Desde hace días, el fuego vuelve a no dar tregua en Corrientes. Múltiples focos de incendio avanzan sin control por la provincia, agravados por la sequía y la gran cantidad de pasto seco que, según los productores, “actúa como combustible”. En el departamento de Curuzú Cuatiá, más de 25.000 hectáreas de pastizales fueron arrasadas. “No hay cómo frenarlo”, dijeron productores que observan impotentes el avance del desastre. La mortandad de animales ya es una realidad en la zona, aunque aún no se han determinado cifras exactas.

La situación se torna cada vez más crítica y revive el recuerdo de 2022, cuando los incendios devastaron más de un millón de hectáreas, el 12% de la superficie total de la provincia. ”La situación es muy complicada. Hace varios días que trabajamos de manera ininterrumpida en tres o cuatro focos muy grandes de incendio. En algunos lugares, los frentes superan los tres kilómetros y las llamas alcanzan entre 30 y 40 metros de altura. La cantidad de combustible en los campos, es decir, el pasto seco, hizo que todo se descontrolara”, relató Daniel Panario, presidente de la Sociedad Rural de Curuzú Cuatiá, describiendo un panorama alarmante.

”Las condiciones climáticas y el viento crearon un escenario explosivo”, agregó el productor, quien indicó que combatir incendios de esta magnitud resulta “casi imposible”. En este contexto, si bien reconoce que están más preparados después de la experiencia de 2022, asegura que los recursos “siguen escaseando” para combatir semejantes incendios.

“Lamentablemente, en Curuzú falleció una persona, una maestra que estaba combatiendo los incendios. Hoy de madrugada hubo un amague de lluvia, pero no cayó una sola gota. La situación sigue crítica y las previsiones climáticas indican condiciones extremas hasta el miércoles”, se lamentó.

Los productores y brigadistas trabajan en extensiones de campo enormes, con zonas inaccesibles. “El voluntarismo es grande, pero a veces se torna peligroso. Muchos no son conscientes del riesgo que corren”, dijo. En ese sentido, contó que el lunes pasado Cindia Alejandra Mendoza, una joven docente y directora de una escuela rural en Corrientes, murió trágicamente mientras intentaba ayudar a su padre a combatir un incendio en la localidad de Mariano Indalecio Loza.

El viento y las condiciones climáticas hacen que combatir el fuego sea “casi imposible”.

Los incendios no se limitan a Curuzú Cuatiá. “Ayer se declararon focos en las localidades de Libres y La Cruz, lo que dispersó los recursos y dificultó la respuesta. Cada vez estamos menos preparados para enfrentar estos desastres. Son cosas que van a suceder; lamentablemente, contra eso no podemos ir. Pero amerita reflexionar sobre que cada vez tenemos que estar más preparados. Son situaciones que se repetirán con más frecuencia, porque esto es parte del clima, de los cambios. Entonces, nosotros, como productores, tenemos que reorganizarnos, y también todos los entes, tanto a nivel provincial como nacional, deben replantearse muchas cosas respecto a los recursos, para que cada vez que esto ocurra, las consecuencias sean menores”, reflexionó Panario.

La ganadería es el sector más afectado: los campos quedaron devastados y la hacienda no tiene dónde pastar

La actividad ganadera es la más afectada. “Aunque algunos campos agrícolas también sufrieron daños, la mayoría de las explotaciones son ganaderas. No sé la magnitud exacta de las pérdidas, pero sí que son muchas. Ahora el problema es otro: los campos quedaron devastados y la hacienda no tiene dónde pastar. Llevar el ganado a otros terrenos resulta costoso y complicado. Además, las enfermedades como la garrapata y la tristeza bovina han resurgido. Los productores no logran reponerse de una crisis cuando ya enfrentan otra”.

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En la comunidad rural de Perugorría, tras intensos esfuerzos, los brigadistas lograron extinguir el fuego anoche. Sin embargo, el saldo es devastador: más de 1050 hectáreas quedaron arrasadas y la infraestructura sufrió graves daños. En diálogo con LA NACION, Karina Tomasella, presidenta de la Sociedad Rural de la localidad, explicó que el fuego afectó tanto a grandes productores como a pequeños. “Se habla, en el caso de grandes productores, de unas 1050 hectáreas afectadas. Además, en las zonas aledañas al pueblo, hay chacras de pequeños productores que también realizan sementera baja. Esta zona mantiene comunicación con las grandes extensiones de campo, lo que generó una situación muy crítica. Sobre todo, porque en esas áreas el fuego se vuelve inmanejable debido al tipo de monte que predomina”, explicó.

La zona afectada es eminentemente ganadera. “Aquí, la principal actividad es la cría bovina. Por suerte, hasta el momento no hay reportes de animales muertos, aunque en un primer momento hubo gran preocupación”, señaló Tomasella. La rápida reacción de los productores, que abrieron tranqueras y cortaron alambrados, permitió que el ganado escapara del fuego.

Sin embargo, la situación ahora obliga a los productores a enfrentar importantes costos porque la infraestructura quedó severamente afectada. “Se quemaron postes eléctricos de madera y todo el campo queda inutilizable durante meses. Esto obliga a los productores a trasladar su hacienda, lo que implica un costo operativo enorme. Además, es complicado porque la mayoría de los campos cercanos ya están ocupados, por lo que muchos productores deberán buscar terrenos a 100 o 200 kilómetros de distancia”, detalló. Además, este traslado significa pérdida de peso en los animales, lo que afecta su valor en el mercado y complica aún más la recuperación.

La dirigente destacó el trabajo conjunto entre bomberos, brigadistas y vecinos para combatir el fuego. “Anoche tuvimos la ayuda necesaria con la llegada de brigadas especializadas, pero hasta ese momento, nos organizamos como pudimos. Hubo unos 40 o 50 vecinos que, con mochilas de agua, tanques y lo que tenían a mano, ayudaron a controlar las llamas. Se repitió la historia de hace tres años”, lamentó Tomasella, recordando un incendio similar que azotó la región en 2022.