Otto Johann Anton Skorzeny, fue una de las figuras más llamativas del Tercer Reich. Físicamente era imponente: medía casi dos metros y pesaba cien kilos. Por una cicatriz en su rostro lo llamaban “caracortada”, aunque fue su audacia la que lo convirtió en “el hombre más peligroso de Europa”. Skorzeny comprendió antes que muchos que una imagen podía impactar más que una bala. Fue un maestro de la propaganda. Y cuando la guerra terminó, lejos de ser condenado o vivir bajo el anonimato, disfrutó de una vida de lujos que lo trajo hasta la Argentina, entabló una amistad con Juan Domingo Perón y hasta hubo quienes lo vincularon sentimentalmente con la primera dama, Eva Duarte.
“Era lo más parecido a un influencer en la actualidad”, reflexiona Julio Mutti, escritor e investigador especialista en nazismo en la Argentina y la Segunda Guerra Mundial, durante la entrevista.
-Julio, ¿quién fue Skorzeny?
-Era un ingeniero civil austríaco, nacido en Viena. Se dedicó a su profesión hasta que anexaron Austria. Se adhirió al partido nazi en 1931, a las SA [Sturmabteilung], las tropas de asalto. Sin embargo, no tuvo un papel especialmente activo durante los años previos al Anschluss de 1938, que fue cuando el nazismo impulsó un movimiento interno para debilitar al gobierno austríaco y facilitar la anexión, un proceso que llevó dos o tres años. Cuando estalló la guerra se alistó en las bases de la SS y tuvo un derrotero bastante ordinario, pasó por diferentes frentes hasta que participó del rescate de Mussolini. Fue ahí donde saltó a la fama como “el hombre más peligroso del mundo”.
-¿Cómo fue ese episodio?
-Hace 82 años, en julio de 1943, se realizó la Operación Roble. Cuando los aliados invadieron Sicilia, sur de Italia, se produjo la caída de Mussolini. El dictador italiano fue arrestado y Hitler montó una operación para rescatarlo. Uno de los primeros en llagar a Roma fue Karl Radl, asistente de Skorzeny, que comenzó a hacer trabajos de inteligencia para encontrar a Mussolini.
Al principio, descubrieron que estaba prisionero en la isla La Magdalena, en el mar Tirreno, y planearon liberarlo con lanchas torpederas. Pero, antes de que pudieran actuar, los italianos trasladaron al Duce al Gran Sasso, un macizo montañoso que está 100 kilómetros al noreste de Roma, al hotel Campo Imperatore. La geografía del lugar es bastante montañosa y Skorzeny no tenía los medios para acceder.
Fue entonces, cuando la misión queda en manos de las tropas de paracaidistas de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana. Ellos fueron los que diseñaron y organizaron toda la operación con 10 planeadores.
-¿Cómo aparece Skorzeny en escena?
-Casi tuvo que tuvo que pedir permiso para que lo dejaran participar, porque toda la operación había sido planificada por los paracaidistas al mando del mayor Harald Mors. Skorzeny ni siquiera estaba al frente, viajaba en el cuarto avión. Pero decidió romper el plan. Hizo algo que lo destacó: se desvió de la formación y aterrizó primero, cuando debía aterrizar cuarto.
No solo eso: también llevó un fotógrafo. Al estilo de un influencer actual, llegó primero y se sacó la foto. Incluso forzó al piloto de su pequeña avioneta a dejar subir a Mussolini. La avioneta casi se cae porque no tenía la potencia suficiente para llevar a tres personas, pero la foto valía el riesgo. Montó toda una operación de propaganda.
-Y se quedó con la gloria…
-Él quería ser quien saliera la foto cuando Mussolini bajaba de la avioneta. Así logró que el mundo lo viera como el héroe del rescate, aunque el mérito real había sido de los paracaidistas. No se disparó un solo tiro porque los italianos no se resistieron, estaban bastante entregados. Ellos eran alrededor de 200 y los alemanes 80, pero cuando llegaron lo único que hicieron fue levantar las manos y rendirse.
A mediados del siglo pasado, Skorzeny escribió sus memorias en dos tomos: Vive peligrosamente y Luchamos y perdimos. Sobre el rescate mencionó: “Ni un solo fusil nos atacó. Le informé [a Mussolini] con estas palabras: ‘Duce, el Führer me ha enviado como muestra de su leal amistad’”.
-¿Y así gana el título de “el hombre más peligroso de Europa”?
-Sí, en sus memorias él se da un protagonismo bastante importante en toda la operación. Hubo quienes, como Mors o el jefe de los paracaidistas, presentaron una queja porque lo que salía en la prensa no era verdad, pero todo cayó en saco roto, porque “en la guerra, la primera baja es la verdad”.
-¿Qué pasó luego?
-Fue condecorado y Hitler lo ascendió a Sturmbannführer (mayor) en septiembre de 1943. Si bien jugó un papel importante en la parte de inteligencia, especialmente en la primera etapa, no estuvo al mando de la operación que fue de los paracaidistas.
Julio Mutti cuenta que Skorzeny recibió la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro, una de las distinciones militares más altas que entregó la Alemania nazi, solo unos 7000 militares la recibieron durante toda la guerra, lo que la hacía relativamente exclusiva y un símbolo de prestigio.
Sobre el rescate de Mussolini, Mutti agrega un dato poco conocido: “Cuando el jefe de la Gestapo en Roma, Herbert Kappler, supo que Mussolini estaba en el Gran Sasso, en el Hotel Campo Imperatore, envía a uno de sus oficiales a hacer inteligencia a un pueblito cercano. Ese hombre era Erich Priebke, el mismo que se fugó de Alemania y que se radicó en Bariloche. Luego, Kappler y Priebke fueron condenados por la masacre de las Fosas Ardeatinas”.
