la ventaja de Clinton en un 1,3% mientras que, en 2012, hicieron lo mismo con Mitt Romney –rival de Obama- en un 2,4% y, en 2020, con Biden en un 3,9%, según un estudio del Centro de Investigaciones Pew de agosto pasado. Es decir que el de 2016 fue el menor error de estimación para el voto nacional de las últimas elecciones.

El problema de ese año fueron los sondeos en los estados determinantes, que sí le otorgaron a Clinton un margen exagerado al punto de equivocarse en el ganador de los votos populares. Los comicios se decidieron en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, por una ventaja total de apenas 200.000 a favor de Trump.

Con los delegados de esos tres estados, el candidato republicano superó el número mágico: 270.

Hoy la historia se repite y Michigan, Wisconsin y Pensilvania -junto con otros cuatro estados que no tienen un dueño fijo como la demócrata California o la republicana Texas- esconden los códigos de acceso al Salón Oval. Los 43 estados restantes y Washington DC miran la elección desde los márgenes.

De esos siete estados, cada candidato necesita tres para ganar si le suma los delegados de los estados que tradicionalmente se inclinan por su partido. Harris buscará reeditar la ecuación con la que Biden derrotó a Trump en 2020: Michigan, Wisconsin y Pensilvania y, si hay un tsunami azul, Georgia y Arizona, con los que el actual presidente sumó 306 delegados.

Los republicanos apuestan a una fórmula más segura. Buscarán recuperar Georgia, mantener Carolina del Norte y dominar, como en 2016, Pensilvania.

Kamala Harris, en Wilkes-Barre, Pensilvania. (AP/Jacquelyn Martin)

¿Qué dicen las encuestas sobre esas fórmulas? Lo mismo que los sondeos nacionales. La polarización es tal que tampoco en los estados los candidatos se sacan ventaja.

El Centro para la Política de la Universidad de Virginia hizo un promedio de las encuestas estaduales de los dos principales promedios de encuestas, RealClearPolitics y Fivethirtyeight, y reveló que, al viernes, las diferencias son casi inexistentes: los republicanos cuentan con su mayor ventaja en Arizona (1,2%), mientras que los demócratas la registran en Wisconsin (2,2%). En Pensilvania, la niña de los ojos de Trump y de Harris, la vicepresidenta cuenta con un margen favorable de 0,4%. En términos estadísticos, nada.

La campaña demócrata espera ahora que el desempeño positivo de Harris en el debate le permita alimentar la ventaja en todos los estados. Por ahora, pocos sondeos lograron mapear ese avance, que en un Estados Unidos tan polarizado, eso puede resultar desafiante.

“Tras su debate contra Biden [de junio pasado], Trump sumó dos puntos más en los sondeos. La victoria de Harris en su debate contra Trump no fue tan determinante. Además quedan muy pocos votantes indecisos”, advirtió, en su último newsletter, Nate Silver, gurú de las predicciones electorales, y anticipó que la vicepresidente añadirá apenas entre 1 y 1,5% a su ventaja de 2 puntos sobre el expresidente.

Harris necesita, por lo menos, entre 3 y 4 puntos de margen en el voto popular para asegurarse el triunfo en un Colegio Electoral de sesgo republicano. De hecho, la vicepresidenta tendría 100% chances de ganar solo con una ventaja mayor a 6 puntos, según el cálculo de Silver.

2. La mitad más uno

Consciente de esas limitaciones, la campaña demócrata apunta, entonces, a ampliar el universo de votantes más que a convencer a los que ya están. Y si esos nuevos votantes son mujeres, mejor. Las mujeres ya votaron mayoritariamente por Biden en 2020 (el 55%), pero si Harris logra multiplicar ese número absoluto y esa proporción, caminaría cómodamente hacia la presidencia.

La brecha de género es, entonces, una de las principales cartas en una estrategia oficialista apuntalada sobre la protección de los derechos de la mujer, especialmente el aborto. Por eso, el apoyo que Taylor Swift le dio a Harris el martes a la noche puede ser más trascendental que la victoria de la vicepresidenta en el debate.

