Habituado a la exigencia del triatlón, Juan Farinati sabe que no hay objetivo -sobre todo, si es ambicioso- que no demande esfuerzo o sacrifico. Lo que él llama transitar un “valle de dolor”. Quizás por eso, el ejecutivo, presidente y CEO de Bayer Cono Sur, es optimista con los cambios que experimenta la Argentina desde la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada.
“Tenemos que ser pacientes. Lo que se está haciendo es lo correcto no para que 2024 sea un buen año, sino para que 2026 o 2030 sean muy buenos”, define. No es un entusiasmo ciego o ingenuo. “Fácil no va a ser. Y ese es el punto: salir de donde estábamos fácil, rápido, no va a ser”, enfatiza, en su diálogo con El Cronista.
-Ese contraste entre un presente adverso y la expectativa de un futuro promisorio se vio en IDEA, donde usted participó.
-Fue un coloquio con una visión optimista en lo general. En lo particular de cada industria, hay diferentes situaciones. En términos generales, hay una visión optimista de varias de las reformas macro que se están haciendo.
-¿Qué se llevó este año de Mar del Plata?
-Me fui con un entendimiento cabal de que el sector privado, en la Argentina, tiene un rol fundamental para el crecimiento del país. Para hacer que pase a resolver muchos de sus desafíos y, al mismo tiempo, pueda expresar su potencial. En ese rol fundamental, hay que entender que existen muchas transformaciones que deben suceder para que el sector privado pueda llevar adelante esa gran transformación. Eso, al mismo tiempo, requiere que el mismo sector privado se transforme.
-¿Qué significa eso?
-No es sólo un tema de que el Gobierno tenga que dar condiciones, sino que debe haber muchos cambios en el escenario macro del país. Se están encarando. Si se llevan adelante bien, habrá un montón de oportunidades para que la Argentina crezca y resuelva muchos problemas que tenemos, como la falta de equidad, la pobreza y la inestabilidad histórica. Pero, al mismo tiempo, además de esas condiciones macro, el sector privado tiene que apostar a ser un poco más productivo, innovador, transformado tecnológicamente. Más competitivo, más abierto al mundo.
-Se habló mucho de competitividad país pero, también, de empresas eficientes y competitivas.
-Si pensamos a la Argentina como un todo, el gran objetivo tiene que ser que el PBI pase de ser los históricos u$s 500.000/600.000 millones a que crezca sustancialmente. Para que eso suceda, debemos tener una Argentina abierta al mundo, con mucho foco en exportar. Tenemos industrias muy importantes, con oportunidades de exportar cada vez más. Para exportar, tenemos que ser, primero, competitivos en sectores estratégicos (en la mayoría, ya lo somos) y, segundo, apostar a ir transformando a aquellos que, todavía, no son competitivos.
“El sector privado también necesita transformaciones. Además de las condiciones macro, tiene que apostar a ser un poco más productivo, innovador, transformado tecnológicamente. Más competitivo, más abierto al mundo”.
-¿Cómo ve al Gobierno hasta ahora?
-En menos de 12 meses, pasaron muchísimas cosas. El escenario de mejora de muchas de las variables macro demuestra la performance económica de la Argentina y cómo se la ve afuera. Está por encima de lo que hubiésemos esperado a este momento. Con una sociedad, también, que, a través de mucho sufrimiento y desafíos que tiene, está con cautela, atravesando ese proceso de cambio. Ese proceso de cambio tiene mucho sufrimiento. Pero hay una cosa interesante.
-¿Cuál?
-A medida que el Gobierno va resolviendo algunas partes de la ecuación, aparecen nuevas. Claramente, la Argentina tiene que invertir mucho en infraestructura para ser cada vez más competitiva. Para cualquier industria, el tema logístico es un costo enorme. Pero, si lo comparamos con un auto, teníamos un problema, directamente en los cilindros: inflación, gasto público, imprevisibilidad macro, limitantes para importar. ¿La infraestructura es muy importante? Sí. Pero no es el cilindro, sino los frenos. Primero, hay que ir atacando los temas en etapa. Entiendo eso. El tema central, lo primero, se está abordando.
