LAS VEGAS.- El piloto de Pilar sufrió una desaceleración de 50G que obligará a una ulterior revisión médica el sábado después del mediodía en esta ciudad para determinar si puede, o no participar de la carrera. El Williams corría a 240 km/h cuando Franco giró la dirección a la izquierda, sin levantar el acelerador. Volaba el argentino en el circuito urbano de Las Vegas. Peleaba por entrar entre los mejores 10 y pasar a la tercera fase de la clasificación.
En un instante, Colapinto se dio cuenta de que se había cerrado demasiado o de manera anticipada hacia el muro. Quiso abrir la dirección, pero era demasiado tarde. Contra la dura pared amarilla se estrelló la rueda delantera izquierda. El coche rebotó hacia afuera con el pilarense de pasajero y golpeó con fuerza sobre las vallas de la derecha, destruyendo las dos suspensiones derechas y el pontón de ese lado. La carrera del bólido sin dirección y con un piloto que entraba en un infierno que segundos antes ni se imaginaba fue a detenerse a un costado de la recta.
En el box de Williams los mecánicos se conmocionaron, unos se agarraron la cabeza, otros se taparon la boca y alguno lanzó un insulto de frustración.
El accidente de Franco 🇦🇷pic.twitter.com/wodKxD9x3B
— Williams Racing Arg 🇦🇷 (@WilliamsF1arg) November 23, 2024
“Estoy bien, estoy bien”, repitió Franco por la radio. Lentamente emergió del cockpit, como no queriendo entrar en un tiempo maldito, sin atreverse a pensar en las consecuencias de su error. Muchos pilotos rápidos cometen errores por su ambición competitiva y espíritu indómito. Aun así llegan a ser campeones, porque su velocidad vale más para los equipos que tienen los recursos materiales para soportar las roturas y la paciencia para que el aguerrido novato se calmara, como sucedió con Max Verstappen en sus comienzos en Red Bull.
El mundo se le vino abajo en un momento a Franco y le costaba aceptarlo. Parado junto a los restos inermes de su auto se apoyó casi derrumbándose sobre el arco de protección “halo”.
Tardó en darse cuenta que el oficial de pista le invitaba a subir al coche médico para concurrir a la enfermería, como es norma luego de los accidentes. Se había estrellado en los últimos segundos de la Q2, segunda parte de la clasificación, en una vuelta a todo o nada. Venía marcando subsectores en morado, récords absolutos, y se iba asegurar el paso a la Q3. Una vez más estaba asombrando con su velocidad.
Cuando inició el proceso de la Q2 lo hizo desde la decimocuarta posición conseguida en la Q1, y era la esperanza de Williams para estar adelante porque Franco había superado a su compañero Alex Albon, por tercera vez en siete pruebas de clasificación. El tailandés, sorprendentemente 19º en la Q1, achacaba al tráfico y a viajar en la turbulencia del Mercedes de George Russell su pobre resultado.
Ya en la Q1 Franco había mostrado un ritmo infernal. En la FP2 del jueves, preparando el coche para la carrera y prudente había quedado a 2 segundos del más rápido, pero en la Q1 parecía otro: se situaba a sólo 0,5 segundos del más veloz en ese momento, George Russell.
Y en la Q2, desde el comienzo se posicionó octavo hasta que entró a boxes para poner gomas blandas nuevas y buscar el que tenía que ser su paso a la Q3.
¿Cuál era el plan? ¿Cuidar sabiendo que ya estaba por delante de Albon y asegurar el coche o salir a pelear contra todo lo que se le pusiera por delante? Aún se desconocen las órdenes precisas del equipo para la Q2 y también los audios con la información de su ingeniero, Gaetan Jego, durante la vuelta del accidente. ¿Lo alentaba para que fuera más rápido o le pedía calma y moderación?
Una vez regresado al hospitality desde la enfermería, Colapinto tuvo un breve contacto con su jefe de equipo James Vowles, el hombre que le dio la oportunidad y lo avaló hasta ahora.
El golpe en Las Vegas llega después de dos accidentes de Franco y uno de Albon, también costosos, bajo la lluvia de Interlagos que complicó a muchos pilotos hace tres semanas. Williams se había visto casi superado por el costo de los accidentes de Colapinto y por el de Albon en la pista paulista. Se enfrentó a una factura estimada en más de 2.200.000 dólares. Y probablemente la del viernes en Las Vegas se aproxime al millón.
Mientras un médico de la FIA informaba a un Vowles con rostro serio y profundamente preocupado sobre la condición sanitaria de Franco, en los garajes del equipo se desmontaba de urgencia los componentes del coche accidentado. Por momentos, porque después se retiró, un chasis de repuesto semiarmado se dejó a disposición en la calle de boxes frente al cubículo de Franco, oculto por un biombo alto de color azul. LA NACION presenció el inicio de los trabajos de saneamiento y reparación. La noche sería larga, pero todo indicaba que se puede tener el coche listo para que Colapinto lo conduzca el sábado desde la 14a. posición de largada en el Gran Premio que comenzará a las 22 hora de Las Vegas, las 3 del domingo en la Argentina.
En los primeros minutos del sábado 23 de noviembre en la ciudad estadounidense el equipo Williams emitía un comunicado:
“Durante la clasificación, Franco sufrió un impacto significativo de más de 50G, lo que requirió un chequeo médico. Un impacto de esta magnitud es obviamente grave y severo, y necesitará ser evaluado nuevamente mañana antes de saber si está en condiciones de competir. La salud de Franco es lo único que importa, y nos alegra saber que, por lo demás, está bien. Proporcionaremos más actualizaciones cuando sea posible.
El momento del accidente
Más tarde, el propio Vowles grabó un video en el que fue cauto primero (”será evaluado y se determinará si está o no en condiciones de correr”) y esperanzador después (”El chasis está siendo cambiado, y nos aseguraremos de que esté listo. Franco debería estar en condiciones de correr mañana”).
Aproximadamente una hora después de su accidente, Franco Colapinto salió sin compañía del hospitality de Williams. Vestía un pantalón que parecía verde en la semipenumbra atenuada por luces de neón de la calle de boxes del circuito. Una campera azul de Williams con capucha que ocultaba su rostro lo protegía del frío que llenaba su cuerpo. De repente, las brillantes luces de todo el entorno usualmente festivo de Las Vegas parecían apagarse.
Unos pasos por detrás de Franco lo seguían sus managers, María Catarineu y Jamie Campbell-Walter. Y mas atrás, casi en cortejo, su padre, Aníbal. Uno a uno atravesaron los molinetes de salida y se perdieron en la noche. Una noche que iba a ser muy larga.