
La economía argentina se encuentra atravesando una etapa de tensión que, aunque contenida, se hace cada vez más evidente. La inflación ha retomado fuerza, el dólar oficial permanece estable por decisión política, aunque con señales crecientes de presión alcista, y el humor social gira en torno a una consigna que, aunque no se diga en voz alta, parece compartida por todos: resistir hasta que pasen las elecciones. Con el 26 de octubre como punto de referencia, las posibilidades de un ajuste cambiario se incrementan día a día, impulsadas por un mercado que empieza a percibir con claridad el desgaste de las herramientas que han venido conteniendo tanto el tipo de cambio como el gasto fiscal. En este contexto, se busca encontrar un equilibrio entre distintas urgencias: cumplir con las deudas, protegerse comprando dólares o simplemente llegar a fin de mes sin “comerse” los ahorros. Sin embargo, más allá de los pronósticos o las especulaciones, lo que realmente puede marcar una diferencia es anticiparse y ordenar las finanzas personales antes de que el escenario cambie por completo. En la columna de hoy veremos dos consejos concretos que pueden ayudar a atravesar una posible devaluación después del proceso electoral. Se trata de decisiones simples y prácticas, que podés comenzar a implementar de inmediato. ¡Comencemos!
1. La regla de las tres cuentas
En contextos marcados por la incertidumbre económica, uno de los mayores riesgos para las finanzas personales no es la volatilidad externa, sino la falta de organización. Por eso, dividir los fondos propios en tres cuentas o compartimentos no responde a una obsesión contable, sino a una lógica de supervivencia financiera que permite saber con claridad cuál parte del dinero se utiliza, cuál se protege y cuál se reserva para actuar en el momento oportuno. La primera cuenta es la de liquidez inmediata. Su función es sostener el funcionamiento cotidiano y cubrir gastos básicos como el supermercado, los servicios, el transporte y ciertos imprevistos. No debería incluir más dinero que el necesario para cubrir estos rubros, ya que cada peso inmovilizado aquí pierde valor rápidamente. No se trata de tener los pesos “parados”: se pueden mantener en cuentas remuneradas, fondos money market o cauciones bursátiles de vencimiento muy corto, incluso diario, siempre con la premisa de que esté disponible cuando se necesite, pero evitando que quede improductivo. La segunda cuenta actúa como una cobertura frente a una posible devaluación. Aunque la proporción ideal varía según el perfil de cada persona, en el contexto actual este compartimento debería ser el más robusto. Su propósito no es generar ganancias, sino preservar el poder adquisitivo.
En este grupo entran tanto el dólar físico como el dólar MEP, además de stablecoins como USDT, USDC o DAI. También pueden incluirse bonos ajustados por tipo de cambio o por inflación, e incluso inversiones externas con liquidez aceptable y bajo riesgo, especialmente si están pensadas a mediano o largo plazo. Esta cuenta cumple un rol estructural: es el refugio que mantiene el patrimonio protegido mientras se espera que el entorno macroeconómico se estabilice. Por último está la cuenta de oportunidad futura, que suele quedar relegada en la planificación, aunque puede ser clave para aprovechar los cambios de escenario. Esta no responde a una lógica de cobertura pasiva ni de liquidez total, sino que constituye una reserva táctica, pensada para activarse cuando la economía muestre señales de recomposición y existan activos disponibles a precios bajos. Aquí pueden considerarse instrumentos con vencimientos muy cortos (como cauciones o bonos que se liberen justo después de las elecciones) así como activos líquidos en el exterior que permitan reaccionar rápidamente. La idea central de esta cuenta es conservar margen de maniobra cuando otros se ven forzados a liquidar por urgencia, ya que la experiencia local demuestra que después de cada ajuste fuerte suelen abrirse ventanas de oportunidad breves, reservadas para quienes llegan preparados, con liquidez y una estrategia clara.
