En pleno silencio nocturno del Metropolitan Detention Center de Brooklyn, Sean “Diddy” Combs vivió un episodio que heló la sangre de internos y guardias. Según trascendió, un prisionero se coló en su celda y le apoyó un arma casera directamente en el cuello mientras dormía, quedando literalmente a milímetros de convertirse en la crónica policial del día siguiente. El revuelo interno obligó al penal a activar protocolos de emergencia, mientras la dirección penitenciaria intenta, sin éxito, bajar el tono del escándalo.
El estremecedor relato salió a la luz a través de una voz cercana al rapero, quien aseguró que la secuencia fue un shock absoluto. “La acción fue tan súbita como peligrosa; si el atacante hubiera querido llevarla más lejos, no habría tiempo para lamentarse”, declaró el amigo, con tono grave. Otros detenidos, a media voz, murmuran que escucharon gritos y golpes, lo que provocó un clima eléctrico en el pabellón, sazonado por rumores de ajustes de cuentas invisibles.
Durante una audiencia posterior, la defensa de Combs aprovechó la situación para señalar la falta de control interno. “Es inconcebible que un preso tenga acceso a otra celda con un arma fabricada dentro del penal”, manifestó un abogado, visiblemente molesto. La abogada sostuvo que la seguridad del artista corre riesgo real, y que la vida del músico no puede depender de la buena suerte de un guardia atento en medio de la noche.
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El agresor, cuya identidad permanece en hermético silencio, fue enviado de inmediato a confinamiento solitario. Esa decisión, lejos de traer calma, encendió más teorías entre los reclusos: hablan de supuestas alianzas, disputas pasadas e incluso mensajes mafiosos. “Aquí todo tiene un trasfondo, nada es casual”, deslizó un empleado del penal, evitando hacer contacto visual con la prensa.
LA SITUACIÓN DE DIDDY
Tras el ataque, Combs fue trasladado a un sector de vigilancia extrema, donde cada movimiento es monitoreado. La defensa también presentó una solicitud urgente para reforzar protocolos y evaluar condiciones de encierro. “Este penal no puede garantizar la integridad de nadie si estas cosas siguen ocurriendo”, insistió una fuente cercana al equipo legal.
Mientras tanto, el músico intenta digerir lo ocurrido en silencio, rodeado de cámaras, órdenes estrictas y un futuro incierto. Antes de su sentencia, ya había deslizado su arrepentimiento público, buscando un atisbo de empatía del tribunal: “Estoy profundamente arrepentido, busco tratamiento y anhelo redención”.
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