Ana Martínez
Santiago de Compostela, 19 oct (EFE).- Pérdidas de memoria, dolor en las articulaciones, neuropatías y la falta de apetito sexual son secuelas del cáncer de mama. Elena, Cruz y tres mujeres más de nombre María relatan cómo lidian con ello y la importancia de estar en una asociación, donde se han conocido, que cuida el durante y el después de los tratamientos.
Noemí Sanmartín, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, dedicó su tesis de doctorado al diseño y evaluación de un programa de expresión corporal para mejorar la calidad de vida de los pacientes oncológicos. Cuando reunió los datos que necesitaba, decidió seguir. Y en 2019 nació ‘Abeiratúa’ (‘A tu lado’), hoy con su sede en Sar, un conocido barrio de Compostela. No sólo hay enfermos de cáncer de mama, cuyo día se celebra este sábado. Hay muchos más.
‘Noe’, que siempre creyó en la relevancia de la actividad física y corporal en un proceso así, llegó a escuchar, como ha compartido con EFE, comentarios tales como “¿Pero qué vas a hacer, loca? ¡Que las vas a romper!”. Y eso nunca sucedió.
Se obcecó y la fórmula elegida para hacer realidad su idea no es en absoluto baladí, pues explicó a su gestor financiero que, aparte de entrenar, quería emprender actividades como tardes de cine, fiestas, coloquios, pequeños mercados y cenas.
La vía idónea era una. Se constituyó una comunidad con un logotipo donde la ‘a’ y la ‘b’ tienen forma de teta.
“Las cosas funcionan cuando se les pone cariño”, dice con humildad y se emociona, hasta las lágrimas, al ver lo querida que es. “¡Es que hay que ver las frases que me dedican!”, espeta, rodeada de alumnas que han estado con ella desde los inicios, desde que se paseaban por los distintos centros socioculturales de la ciudad y montaban las clases con lo que cada una traía de su casa.
En la actualidad disponen de un local fijo, donde no faltan las manzanas de Salomé, que es la madre de Noemí, y donde su artífice invita a celebrar los cumpleaños con frutas de temporada y chutes de energía.
María Uno comparte que cuando empezó la gimnasia “no era persona, no tenía equilibrio, no escuchaba”. De eso, han pasado diez años, ya camino de once. Ella pasó un cáncer, al igual que su única hija y su marido, en el caso de él sin poder superarlo. En el último trimestre de 2024, la más estilosa del aula, como la definen las demás, se sabe las tablas, las series, las pautas…
María Dos, sentada junto a ella, celebra el “dar con gente que te entiende” y María Tres adora practicar deporte “en grupo”.
“Para mí no hubo psicología mejor”, resume Cruz, que perdió a dos hermanas por tumores y que tiene una tercera que tampoco se libró, pero remontó. Es otra de las veteranas.
“Este es un sitio seguro, es casa…”, añade Elena. Y Noemí trae a colación lo bien que se sintió un día al ver que una usuaria entraba, colgaba su peluca en el perchero y se preparaba para calentar. No se había atrevido siquiera a que su familia la viese sin pelo.
“¡Pues es por eso, porque es casa!”, exclama el resto.
Es real esa sensación de hogar. Cruz se impregna de ella y suelta: “Tengo cara de mujer, pero nada de mujer. Ahora un poco más, porque he vuelto a poner estas gomas”. Habla de las prótesis. Antes tuvo una seria peripecia por una bacteria. Se deshace en elogios hacia su hijo que con 4 años fue consciente de que su madre tenía un “marronazo” y hacia su marido Ramón, “que siempre me entendió y fue un apoyo de diez”.
La vio de todas las formas, apunta con humor, “con pelo y sin pelo, con pechos y sin pechos, y me conoció con ovarios y útero y sin ellos. Lo importante es estar aquí, respirando, y seguir unidos”. No siempre se consigue, reflexiona.
“Es complicado. A veces una no tiene ganas de hablar con nadie en todo el día”, señala María Dos. Y María Uno menta un tema que en las consultas no siempre se habla, y es el sexo. “Mis relaciones nunca volvieron a ser placenteras”. La frase duele, sobre todo de alguien que se declara completamente enamorada del compañero al que eligió.
Hay asentimiento. No es ella sola. Y se suceden los comentarios de que esos momentos de intimidad son inexistentes. Pero también hay esperanza de que regresen esas ganas, porque “la calefacción” no pueden ser los “sofocos” de la menopausia, inducida o no.
Lapsus, uñas muy dañadas, cansancio en las últimas horas de cada jornada y graves dificultades para conciliar el sueño forman también parte de la cotidianidad de este grupo. “El cáncer es muy caro, desde luego”, asegura María Dos. En la enumeración que añade menciona la fisioterapia, las mangas de compresión, las cremas varias y a partir de ahí un abierto “otros”.
El miedo a la recidiva está presente. “Que tire la primera piedra quien no pensó que se moría”, manifiesta Elena, que remarca que no es una “luchadora” ni una “guerrera”. “No tengo batallas. Aguanto y sobrevivo. No lucho. Que parece que tenemos que estar en la llama y más optimistas que el resto para curarnos”…
El lenguaje belicista incomoda a todas.
Noemí aplaude y coincide. Sabe a la perfección cómo está cada una y cualquier novedad o cambio le llega al momento.
En ‘Abeiratúa’ no son muy dadas a las redes sociales. “Prefiero preparar con mimo una visita al balneario y una actividad de pistas por la zona vieja, a montar un vídeo para Instagram”, detalla “la profe”. Y al avanzar esos planes se hace merecedora de un abrazo grupal.
Los deberes están puestos. La semana que viene, adiestramientos, búsquedas y, en breve, las termas. EFE
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