La Copa Libertadores fue cruel con River, que desde hace tiempo se ilusionó con una final en el mismísimo Monumental. Era una oportunidad única, como si un genio le hubiera concedido los tres deseos. Quizás, alguno más. A partir de la descomposición del ciclo de Martín Demichelis y el coqueteo con el regreso de Marcelo Gallardo la cabeza fue más rápida que las piernas. La vuelta del Muñeco le mandó un mensaje directo a la mística infalible en otros tiempos. Aunque ésa es la clave, son otros tiempos.
Con Gallardo parecía todo posible. Nada podía salir mal ni sonaba utópico. Pero sin juego, futbolistas en puntos altos e ideas claras con intérpretes precisos –sobre todo– no alcanza sólo con invocar una reacción espiritual. Mucho menos frente a un rival como este Atlético Mineiro, compacto, serio y, por momentos, punzante, y ante un técnico como Gabriel Milito, cada día más maduro, como confirmando aquellas presunciones que, apresuradas, brotaron en el comienzo de su carrera.
El resumen de River vs. Atlético Mineiro
La epopeya no fue posible, pese a las arengas de entresemana, el banderazo único que regalaron los hinchas millonarios un día antes y la fiesta que se armó este martes en el Monumental. La épica estuvo en la calle y en las tribunas. Pero el contagio de los jugadores no fue completo. No pudieron sacar de sus entrañas el carácter para empezar a revertir rápido el asunto. Algo les faltó. A ellos y a un entrenador que, como mínimo, tomó decisiones arriesgadas y controvertidas. Algunas no llegaron a entenderse bien del todo.
Para ser justos, River tenía todas las de perder en la revancha luego de la derrota por 3-0 que se trajo de Belo Horizonte. Por entonces, la formación que eligió Gallardo confundió a propios y extraños. Desde el planteo defensivo, con una línea de cinco defensores –o tres, según se la mire, pero con tres marcadores centrales y dos laterales– hasta la inclusión como titular de Nicolás Fonseca, que estuvo a punto de irse no bien volvió el Muñeco. Errores puntuales terminaron en cada gol brasileño. Allí empezó a perderse el boleto a la final.
La reacción fue imposible en Núñez, con otros titulares que también dejaron huecos para el debate. La ilusión óptica del primer tiempo no debe engañar: el local dominó el campo, pero casi nunca puso en apuros ciertos a Mineiro. En la segunda parte entraron bien Pity Martínez y el juvenil Claudio Echeverri; Franco Mastantuono no estuvo tan preciso. Llamativa fue la salida del colombiano Miguel Borja, cuya puntería se descalibró con la partida de Demichelis. ¿El goleador del equipo puede salir cuando lo que se precisan desesperadamente son… goles? Adam Bareiro se muestra incómodo desde la misma llegada a River -aún no marcó goles con la banda roja- y eso genera más dudas. ¿Se incluyó tarde a los chicos? Los cambios dieron que hablar allá, donde empezó el derrumbe, y acá.
Los dirigentes hicieron una apuesta muy grande con la vuelta del ídolo. Con un manotazo borraron el mercado de pases que había hecho Demichelis y, en cuestión de días, se desprendieron de varios jugadores que estuvieron un puñado de días con la banda roja. Ya con Gallardo, se la jugaron con una inversión bis en refuerzos de la talla de Germán Pezzella, Marcos Acuña –campeones del mundo– y Maximiliano Meza.
Sólo la “espalda” que tiene Gallardo suavizó una eliminación que deja a River en carne viva. El Millonario tendrá que concentrarse a partir de ahora en el final de la Liga Profesional y en sumar muchos puntos para, precisamente, asegurarse sin sufrir un lugar en la próxima Copa Libertadores, más allá de los cupos que podrán liberar los campeones de la Liga Profesional y la Copa Argentina. Serán tiempos de replanteos y definiciones a futuro.
“Cuando uno asume, ya es responsable. No me voy a quitar responsabilidad. Claramente estamos volteados, estábamos todos esperanzados con llegar a la final y jugarla en nuestra casa. Estamos ante una situación desagradable. Hay que asimilarlo y dar la cara”, sentenció Gallardo, en la conferencia de prensa.
Y el DT agregó: “Tengo que acompañar y respaldar a estos jugadores. A partir de mañana hay que pensar en el partido del sábado. Sé que sabe a poco decir eso, estamos golpeados como el hincha. Pero tenemos que asumirlo y no venir con la cabeza gacha”.
Ya le quedó en claro que no alcanza únicamente con mística y que todos los entrenadores pueden equivocarse. Incluso aquellos que parecen invulnerables. Incluso Gallardo. Puede ser el principio para cicatrizar lastimaduras. Nadie hace magia ni, aún con plenos poderes, está por encima de River.