-Si hubiésemos hablado hace 10 meses, ¿pensaba que hoy su visión fuera esta?
-Estoy sorprendido. Se introdujeron muchas discusiones que eran difíciles de dar. Todo el tema de la austeridad, de tener un presupuesto definido y ajustarse a eso. Que nada es gratis y las cosas cuestan. El tema del orden. Son temas que siempre generaron puntos de tensión o eran inabordables y se fueron abordando claramente y con mucho pragmatismo. Hay cosas que ya no se discuten.
-¿Por ejemplo?
-Tenemos en la Argentina a integrantes de los poderes ejecutivos provinciales “peleando” por inversiones. Hay carteles en la vía pública de intendentes que dicen “vení a mi municipio, que te permite invertir y te lo facilito”. Es un cambio grande. Hay muchas cosas por hacer pero un montón que se están haciendo y en profundidad. No se está haciendo un bypass. Se los está abordando directamente para tratar de solucionarlo.
-¿El equilibrio fiscal?
-El tema del nivel del gasto es una obviedad. Pero, en la Argentina, hay muchas cosas que era una obviedad y no se trataban como eso. El diagnóstico del país es simple: si gastás más de lo que te entra, solucionás lo que gastás o lo que te entra. Si no, hacés lo que hacías antes: emitías. Entonces, tenías inflación; después, problemas de falta d einversión por imprevisibilidad y, en consecuencia, pobreza. Atacar el tema de la cantidad y la calidad del gasto es fundamental.
“Se introdujeron muchas discusiones que eran difíciles de dar. Todo el tema de la austeridad, de tener un presupuesto definido y ajustarse a eso. Que nada es gratis y las cosas cuestan. El tema del orden. Siempre generaron puntos de tensión o eran inabordables y se fueron abordando claramente y con mucho pragmatismo. Hay cosas que ya no se discuten”.
-¿Cómo se ve este cambio afuera?
-Cuando estamos acá, no nos damos cuenta de lo mal que estamos. Cuando ves como indicador el movimiento de M&A en diferentes países de América latina en relación al peso de cada economía, lo que valen las compañía en otros países y cuál es el múltiplo en relación a su ganancia, la Argentina, para el mundo, tenía un nivel de atracción cero. Aunque las dos generen la misma cifra de ganancias, una empresa en Brasil vale el doble o el triple que en la Argentina. Digo Brasil y puede ser otro lado. Eso es un indicador del nivel de atracción y viabilidad que ven los inversores en la Argentina. Nos pasa cuando salimos a buscar inversiones y terminan yendo a otros países. El generar el cambio en la estabilidad, en la macro, te hace más atractivo para empezar a ser un foco de inversiones, que no lo veníamos siendo.
-¿Está cambiando esa visión?
-Está cambiando. Hay un nivel de interés y de atención muy grande por lo que está pasando en la Argentina. No sólo por el país en particular, sino por lo que significaría un éxito de este nuevo modelo. También, para la región. Acá, se están llevando adelante muchas transformaciones que mucha gente, en otros países, está esperando a ver cómo funcionan.
-¿Tuvo que explicarlo mucho a Milei?
-Algo que me sorprendió positivamente es la atracción que genera. En otras instancias, la gente de afuera no estaba tan informada, tan atenta a la política argentina. Ahora, me preguntan por Milei. Te encontrás con personas que tienen un entendimiento y conocimiento de que, en la Argentina, hay un cambio grande. Muchas transformaciones que están sucediendo y genera ese interés. Nosotros, los argentinos, pensamos que la Argentina es importante en el mundo y es sólo una parte. Que te juntes con alguien en Alemania o los Estados Unidos y, por default, te hable de Milei y lo que hace es algo novedoso.
-¿Qué es lo que más tuvo que explicar en casa matriz?
-No sé si explicar. Pero, inicialmente, comentaba un poco el camino que el Gobierno intentaba transitar. Con los resultados que empieza a haber es más simple. Por ejemplo, hace un año, tenía que llamar a casa matriz para tomar decisiones de ajustes salariales por inflación, porque tenía aprobado un 150% y terminó siendo por encima del 200%. Eso hacía ruido. Ahora, estoy hablando por un presupuesto de entre 20% y 40% para 2025 y sorprende. Eso simplifica la explicación del camino. En la Argentina, naturalizamos que una inflación alta sea algo normal. Y no lo es.