Taylor Swift anunció su apoyo a Kamala Harris.

En su mensaje, la estrella de la música convocó a sus seguidores a sufragar y, en apenas dos días, el sitio oficial de registro de nuevos votantes recibió más de 300.000 consultas, entre tres y cuatro veces más que lo habitual.

¿Cómo ayudaría eso a Harris? Un estudio reciente de Gallup muestra que las jóvenes generaciones de norteamericanas son más progresistas que sus antecesoras y se alinean más con el Partido Demócratas. A principio de siglo, el 63% de las mujeres de entre 18 y 29 años se autodefinían como progresistas; hoy ese número llega al 87%. Por su lado, el 50% de los hombres jóvenes hoy se califica progresista.

Chicas progresistas; chicos conservadores; es una tendencia que se consolida en varios otros países. Por eso, la campaña demócrata sueña con un empadronamiento masivo de seguidoras de Swift.

Otros tres datos alimentan la estrategia demócrata de la brecha de género: las mujeres componen el 51% de la población norteamericana y, además, votan más que los hombres (en 2020, el 68,9% de las mujeres empadronadas sufragó, contra el 65% de los hombres). Es decir que, si la estrategia de ampliar el padrón femenino funciona, Harris podría apuntar a una victoria contundente en el voto popular y en el Colegio Electoral.

3. Un cuarto de punto, medio punto, una elección

Las brechas suelen ser determinantes en las elecciones. En 2016, la brecha educativa condujo a Trump a la Casa Blanca. Ignorados por los sondeos, los norteamericanos blancos sin título universitario –una porción importante del padrón- catapultaron al magnate a una sorprendente victoria en el Colegio Electoral.

Hoy, sin embargo, el candidato republicano necesita más que ese voto para volver a la presidencia y su apuesta es son los números de la economía, no todos porque algunos –como el desempleo o el crecimiento- son favorables a Biden. La carta de Trump es insistir en el declive de ingreso real disponible de los norteamericanos, que, según Nate Silver, es uno de los mayores predictores del resultado de las elecciones presidenciales.

Como durante la presidencia de Obama, ese indicador creció durante todos los años de la presidencia Trump hasta que se instaló la pandemia. Volvió a subir con las ayudas directas de Biden, pero con el auge de la inflación se derrumbó y estancó como en pocas otras presidencias.

Los norteamericanos, pese a que sus salarios se recuperaron, hoy tienen menos dinero en el bolsillo. No solo la visita al supermercado o la estación de servicio es más cara; también lo son los intereses de sus hipotecas inmobiliarias, de sus préstamos del auto o de sus tarjetas de crédito. El sueño norteamericano de la casa y el auto como señal de movilidad económica se deshace.

Hay un número que podría impactar en ese dinero disponible a partir ya de este mes. Y se conocerá esta semana cuando Jerome Powell, el titular de la Reserva Federal, anuncie el primer recorte de tasas de interés en años.

Los norteamericanos, pese a que sus salarios se recuperaron, hoy tienen menos dinero en el bolsillo.

La inflación se desacelera en Estados Unidos y la Fed empezará a revertir la era de las tasas altas. ¿De cuánto será el recorte y cuánto impactará en la economía? Los pronósticos son dispares y apuntan a una rebaja de entre un cuarto de punto y medio punto. Los especialistas tampoco se ponen de acuerdo en cuándo y cómo se sentirá el recorte, pero coinciden en que sí afectará casi inmediatamente a los intereses de las tarjetas de crédito, protagonista de la economía diaria de los norteamericanos.

Pese a que los recortes durante campañas presidenciales no son infrecuentes, los republicanos preparan ya sus acusaciones de interferencia electoral contra Powell y la Fed. En la campaña más milimétrica y polarizada de la historia reciente, cualquier decisión o cualquier polémica pueden cambiar el destino de Estados Unidos.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.