El verano financiero, que disfruta el Gobierno y alivia en parte las tensiones que genera la recesión, abre dos caminos posibles para el equipo económico del ministro Luis Caputo: uno defensivo y uno de ataque. El primero significa seguir con la economía encepada y disminuir riesgos hasta la elección de medio término de octubre de 2025. El segundo dar un salto de fe, abrir todo lo que pueda los controles cambiarios y dar una señal inequívoca de normalización de la economía. En el medio existe la posibilidad de liberar el mercado cambiario sin liberar el financiero, dejando los dividendos, la formación de activos externos y los gastos en el exterior a un tipo de cambio superior al transaccional.
Con la brecha cambiaria en niveles saludables, engrosamiento de las reservas brutas por algunos miles de millones de dólares ingresando al sistema gracias al blanqueo y la sensación de que de acá a diciembre no habrá grandes saltos en las principales variables, el equipo de gobierno tiene la oportunidad de tomar el segundo camino, que no solo estaría más acorde con el discurso libertario sino que también podría sentar las bases para ganarse una mayor confianza de los inversores, sobre todo de aquellos que están mirando a la economía real en los sectores clave como energía y minería en el largo plazo.
La decisión, que no es sencilla, tiene un marco temporal bien definido. Una apertura del cepo (sea total o parcial) con unificación del tipo de cambio llevaría necesariamente a un salto devaluatorio discreto, influenciado además por el Fondo, que a su vez impactaría en la inflación, al menos durante el siguiente trimestre, y demoraría el incipiente proceso de recuperación económica. Tomar esta opción implica malas noticias en el corto plazo para tener buenas en el mediano, cuando empiece el nuevo ciclo electoral que es clave para el futuro del partido gobernante. Pero conlleva también el riesgo implícito que la jugada de liberar el cepo salga mal y que el primer presidente economista sufra una consecuencia que políticamente sería grave: perder la gobernanza de la economía.
El otro camino posible es el de mantener el cepo hasta octubre. A fuerza de represión de algunas de las principales variables – en especial el precio del dólar – el Gobierno pretende seguir mostrando que la inflación baja y así mantener su popularidad hasta las elecciones. Aunque las encuestas se empiezan a resentir para el Presidente, en septiembre mostraron en promedio un apoyo de 44%, 10% menos que en agosto, todavía son positivas de cara al inicio del año electoral.
El escenario base sigue siendo de paz cambiaria hasta fines de año. En la primera mitad del primer trimestre del año próximo, el Gobierno seguramente termine de definir el curso de acción para 2025. Más allá de esa fecha, digamos marzo, sería políticamente muy difícil que la audacia se imponga al temor de cometer un error no forzado en la previa electoral.
A favor del escenario “aguantar” entran algunas variables de contexto favorables, que si bien no constituyen un viento de cola, sí dan un pequeño empujón. La primera, la decisión de la Reserva Federal de los Estados Unidos de iniciar finalmente en septiembre el recorrido de baja de tasas, que se sostendrá durante todo el 2025 y seguramente hasta 2026. En EE.UU., a pesar del dato algo más alto de lo que se esperaba en septiembre, tanto ahora como después de la elección del mes que viene, no creemos que la inflación sea el epicentro de la cuestión, dado que ya bajó lo que tenía que bajar, y el foco estará puesto en el mercado de trabajo. De allí podría venir un menor costo del financiamiento si el país finalmente lograra volver al mercado de deuda, como así también una mejora de los precios de los commodities que Argentina exporta. La segunda es la elección misma del martes 5 de noviembre: un triunfo de Donald Trump (hoy probable aunque no seguro) y su ahora lugarteniente Elon Musk podría ablandar al FMI en su relación con el país.
En cualquier caso, mientras espera definiciones claras sobre el rumbo que tomará el Gobierno, el mercado sigue mirando con confianza y optimismo el rumbo de la economía y las finanzas, manteniendo una gran expectativa respecto a si finalmente se impondrá el criterio conservador o el audaz en el círculo chico del presidente y el ministro de Economía. Si bien el mercado desearía que fuera el segundo, por ahora la brújula apunta hacia el primero.