-¿Sorprende, incluso, en una corporación que conoce mucho a la Argentina porque es uno de sus mayores mercados? ¿O eso es un boomerang, que hace que haya un escepticismo mayor?
-Según el año, el país es el sexto o el quinto a nivel mundial como grupo. En agro, el número tres. La Argentina es relevante. Más allá de que la historia ha tenido vaivenes, lo que sí está viendo la compañía es que, uno, hay resultados que sorprenden. Repito: estamos naturalizando la baja de la inflación de 210% a 120% o 140%. Pero, afuera, lo ven y abren los ojos. Es un cambio enorme. Más, cuando les hablás de 20% o 40% para el año próximo.
Entonces, lo primero que ven es que hay una tendencia con resultados interesantes. Con cosas que se están empezando a normalizar. El año pasado, todo el tema de importaciones era un desafío tremendo. Teníamos un problema que, en el mundo, no es problema. Eso se está normalizando y hay muchas cosas que están arrojando resultados positivos.
-¿Qué es lo segundo que ven?
-Más allá de los resultados, también ven que las acciones se llevan adelante. Ven el nivel de foco en todo lo que es el déficit. El pragmatismo con el que se llevan adelante ciertas decisiones. No sólo ven los resultados de corto plazo, sino también una dirección hacia un país enfocado en abrirse al comercio, en producir más, en apoyar al sector privado, que es el que, finalmente, genera valor para la economía. Vuelvo a lo que decía que me llevé del Coloquio. Eso también se está viendo afuera. El mensaje claro de que el Estado va a dar condiciones y solucionar muchas cosas para que las empresas puedan crecer, invertir, generar trabajo y capacitar a su gente. Obviamente, van 10 meses. Pasaron tantas cosas como si fueran 10 años. Pero es poco tiempo.
“Hace un año, tenía que llamar a casa matriz para tomar decisiones de ajustes salariales por inflación porque tenía aprobado un 150% y terminó siendo por encima del 200%. Eso hacía ruido. Ahora, estoy hablando por un presupuesto de entre 20% y 40% para 2025 y sorprende. Eso simplifica la explicación”.
-Usted y otros 13 CEOs de empresas “agrobioindustriales”, como se definieron, hicieron una conferencia de prensa para remarcar esto. Dijeron: “No discutamos de retenciones o el valor del dólar; hablemos eficiencia en nuestras empresas porque las prioridades del Gobierno, hoy, son otras”.
-Como sector privado, tenemos que entender que son ocho o 10 meses. Hay que tener, también, un poco de paciencia. Comprender que estamos en una situación con muchos desafíos. Se están tomando medidas en la dirección correcta, con resultados que empiezan a pasar y sectores que se reactivan antes y más rápido que otros. Pero las medidas son correctas.
-¿Qué mensaje quisieron dar en esa conferencia?
-La primera intención es tener una conversación abierta como cadena integral de valor. Ahí, había actores de la producción, de la tecnología y de la comercialización. La idea es cómo hacer para tener una visión conjunta como cadena, de punta a punta, desde la producción hasta la comercialización de un producto en una góndola. Es un sector donde tenemos la oportunidad de decir cómo hacemos para que, como industria, podamos producir mucho más valor para la Argentina.
-Fue muy potente oírlos no reclamar por dólar atrasado o retenciones.
-La competitividad por tipo de cambio es efímera. La conversación grande es otra: si todos producimos 100 millones de toneladas, cómo podemos hacer para que sean 500 millones. Y, una vez que eso pase, está lo siguiente, que es cómo se dividen estas 500 millones dentro del sector. Pero, si arrancamos con la discusión de “qué me toca a mí”, nunca vamos a llegar a las 500 millones. Ese es el cambio de lógica que debemos tener.
