En su vuelta a la Bombonera, ahora con el traje de entrenador, el Boca de Fernando Gago mereció mucho más que el empate ante Deportivo Riestra, pero sumó un punto como local que lo aleja más que nunca de los puestos de clasificación a la Copa Libertadores. Aunque remató 23 veces contra el arco de Ignacio Arce, figura excluyente de la noche, el clima volvió a parecerse mucho al del final de la era de Diego Martínez: silbidos al final del primer tiempo, aplausos para la expulsión de Pol Fernánez y cánticos contra los futbolistas una vez finalizado el encuentro: “Jugadores, no rompan las pelotas, a ver si se dan cuenta, que están jugando en Boca…”.
Todo un clima de época, Boca generó siete situaciones claras en la primera mitad y se retiró silbado del campo de juego como pocas veces antes a lo largo del 2024. Unos minutos antes, desde la vieja popular de socios Sur había bajado la primera advertencia: “Movete, Xeneize, movete…”. Es que a pesar de las oportunidades y de la propuesta ofensiva del equipo, la mayoría de los avances provenían de arrestos individuales, jugadas de pelota parada o disparos de media distancia. Poco juego, poca fluidez, poco fútbol. El hincha demanda resultados, pero también exige funcionamiento sincronizado.
El propio Gago se fue disconforme al entretiempo y se vio obligado a realizar variantes. El 4-3-1-2 con Agustín Martegani flotando por detrás del 9 no resultó de la manera esperada. Porque Riestra, con sus armas, le embarulló el partido a Boca desde el minuto inicial. El equipo del Ogro Fabbiani, que llegaba cuarto en la Liga Profesional a su primer partido oficial con el Xeneize, plantó batalla en el medio campo y obligó a Boca a jugar lejos de su arco. Cómoda en su rol de partenaire, la visita aprovechaba las ventajas de un Boca impreciso en la zona de gestación y proponía el mano a mano de sus puntas, Nicolás Benegas y el experimentado Jonathan Herrera, contra los dubitativos Nicolás Figal y Cristian Lema, que defendían en línea y casi al límite de la mitad de la cancha.
Aun así, Riestra también tuvo tiempo y espacio para pensar y para convertir uno de sus mejores goles en su estada en Primera División. Benegas, aquel lungo centrodelantero que debutó en Boca allá por abril de 2016, la picó por encima de Lema y dejó cara a cara con Leandro Brey al multifacético Braian Sánchez, que repitió el gesto técnico para superar la estirada del exjugador de Los Andes. Nunca mejor dicho: un golazo de otro partido.
Ovacionado en la previa, casi a la misma altura que Edinson Cavani, Gago apostó por Milton Giménez en lugar de Martegani, de flojo partido y resistido por el público ante cada pérdida de balón. Y luego Pol, también reprobado en su ingreso al campo de juego, para darle otra dinámica al medio campo y aportar pases filtrados a las espalda de los laterales. Boca, así, fue un equipo más esquemático pero también más ordenado: 4-4-2 para defender, 4-2-4 para atacar. Y entonces sí, con funciones y responsabilidades más claras, Boca comenzó a crecer.
Lo mejor del partido
El cierre de la primera mitad ya había mostrado un Boca diferente. A esa altura, Ignacio Arce parecía ya una muralla inquebrantable, con infinidad de atajadas contras los palos y muy seguro en el juego aéreo. Pero el gol, finalmente, llegó por decantación. Porque Riestra se quedó sin piernas en los minutos finales, defendió prácticamente dentro de su área grande y Boca, con sus diez hombres de campo plantados en terreno rival, alcanzó el 1-1 a través de su Cavani, que salvó así una nueva noche opaca.
En el cierre, Boca acumuló gente en ataque, pero no encontró los caminos para lograr el tanto que le signifique la victoria. Lo tuvieron Zeballos, otra vez Cavani, Saracchi, Aguirre. Hasta Saralegui, que ingresó en el segundo tiempo, tuvo el 2-1 desde afuera y su remate salió desviado. Pero la noche pudo ser peor para un Boca que aún no consiguió victorias en estos primeros tres partidos de la era de Fernando Gago (una derrota y dos empates, contando el 1-1 contra Gimnasia en el tiempo regular). Porque en la última de la noche, un minuto después de la roja a Pol Fernández, Brey, el héroe de la clasificación en la Copa Argentina, volvió a aparecer en el tiempo adicionado para salvar a Boca de una caída catastrófica.
Decimosexto en la tabla de la Liga y octavo en la general, Boca cerró la fecha a seis puntos de la clasificación a la Copa Libertadores de 2025 y a tres de quedarse afuera de todo, incluso de la Sudamericana. Gago preservó algunos jugadores que llegaban al límite desde lo físico (Marcos Rojo, Aaron Anselmino), tal vez convencido de que la verdadera lucha para Boca pasará por las semifinales de la Copa Argentina, la vía de acceso más rápida a la Libertadores del año que viene, aunque para nada sencilla. El rival será Vélez, el líder de las dos tablas, que ya pidió disputar ese encuentro durante la fecha FIFA de noviembre, en la que Boca, a diferencia del Fortín, podría perder a varios futbolistas importantes.
Los insultos del final, mezclados con un tímido aliento que partió de la segunda bandeja que da espaldas a Casa Amarilla, marcaron el momento de un Boca que, a pesar de los merecimientos y las buenas intenciones, no logra salir de su laberinto. Gago renovó la esperanza, pero su equipo no termina de cambiar el chip. El año de Boca dependerá de lo que ocurra frente a Vélez y, eventualmente, en la final ante Central Córdoba, la revelación dirigida por Omar De Felippe. Un premio consuelo para un 2024 pobre y demasiado lejos de las expectativas.