Sabe que muchos colegas lo tratan con desconfianza y admite que no son pocos los que lo llaman “loco”. No le importa demasiado. Lleva una docena de teatros desbordados en toda España en los últimos meses y supera el millón de followers en las redes y canales de difusión propios. Hablamos del doctor Manuel Sans Segarra, que publicó en septiembre La Supraconciencia existe. Vida después de la vida (Editorial Planeta), libro que escribió junto con el periodista Juan Carlos Cebrián, amigo y colaborador cercano, y con prólogo de Mario Alonso Puig, autoridad también en el universo del autoconocimiento. La obra fue reeditada tres veces en cinco días.
Médico especializado en cirugía general y digestiva, el cirujano es presidente del área senior del Colegio de Médicos de Barcelona y desarrolló la mayor parte de su carrera en el Hospital Universitario de Bellvitge, reconocido en cinco oportunidades como uno de los cuatro mejores de España.
Siempre supo que sería médico. Los temas de la salud lo rondaron desde pequeño: su padre no era médico pero estaba vinculado a la salud y su madre fue enfermera jefa de quirófano durante la guerra. Sus relatos de heridos en tiempos bélicos despertaron la curiosidad que años más tarde lo convirtió en ese apasionado -y con doctorado cum laude– estudiante que en tercer año de medicina era ya interno en urgencias de cirugía en el Hospital Clínico de Barcelona. Aunque hoy se lo reconoce, entre muchas otras medallas, un pionero en laparoscopía, no estaba allí el destino que lo haría trascender.
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La investigación exhaustiva de los trabajos de los médicos Elisabeth Kübler-Ross, Raymond Moody, Eben Alexander y Melvin L. Rose, todos expertos en ECM, (experiencias cercanas a la muerte), precedió a una vivencia en quirófano que -confiesa- le marcaría su derrotero. Durante una guardia en el servicio de urgencias de cirugía tuvo que reanimar a un paciente con muerte clínica. Ya recuperado, el enfermo lo impactó con un relato que, según cuenta a LA NACION desde Barcelona, nunca había oído en su paso por la universidad. La experiencia cercana a la muerte.
“Muerte clínica es corazón parado, electroencefalograma plano –explica–. Por lo tanto me llamó mucho la atención lo que me contó. Si el enfermo está clínicamente muerto no hay actividad cerebral, pero él me hizo un relato tan vivo y estructurado, donde vio toda su vida como en una película, etc. etc., que me llamó mucho la atención. Aquí hay algo más que lo que me enseñaron en la universidad no explica. Si no tiene actividad neuronal y tiene conciencia hay algo más. Ahí empecé a estudiar la supraconciencia”.
-¿Qué más le contó ese paciente?
-Mire, según descubrí luego, cuando empecé a investigar el tema, hay miles de casos parecidos, pero yo tenía 40 años y no lo sabía. Lo supe gracias a que comencé a investigar. Y los relatos se parecen todos bastante. Tienen una estructura lógica y se acuerdan de toda clase de detalles. Otro rasgo común: la experiencia los cambia para siempre, pierden el miedo a la muerte, son más felices y plenos, y entienden que la vida no acaba con la muerte.
-Lo escuché decir que la película Ghost, que tiene ya unos años, nos habla de esto…
-Sí, esa película permite ver en la pantalla algo que los pacientes nos dicen insistentemente en las ECM. Se ve en la escena del metro que la persona muere y algo sale del cuerpo y atraviesa sin problemas estructuras sólidas, como una pared, una capacidad que reportan todos los que viven esta experiencia. Eso que sale representa la supraconciencia. Una paciente que tuve, que era enfermera y pasó por esa experiencia en el hospital donde yo ejercía, me relató, mientras estaba en una intervención, que quería acercarse a mí para tocarme y, para hacerlo, atravesó varias paredes. Me relató con exactitud todo lo que estaba ocurriendo en los distintos cuartos del área de emergencias por los que pasó. Esta capacidad no tiene explicación a través del método científico.
