Cuando John Lennon rompió con su primera esposa, Cynthia Powell, fue porque ella volvió de un viaje a Grecia y se encontró a Yoko Ono desayunando con él, ambos en pijama, ignorándola. Cuando Lennon se separó por primera vez de Yoko Ono, fue por tener relaciones sexuales bajo el mismo techo con otras mujeres: en una ocasión, Ono irrumpió en la habitación pero ellos no pararon. Empezó el fin de semana perdido, como se llamó al periodo de 18 meses, entre 1973 y 1975, en el que Lennon se marchó del edificio Dakota en Nueva York y convivió con May Pang, quien había sido su asistente personal y en tareas de producción, una etapa en la que ambos estuvieron bajo la vigilancia remota de Yoko.
La propia artista japonesa le había pedido a May que se fuera con él, y que se comportara como su pareja a todos los efectos, porque no lo veía capaz de cuidar de sí mismo. La versión oficial, o la leyenda negra, dice que en octubre de 1973, cuando se instaló en Los Ángeles con May, John tocó fondo. Que ese periodo estuvo marcado por el abuso del alcohol y las drogas, por su afán de destruir estancias de hoteles y pisos como final de una juerga con su camarilla, por un comportamiento grosero y prepotente en actos públicos (fue expulsado por la seguridad del club The Trobadour).
May tiene otra versión de ese tiempo, que cuenta en el documental El otro amor de John Lennon (The Lost Weekend: A Love Story), de 2022. No es la primera vez que relata su historia (este mismo largometraje incluye entrevistas que dio en los años ochenta, y escribió dos libros de memorias), pero sí que una película reconstruye ese año y medio con este detalle.
Ella había crecido en el Harlem hispano de una familia china; con 22 años establece relación con Lennon y Ono, instalados en Nueva York tras la ruptura de The Beatles. Primero fue colaboradora en la producción de las películas experimentales que rodaban; Yoko le ofreció luego un empleo estable como asistente de John. No daba crédito a lo que le pedía en el momento de la separación, pero iba en serio: el fin de semana perdido con May era algo consensuado por el matrimonio, así que John no tardó en besarla antes de emprender el viaje (y Yoko, por su parte, tuvo su affaire con el músico David Spinozza).
El documental sí cuenta algunos de esos excesos que vivió John en California, pero los acota y relativiza. Lo que quiere hacer saber May es que estuvieron de verdad enamorados, que eran una pareja estable que hacía vida social y tuvo momentos luminosos. Ella admite un par de incidentes violentos con él (John reconoció después que había maltratado a sus parejas en el pasado y se mostró arrepentido por ello). May logró que sentara la cabeza ya en la primavera de 1974, antes de instalarse de vuelta en Nueva York, no en el Dakota, sino en otro apartamento para ellos dos.
Así que si Yoko la había mandado con un hombre presa de sus impulsos y adicciones, May se lo devolvería sobrio y responsable. No solo eso: al lado de May, John recupera la relación con su hijo Julian, después de tres años sin interesarse por él. Contacta con algunos de sus colegas: Mick Jagger, David Bowie, Ringo. Y se vuelve a encontrar con Paul McCartney para una sesión improvisada con Stevie Wonder y Harry Nilsson, entre otros. La grabación se llama A Toot and a Snore in ‘74 y no forma parte de ninguna discografía oficial, pero la versión pirata dio la vuelta al mundo. Además de pasárselo bien, Paul le hizo llegar a John un mensaje de Yoko: estaba dispuesta a considerar su regreso.
Tanto Julian (en directo) como Paul (en diferido, se le ve joven) hablan en el documental para corroborar que su relación con John se restableció durante ese extraño lapso. Lennon incluso se mostraba entonces abierto a un regreso de The Beatles (no era muy consistente en sus posiciones: en otras ocasiones lo descartaba por completo). Además colaboró con Elton John, con quien firmó una canción que fue su único número uno sin The Beatles: Whatever Gets You Thru the Night (no, el single de Imagine no lo logró en 1971). Elton lo hizo salir al escenario, para interpretar tres canciones juntos, en el Madison Square Garden: fue el último concierto masivo del de Liverpool. Para la carrera de Lennon en solitario fue también una época fecunda: publicó el álbum Walls and Bridges y dejó terminado otro de versiones, Rock and Roll, que costó sacar porque estaba a cargo del proyecto el productor Phil Spector, tan genial como psicópata.
Sin que May Pang se muestre demasiado hostil, porque mide sus palabras, Yoko Ono queda como la villana del relato. Una persona tan manipuladora que hasta quiso elegir a la amante de su (¿ex?) marido, y que durante la separación contactaba con ella a diario. Un momento muy revelador es que, después de una riña, May se largó justo cuando John iba a recibir en Nueva York la visita de Cynthia y Julian. Pero Yoko llamó a May para ordenarle que volviera junto a él: no podía dejarlo solo al reencontrarse con su exmujer y su hijo, no estaba preparado. Y ella obedeció.
En el mismo documental se cuenta que durante los años previos Yoko obligaba a May a interceptar las llamadas que hacía Julian a su padre, que hizo lo posible por bloquear esa relación paternofilial. La asistente no solo engrasó aquel reencuentro posterior, sino que hizo amistad duradera con Cynthia. Pero el retrato de John Lennon que sale de aquí es muy amargo, el de un adolescente perpetuo, poco autónomo, abrumado por su personaje, con tendencia a desmadrarse y una enorme dependencia emocional.
Cuenta May que John y ella estaban viendo casas para formar un hogar cuando, en febrero de 1975, Yoko Ono decidió dar por terminado el fin de semana perdido. “Yoko me permite volver a casa”, le dijo John a May. “¿Que te lo permite?”, respondió May. El resto es sabido: John volvió al Dakota y se convirtió, según sus propias palabras, en amo de casa. Tuvo a su segundo hijo, Sean, y se dedicó a su crianza. Aparcó su carrera hasta 1980, cuando la pareja publicó Double Fantasy, tres semanas antes de que él fuera asesinado en el portal de su casa, el 8 de diciembre, por Marc Chapman. No es tan sabido que May asegura que John y ella mantuvieron encuentros furtivos hasta su muerte, que nunca dejaron de relacionarse ni de intimar.
May Pang no quiere quedar en la historia del rock como la otra, mucho menos como una amante por encargo, sino como la tercera pareja estable que tuvo John en su vida, truncada prematuramente, y como una de sus más estrechas colaboradoras en uno de sus mejores momentos creativos. El relato oficial, a su pesar, lo sigue gestionando Yoko Ono.