2. Consumo con estrategia: el supermercado como campo de batalla
Cuando los precios empiezan a subir con más fuerza y el dólar oficial parece inmóvil, cada acto de consumo deja de ser algo cotidiano para convertirse en una decisión con impacto económico y emocional. Desde lo que se elige en la góndola hasta los gastos digitales automáticos, cada movimiento cuenta, y gastar de forma consciente puede funcionar como una forma de protección financiera ante escenarios inestables. En este sentido, anticiparse a ciertas compras previsibles (como productos no perecederos, artículos de limpieza o alimentos básicos) puede ser una buena estrategia si se hace con criterio. La idea es adelantar lo inevitable, pero sin caer en la ansiedad. Hay una diferencia importante entre prepararse y entrar en pánico: si sabés que vas a necesitar ciertos productos en el corto plazo, comprarlos hoy puede ayudarte a evitar aumentos posteriores; en cambio, acumular sin sentido suele dejarte con menos liquidez justo cuando más la necesitás. Ante una devaluación, es probable que muchos precios suban casi de inmediato, pero eso no significa que llenar el changuito sea la solución. Lo importante es tener un plan y ejecutarlo con cabeza fría. También conviene prestar atención a los impulsos que llevan a consumir por miedo. En muchos hogares, el gasto no se incrementa por necesidad real, sino por ansiedad. Esa urgencia de comprar “antes de que aumente” responde más a una sensación de pérdida que a un análisis racional. Aprender a esperar, cuando se puede, es parte de desarrollar una calma financiera que ayuda a tomar mejores decisiones. A veces, el ahorro no está solo en lo que se evita comprar, sino en lo que se decide postergar. Si algo no es esencial en este momento, dejarlo para más adelante puede ser una manera de preservar recursos valiosos. Por otra parte, hay un frente de gasto que muchas veces pasa desapercibido: el consumo digital en dólares. Servicios como Netflix, Amazon, Spotify o iCloud suelen parecer menores, pero ante una devaluación, esos montos pueden aumentar automáticamente y sin previo aviso. Hacer una revisión de todas las suscripciones actuales permite identificar servicios que ya no se usan, considerar pasar a planes familiares o incluso buscar alternativas locales en pesos. Cada gasto en dólares que logres reducir hoy es un impacto menos en tus finanzas si el tipo de cambio da un salto. Las compras en cuotas también merecen un análisis. En contextos de alta inflación, aprovechar promociones sin interés puede tener sentido, siempre que se trate de bienes necesarios y que no comprometan el presupuesto futuro. Pagar en tres o seis cuotas fijas en pesos puede ser una forma válida de protegerse del aumento de precios, pero hay que evitar caer en la trampa de endeudarse sin medida, bajo la idea de que una eventual devaluación se va a encargar de licuar todo. Esa lógica es engañosa: no todas las deudas en pesos pierden valor al mismo ritmo, y cargar con obligaciones innecesarias puede afectar tu tranquilidad mucho antes de que llegue cualquier licuación. Finalmente, si estás considerando una compra grande (como un electrodoméstico, un mueble, un auto o incluso un viaje) puede ser útil preguntarte si realmente necesitás hacerlo ahora o si podés esperar. En un entorno de alta incertidumbre, conservar liquidez tiene más valor que adquirir algo que podría cambiar de precio o incluso perder relevancia en poco tiempo. La experiencia argentina muestra que los movimientos bruscos suelen modificar los precios relativos, y quienes mantienen margen de acción suelen encontrar mejores oportunidades una vez que el panorama se redefine.
Conclusión
Nadie puede anticipar con certeza lo que ocurrirá después del 27 de octubre. Es posible que el dólar se mantenga estable, que no haya movimientos bruscos y que el país logre un equilibrio inesperado. Sería lo ideal. Pero vivir en Argentina ha enseñado, una y otra vez, que esperar un buen escenario no debería excluir la necesidad de prepararse para uno desfavorable. En el mundo de las finanzas, eso se llama simplemente planificar el peor escenario posible, y no tiene nada de pesimista. Pase lo que pase después de las elecciones, el recurso más valioso será siempre la capacidad de tomar decisiones con claridad en momentos donde muchos dudan o reaccionan tarde. ¡La seguimos la próxima semana con más material de Finanzas Personales e Inversiones!