-Algunos dicen que son alucinaciones…
-Lo sé, y por eso he hecho infinitas consultas con neurólogos y coincidimos en que en el caso de las ECM hay un relato estructurado y lógico, mientras que en alucinaciones es absurdo. Los pacientes lo recuerdan toda la vida y, más aún, cambian su escala de valores y su concepción existencial. Otra diferencia: los pacientes atraviesan paredes y relatan luego detalles de lo que ven que se confirman en la realidad. También el relato de la vivencia sometido a una resonancia ha llegado a demostrar que el paciente no miente.
-Entonces, ¿hay vida después de la muerte?
-Pues claro, pero diferente. Cuando una persona muere su conciencia se traslada a otra dimensión energética, la supraconciencia. Es la inteligencia primera, es holística, omnipresente, eterna, omnisciente, es decir, lo sabe todo. Es como un campo de energía que permea todo el universo. La muerte hace que nos desprendamos de nuestro cuerpo, pero la realidad existencial, la supraconciencia, dura eternamente. Esto es lo que demuestran las ECM. La supraconciencia nos sobrevive y nos antecede. Es eterna.
–Explíqueme qué es como si se lo dijera a un niño…
-Primero hay que tener claro dos conceptos. La conciencia, que es el conocimiento de nuestra existencia, de nuestras reflexiones y de nuestros actos. Esta conciencia es una consecuencia de las reacciones bioquímicas que se producen en nuestras neuronas. Depende del cerebro y es consecuencia de nuestro ego, es la identidad de nuestro ego. Cuando dormimos o nos anestesian se apaga. Ahí es cuando aflora la supraconciencia.
-¿Está en el subconsciente?
-Para nada. Está más allá de la conciencia ordinaria. Es un estado en el que uno percibe su conexión con todo el universo y se siente parte. No es algo que se entienda a través de la lógica o la razón.
-¿Cuándo entra en nosotros la supraconciencia?
-Bueno, no tenemos pruebas absolutas, pero sí le puedo decir que cualquier ser vivo tiene conciencia, lo que ocurre es que hay grados distintos. Nosotros tenemos la máxima expresión de la conciencia, que es la supraconciencia.
-¿Un perro también?
-Tiene conciencia, en su nivel, inferior al nuestro, y hace tres cosas. Tiene emociones, está contento cuando le ve; tiene capacidad de aprendizaje y tiene memoria. Nosotros tenemos todo esto, pero además tenemos capacidad intelectual, racional, libre albedrío y autoconsciencia, que es la capacidad de juzgar nuestros actos y decidir si son éticos o no.
-¿Es necesario pasar por una ECM para experimentarla?
– No, no. Hay varias maneras para acceder a la supraconciencia. Como cirujano he tratado a muchos pacientes que han tenido esas experiencias y han vuelto a la vida, pero no es privativo de ellos. La mejor forma de acceder a ella es indiscutiblemente, demostrado incluso con resonancias magnéticas funcionales, la meditación. Ahora, con mi profesor de meditación Josep M. Clopés, estamos preparando un curso de meditación para distribuir a través de mis canales online para que la gente pueda practicar en casa y pueda –con su ejercicio regular y constante– contactar con la supraconciencia.
-¿Qué meditación practica?
-Yo hablo de la que a mí me va bien, no es la única. Yo sigo el método del raja yoga, descrito por Patanjali, un escritor indio. Consiste en repetir un mantra para la concentración. Con la práctica uno primero relaja todo el cuerpo, luego se concentra en la repetición del mantra y, pasados unos momentos, se pierde la noción del cuerpo. Sobreviene una sensación de paz, de armonía y de gozo. Una levedad, una apertura, una amplitud. Uno siente que contacta con todo el universo, que está amorosamente unido a él y está hermanado a todo lo creado. Eso es la manifestación de la supraconciencia.
-¿Por qué se produce esa sensación de felicidad y bienestar?
-Porque se domina el ego. Mientras el ego, que es nuestra falsa identidad domine nuestra existencia, podemos tener momentos de placer, pero esto no dura, es momentáneo y generalmente luego viene una etapa de sufrimiento. La verdadera felicidad, el estado de auténtica plenitud viene cuando contactamos con la verdadera identidad, la supraconciencia.
-¿Cómo explica su éxito?
