Los gatos son seres independientes y misteriosos que muchas veces prefieren ocultar sus emociones y estados de ánimo. Por eso, identificar si sufre dolor puede ser todo un reto. De esta manera, es fundamental estar atentos a sus señales y comportamientos para garantizar su bienestar y salud.
El dolor es una sensación que atraviesa todas las especies del reino animal. Se trata de un mecanismo de defensa que advierte sobre un peligro o daño, lo que permite que los animales reaccionen para protegerse y sanarse. En animales salvajes, es a menudo una señal de vulnerabilidad, y por eso muchas especies lo disimulan tanto como pueden, de acuerdo a la ONG Four Paws. En el caso de los gatos, este instinto permanece, incluso si viven cómodamente en un hogar amoroso.
Según el sitio del hospital animal VCA, el dolor en los felinos puede surgir por diversas razones: lesiones, enfermedades, cirugías o incluso envejecimiento. Al ser animales que suelen ocultar cualquier signo de debilidad, muchas veces puede ser complicado darse cuenta de que sufren. Sin embargo, el dolor en los gatos es tan real como en cualquier otro ser vivo y requiere atención para que puedan vivir de manera cómoda y feliz.
Por esto, ignorar las señales de dolor en un gato puede llevar a problemas más graves de salud. Este no solo afecta su calidad de vida, sino que también puede empeorar una condición preexistente, lo que causa mayores complicaciones y dificulta la recuperación.
Ante cualquier duda sobre si un gato tiene dolor, lo más recomendable siempre es llevarlo al veterinario. Los profesionales pueden realizar un examen completo, diagnosticar la causa y proporcionar el tratamiento adecuado. Es mejor prevenir que lamentar, ya que cuanto antes se detecte el problema, mejor será el pronóstico para el felino.
Las señales más comunes de dolor en los gatos y las enfermedades relacionadas
Aunque los gatos son expertos en esconder su dolor, existen algunas señales que pueden indicar que algo no está bien, según informó la marca de comida para mascotas Hill’s Pet:
- Cambios en el comportamiento y movilidad: los gatos doloridos pueden volverse más agresivos, esconderse más de lo habitual o evitar el contacto físico. También pueden presentar dificultades para moverse, como problemas para saltar, subir escaleras o caminar con normalidad. Observar una postura encorvada o movimientos rígidos puede ser indicativo de dolor.
- Alteraciones en el apetito e higiene: la falta de interés en la comida o el agua es una señal clara de que algo no está bien. Además, un gato dolorido puede dejar de asearse con la misma frecuencia que antes, al mostrar un pelaje descuidado.
- Lamerse en exceso y vocalizaciones inusuales: lamer continuamente una zona específica del cuerpo puede ser una señal de dolor en esa área. También, quejidos, maullidos más intensos o gruñidos pueden ser indicios de malestar.
Si bien todas las razas de gatos pueden experimentar dolor, la manera de manifestarlo puede variar ligeramente. Algunas razas, como el siamés, son más vocales y tienden a expresar su malestar con maullidos más intensos, mientras que otras, como los persas, pueden ser más reservadas. Es importante conocer el temperamento de la mascota para detectar cualquier cambio inusual.
Además, algunas enfermedades específicas provocan cambios específicos en el comportamiento del felino:
- Artritis y problemas articulares: Se manifiesta con rigidez, problemas para saltar o moverse, cambios en la postura, y dolor evidente al tocar ciertas áreas del cuerpo.
- Problemas dentales y bucales: La dificultad para comer, el mal aliento y el babeo excesivo son señales de enfermedades dentales. También se puede observar irritabilidad y rechazo al contacto cerca de la boca.
- Cistitis felina e infecciones urinarias: Un gato con dolor al orinar puede ir frecuentemente a la caja de arena sin lograr hacer nada, orinar fuera de la caja, o mostrar incomodidad al hacerlo.
- Enfermedades respiratorias: El gato puede estornudar frecuentemente, tener secreción nasal u ocular, respirar con dificultad, o mostrar falta de apetito. También podría tener tos, respiración ruidosa, o dormir más tiempo de lo normal debido a la fatiga.
- Problemas digestivos: Se puede observar diarrea frecuente, vómitos, pérdida de peso, o una disminución en el apetito. A veces, el gato puede intentar comer pasto con más frecuencia o pasar más tiempo en la caja de arena debido a molestias intestinales.
- Enfermedades renales crónicas: Los gatos con insuficiencia renal suelen beber mucha más agua de lo normal, orinar con mayor frecuencia, y perder peso rápidamente. También pueden presentar vómitos, letargo, y un pelaje menos brillante o más áspero.
- Diabetes felina: Los gatos diabéticos suelen orinar en grandes cantidades, beber más agua de lo normal, y pueden tener un apetito incrementado o, en algunos casos, pérdida de peso a pesar de comer más. También pueden presentar debilidad, especialmente en las patas traseras.