La presión impositiva es importantísima y, para que el sector pueda pasar de 100 millones a 500 millones, es algo a abordar. Pero, si alguien fue ese “dueño de la Argentin”, estaría preocupado por cómo generamos los mecanismos para que eso suceda y esté bien compensado. Si no, seguimos en el mismo lugar.
-¿Qué lugar?
-La realidad es que la Argentina, desde el punto de vista de la producción en el agro, sigue en el mismo lugar. Desde hace años. Lloverá más un año, lloverá menos el otro. Pero estamos en el mismo lugar y otros países ya están en uno completamente diferente.
-¿Qué pasará este año en el agro?
-En agrotecnología, 2023 fue muy bueno. Veníamos de un escenario de commodities a buenos precios. Al mismo tiempo, el escenario de brecha cambiaria y de expectativas de baja de esa brecha hacía muy atractiva la inversión en agricultura porque era un negocio que podía ser atractivo productiva y financieramente. Eso fue la campaña 2023, que se cosechó en 2024. Este año, eso se terminó.
-¿Por qué?
-La brecha se achicó, la ventaja financiera de minimizó. Pasó a ser un negocio completamente productivo. Además, los precios son bajos. Entonces, el agricultor y el sector de agrotecnología está mucho más cauteloso, con menos ventas que el año pasado. ¿Yo, Bayer, vendo más? No, vendo menos. Pero, para mí, este escenario “de dolor” sí nos habilita a, en el futuro, tener un negocio que sea realmente basado en lo relevante: producir. No en lo financiero. Si me desesperase por el hoy, es un problema. Pero, si sé que me va a permitir tener un escenario más sustentable a futuro, es un proceso por el que tenemos que pasar.
-¿Cuánto margen hay en las empresas para que la visión del largo no sucumba ante la urgencia del corto.
-Tenemos que ser pacientes. Lo que se está haciendo es lo correcto no para que 2024 sea un buen año, sino para que 2026 o 2030 sean muy buenos. La paciencia del sector privado tiene que ser relevante. Tiene que partir de entender dónde estábamos. Es importante saber dónde estábamos: en una Argentina inviable.
-No será fácil.
-La cantidad de recursos naturales que tenemos nos posiciona en un lugar de riqueza potencial. Pero, para hacer que la Argentina sea lo que puede ser, necesitamos muchas cosas desde el punto de vista institucional, de reglas claras, orden. Es lo que nos permitirá convertir ese potencial en realidad.
Estamos arrancando ese cambio. Son procesos largos. Lleva tiempo revertir un proceso largo que fue en otro sentido. Empiezo a ver indicios claros. Más allá de los resultados macro, que lentamente se están empezando a dar, como sociedad, comienzan a haber discusiones que son diferentes: orden, respeto, que las cosas no son gratis. Eso es positivo. Fácil no va a ser. Ese es el punto. Salir de donde estábamos fácil, rápido, no va a ser.
“¿Yo, Bayer, vendo más? No, vendo menos. Pero, para mí, este escenario ‘de dolor’ sí nos habilita a, en el futuro, tener un negocio que sea realmente basado en lo relevante: producir. No en lo financiero. Si me desesperase por el hoy, es un problema. Pero, si sé que me va a permitir tener un escenario más sustentable a futuro, es un proceso por el que tenemos que pasar”.
-¿El cambio que ve casa matriz con el país se plasmará en nuevas inversiones?
-En lo que es infraestructura, tenemos mucha capacidad instalada en la Argentina: dos plantas para Salud (una de analgésicos y otra de multivitamínicos), nuestra planta de semillas más grande del mundo, plantas de agroquímicos… Estamos con un nivel de capex de entre u$s 500 millones, u$s 600 millones por año, más todo lo que es financiación directa a clientes (u$s 300 millones a u$s 400 millones). En lo que es negocio, venimos de un programa de inversiones de u$s 150 millones entre años. Este es el año tres.
-¿Qué falta para definir un nuevos desembolsos?
-¿Qué condiciones se tienen que dar para continuar eso y crecer? Si el sector agropecuario pasa por este “valle de dolor” y logramos que el productor se ponga a producir con foco en productividad, inversión en tecnología, en adopción de agricultura de alto valor, esas inversiones pueden crecer. Eso puede ser el indicador de negocio más claro, más allá de la macro, de la inflación o de qué pasa con lo atractivo de la Argentina para la inversión. Si vemos que el sector responde con demanda de tecnología, eso se dispara automáticamente.