La Masacre de las Fosas Ardeatinas, fue uno de los episodios más brutales de la ocupación nazi en Roma: en represalia por un atentado partisano en Via Rasella los alemanes ejecutaron a 335 civiles y prisioneros italianos en las canteras del sur de la ciudad. Tras la guerra, Priebke escapó a la Argentina y vivió en el anonimato hasta que en 1994 un periodista estadounidense reveló su paradero. Fue extraditado a Italia y condenado a cadena perpetua en 1998 por crímenes de lesa humanidad.
-¿La cicatriz que Skorzeny tenía en su rostro fue recuerdo de su pasado bélico?
-No. Aunque era un hombre de acción, no se la hizo en la guerra. Era esgrimista y, en la década del 20, había una tradición de lucir una cicatriz en el rostro -“Schmiss”, en alemán- como un trofeo. Se llevaba con orgullo, era un símbolo de coraje y valentía.
-¿Skorzeny intervino en otras operaciones conocidas?
-Sí. En 1944 lideró el ataque alemán que secuestró al hijo del regente húngaro Miklós Horthy. Hungría estaba cercada por los soviéticos y ya no aguanta más la guerra. Estaba a punto de defeccionar, como Italia. Para evitarlo, Skorzeny secuestró al hijo del regente y obligó a Horthy a viajar a Alemania, donde terminó dimitiendo en favor de alguien afín a Hitler. También, sobre el final de la guerra, Skorzeny fue el encargado de llevar adelante la Operación Greif. Que fue por la cual quisieron condenarlo y no pudieron y francamente hubiera sido ridículo
-¿Por qué?
-Porque nunca fue condenado por ningún crimen de guerra. Él siempre fue un soldado, pero nunca se le comprobó responsabilidad directa en atrocidades.
-¿En que consistió la operación Greif?
-Hitler le encargó a Skorzeny un papel en la última ofensiva alemana, la ofensiva de las Ardenas , entre diciembre del 1944 y principios del 45. Skorzeny armó un grupo de alemanes que hablaban inglés a la perfección, los vistió con uniformes norteamericanos y tenían algunos jeeps capturados, los infiltró en las líneas enemigas para desinformar y generar confusión.
-¿Cuál fue el resultado de la operación?
-Fue más propagandística que real: apenas lograron generar paranoia entre los norteamericanos, pero no hubo un impacto militar decisivo. Por esta operación quisieron juzgarlo por espionaje, pero después lo dejaron ir. Solo estuvo detenido un par de años por un proceso de “desnazificación”, como le decían los aliados, pero después vivió tranquilamente usando siempre su verdadero nombre. Se movió entre España, Argentina, Irlanda sin problemas. Nunca se escondió.
En 1970, Skorzeny fue entrevistado por un medio español y negó ser un refugiado político. “Estoy aquí porque me gusta”, aseguró.
-Hablemos de la vida de Skorzeny después de la guerra y su vínculo con la Argentina.
-Se dice que vivió en la Argentina, pero la realidad es que su paso por el país fue bastante corto y superficial. Sus estadías en Argentina duraron pocos meses. Él siempre vivió en España y un tiempo en Irlanda. Pero la mayor parte del tiempo estuvo en Madrid. Durante el régimen de Franco se movía tranquilamente en la alta sociedad española. Tenía varia empresas y era cercano a personalidades influyentes de franquismo. Nadie lo buscaba por ningún crimen, más allá su pasado nazi, del cual nunca renegó.
-¿Tuvo un vínculo con Perón?
-Sí. Skorzeny tenía un archivo personal, que la viuda de Skorzeny dio a conocer cuando él falleció. Incluso, hay fotos de ambos juntos.
-Algunas versiones lo ubican como guardaespaldas de Eva Perón, incluso hablan un romance con la primera dama. ¿Qué hay de cierto en eso?
-Muchos dicen eso, que era su amante, pero es incomprobable. La realidad es que Skorzeny era un hombre que estaba muy bien económicamente. Aunque sus negocios no están demasiado claros, tuvo varias empresas en España y no tenía necesidad de trabajar de guardaespaldas. Creo que es más verosímil que haya sido un asesor de seguridad o que haya asesorado a Perón en algunas cuestiones militares. Pero un contacto más que nada social.
-¿Tuvo familia?
-Se casó antes de la guerra, pero se divorció. Después de la guerra volvió a casarse y, otras vez, se divorció. En total, tuvo tres esposas. La más famosa fue la última Ilse Lüthje, era la sobrina de Hjalmar Schacht, el ministro de economía del Tercer Reich. Pertenecía a una familia pudiente.
Aunque Ilse perteneció a una familia muy aristocrática (había sido la segunda esposa del conde de Finckenstein, uno de las familias poderosas de Prusia occidental) perdió toda su fortuna por malas inversiones y estafas. Vivió sus últimos días en un asilo de España y murió en 2002, sin recursos. Lo único que conservaba era el archivo personal de Skorzeny, compuesto por más de dos mil documentos. En 2011, ese archivo salió a subasta y fue adquirido -en su mayor parte- por un estadounidense.
-¿Fue perseguido por el Mossad?
-No, eso es un rumor. Skorzeny nunca estuvo en la mira del Mossad ni de los cazadores de nazis. Ellos buscaban a los que habían huido de la Justicia, y a él lo absolvieron.
-¿Cómo fueron sus últimos días?
-Murió en España de cáncer de pulmón, era un fumador empedernido, tenía 67 años.