-La gente está buscando que le demos una salida trascendente a la vida, porque el materialismo trae infelicidad y desesperación incluso con tendencias al suicidio. En Cataluña la principal causa de mortalidad entre los 15 y los 35 años es el suicidio, fíjese usted que la juventud, que debería estar llena de proyectos e ilusiones, aunque tiene en su entorno todo lo material que quiere, no encuentra sentido a la vida.
-Luego de los gurúes de la New Age, hay ahora muchas voces que hablan de esta temática desde la ciencia…
-Ocurre que hoy tenemos métodos que nos permiten corroborar científicamente que aparte de lo material, el ser humano tiene una parte trascendente, que es la supraconciencia: resonancia magnética,la física teórica, la mecánica cuántica, por ejemplo. Porque todo es energía en este universo. Y la ciencia que estudia la energía cada vez nos proporciona más posibilidades de conocer profundamente los fenómenos trascendentes.
-Suele hablar usted del científico Roger Penrose, premio Nobel de Física en 2020…
-Sí, lo premiaron por sus trabajos sobre los agujeros negros. Él, junto con Stuart Hameroff, psiquiatra y anestesista de Arizona, hicieron un estudio y llegaron a la misma conclusión a través de lo que ellos llaman Teoría Orch Or (reducción objetiva orquestada), que vincula la conciencia con la física cuántica. Según esta teoría, los microtúbulos, que están dentro de las células cerebrales, pueden soportar procesos cuánticos que contribuirían a la formación de la conciencia. Pero a pesar de estos avances aún falta mucho por conocer. El estudio de la conciencia sigue siendo un desafío formidable. Aún no terminamos de entender cómo surge la conciencia de los procesos cerebrales.
-¿Piensa que este conocimiento nos convertirá en mejores personas?
-La supraconciencia se rige por los arquetipos que describieron Platón, Kant y Jung: normas universales que rigen el pensamiento de la humanidad y que nos indican si nuestros actos son éticos o no. La dinámica que los condiciona es la empatía, el altruismo, la bondad, la justicia, la belleza y sobre todo, el amor. Y esto es la manifestación típica y clásica de la supraconciencia. En el momento que la humanidad despierte y se rija por la supraconciencia la Tierra será un Paraíso.
-¿Cuánta masa crítica imagina que hay?
-Para hacer efecto debe ser grandecita. Y si me pregunta cuán grande la imagino, pues le digo que más grande de lo que usted piensa. Pero la gente tiene miedo de decir que vive este tipo de experiencias. Si hubiera una masa crítica suficiente de personas que conocieran realmente la supraconciencia, que es la única que da felicidad y libertad, no tendríamos los políticos que tenemos hoy, que no paran de engañarnos.
-¿Alguna vez lo ha contactado un político?
-No quiero hablar con ningún político, no me interesa, porque si hablo con un político me politizo y no quiero saber nada con eso.
-No digo que usted se acerque sino si alguno intentó llegar a usted…
-Lo que sé, y me lo han dicho, pero yo no lo miro ni me interesa, es que hay políticos de alto standing que siguen mis videos.
-¿Podrá la IA “fabricar”, digamos, o albergar una supraconciencia?
-En absoluto. Pero sí le puedo decir que nos proporcionará un progreso científico y tecnológico extraordinario como cuando salió Internet. Será un paso importantísimo. Piense que puede gestionar datos a una velocidad tremendamente superior a la mente humana o las computadoras actuales. Pero jamás podrá crear una obra de arte, una composición preciosa, que es expresión de nuestra supraconciencia. Creatividad es crear de la nada, como dijo Parmenides, un presocrático. Nos ayudará mucho, muchísimo, pero no tendrá sentimientos, ni emociones, ni capacidad creativa.
-Crecí escuchando decir a mi madre, que tenía muy pocos estudios, “la conciencia es a la vez testigo, fiscal y juez”, ¿estaba en lo cierto?
-Su madre seguramente era una persona que sabía lo que decía, tenía riqueza y cultura vital. La debe haber aprendido con su experiencia nada más, rigiéndose por su lógica y su supraconciencia. Le dijo la verdad. Esto de que Dios juzga y castiga son cosas que nos han dicho para infundirnos miedos. Nos juzgamos a nosotros mismos. Y Dios es tremendamente amoroso y bondadoso y todo nos perdona. Es el Dios de Spinoza.