-¿Un plan de cuántos millones está discutiendo?
-Con nuestro el nivel de inversión que tenemos en la Argentina, la base es de u$s 20 millones a u$s 30 millones anuales. Por encimo de eso, buscamos proyectos específicos.
“Tenemos que ser pacientes. Lo que se está haciendo es lo correcto no para que 2024 sea un buen año, sino para que 2026 o 2030 sean muy buenos. La paciencia del sector privado tiene que partir de entender dónde estábamos: en una Argentina inviable”.
-¿Bayer puede pensar en volver al negocio de soja en la Argentina?
-El mercado de soja en la Argentina es muy importante. Es el tercer país mundial en superficie de producción. Tomamos la decisión de priorizar inversiones en otros negocios. Pero, sin dudas, todo este proceso que se lleva adelante y cosas que se puedan incorporar hacen que la Argentina esté en el foco, desde el punto de vista del lanzamiento de tecnología.
-¿Esas “cosas que se puedan incorporar” tienen que ver con la propiedad intelectual? Es un reclamo permanente del sector y de la empresa, en particular.
-En cualquier sector que esté enfocado en la innovación, el tema de la propiedad intelectual es fundamental. Necesitás respeto a la propiedad intelectual para tener negocio y fondear la innovación. Si no, es un círculo que no cierra. Específicamente en semillas, necesitamos regulaciones más modernas, que permitan que las compañías sepan que tendrán una retribución por el uso de su innovación y que tendrán un negocio solvente con eso. Parece una obviedad. Pero, todavía, estamos con mucho por resolver.
-¿Se necesita una nueva Ley de Semillas?
-Desde el punto de vista de la herramienta, no considero que debamos tener una nueva ley o un cambio en la ley, sino qué normativa permitirán resolver este tema, de que la innovación en la Argentina sea algo atractivo para las empresas. Si se logra un marco que resuelva eso, habrá mayor innovación, lanzamiento de mejor genética en semillas. Las empresas van a competir para ofrecer una propuesta de valor mejor al productor y el productor va a poder elegir. Competencia básica. Hay instrumentos que se están aplicando; hay que ver cómo avanzan. La Argentina perdió mucho tiempo. Si vemos a los países competidores, en todo lo que es el mercado de semillas autógamas (trigo, soja, cebada), está a las claras de que estamos muy retrasados.
-El nuevo foco del negocio global de Bayer es la agricultura regenerativa. Algo que se basó en la experiencia argentina y en lo que el país tiene potencial. ¿Cuál es la hoja de ruta con eso?
-La Argentina, en eso, tiene una clara ventaja competitiva. Lo comparás con otros lugares y tenemos un recorrido muy grande. En la Argentina, la siembra directa, que es la base de la agricultura regenerativa, es del 95% y el promedio mundial, el 30%. Ahí sí estamos muy avanzados. Al mismo tiempo, tenemos un agricultor que es un gran adoptador de tecnología y de técnicas, y tiene mucho interés por producir cada vez mejor. Lo fundamental es que ese proceso de hacer agricultura de una manera diferente tenga una retribución para que se lleve adelante. Es un caso muy similar al de la propiedad intelectual.
-¿Cómo es la implementación en el país?
-Venimos avanzando bien. Tenemos acuerdos; el más relevante, con Viterra. Prácticamente, estamos llegando al millón de hectáreas que van a ser parte del programa en el primer año de campaña. El productor está haciendo certificaciones y recibe un beneficio en el precio de su tonelada de soja. Pasamos de 0 a 6/7% de la superficie sembrada del país. Es mucho. Para el año que viene, esperamos seguir creciendo en esa iniciativa. Estamos viendo cómo seguimos trabajando con Viterra en ese camino. El acuerdo que tenemos con ellos es de gran escala en relación a lo que se hace a nivel mundial. No hubo ninguno del tamaño de superficie como ese. Es esperanzador.