Lo que estamos observando probablemente es, por lejos, la versión más peronista que jamás hayamos tenido que fumarnos en un gobierno de los Estados Unidos que, a fuerza de puro gasto y deuda, intenta arrebatarle la elección de noviembre a Donald Trump.

El mercado toma nota y se protege comprando cualquier cosa que no sea moneda papel. Es la suba del “todo” frente a un dólar norteamericano que no para de implosionar contra activos de valor intrínseco, ya sea oro, plata, cobre, acciones, real estate, entre otros.

Hoy por hoy, y en estado de pura ironía, “dólar = peso peronio”, baja un paradigma claro y contundente desde la Fed: “Si no te salís del dólar, te licuamos hasta la muerte”.

Se viene un 2025 a nivel mundial caracterizado por una sincronización de política monetaria de los principales bancos centrales del mundo, todos ellos habiendo ya iniciado bajas de tasa de referencia, un evento largamente anticipado por el mercado.

La noción detrás de esta estancia es la de volver a intentar frenar lo que parece ser una clara tendencia desacelerante de la economía global

con excesos de liquidez. Este es un viejo manual, seguido especialmente por la Fed, en donde se intenta generar dos efectos de estímulo por carriles distintos.

Primero, las bajas en tasa de referencia se asocian a disminuciones en las tasas cortas de interés las que, a su vez, abaratan el costo de apalancamiento de corto plazo, el cual se utiliza preferentemente para la financiación de consumo. 

Segundo, y éste es por lejos el más relevante, si la Fed genera un entorno “amigable” -y esto es lo que busca cuando su retórica se torna monetariamente flexible como hoy en día- se produce una coyuntura muy optimista en el mercado de acciones, lo que retroalimenta un efecto riqueza positivo.

El concepto de “efecto riqueza positivo”, que a su vez también retroalimenta al consumo, es probablemente el impacto de mayor significancia que se genera a partir de una política monetaria flexible y esto se debe a que, en general, Wall Street aplaude los contextos de tasas de interés decrecientes a menos que estos últimos sean la consecuencia de una recesión. 

Pero, precisamente, lo que descuenta el mercado en este primer capítulo de una novela que será muy larga es que “la Fed llega a tiempo” para evitar una recesión y que su política monetaria flexible apunta a generar un entorno de crecimiento apuntalado por bajas de tasas de interés. 

No es casualidad que en estos días tanto el S&P como el Nasdaq sigan haciendo máximos históricos a los que se les suman el oro y la plata, entre muchos otros, para un mercado que claramente no sube por expectativas de mejores fundamentos, sino solamente por la percepción de que si no se incorporan al portafolio activos reflacionantes que acompañen el accionar licuatorio de la Fed, un inversor literalmente queda devaluado, por lo que es una estrategia directa de depreciación de toda moneda papel que pulula en este planeta.

Este comportamiento, promovido principalmente por la Fed, pero seguido por la mayoría de los bancos centrales; genera enormes distorsiones en la alocación de recursos para un mercado que entiende que la Fed te obliga indirectamente a estar comprando riesgo en todas y cualquiera de sus formas, ya sea acciones, commodities, real estate o criptos, por citar algunos, o, de lo contrario, “te licúa hasta la muerte”. 

Esto a la vez genera una volatilidad esperada de portfolio muy superior a la que podría obtenerse de carteras más tranquilas, pero altamente licuables. De hecho, en este contexto es muy negativo estar posicionados en bonos libres de riesgo en el sentido que se ha generado una ironía entre la dinámica de la tasa de referencia y el resto de la curva, la cual se ha comportado muy a contratendencia. 

Desde el 18 de septiembre, fecha en donde la Fed decide sorprender al mercado con una baja de tasa de referencia de 50 basis (se esperaban 25 basis), el resto de la curva movió “al revés” y no paró de subir.

Desde entonces, la 2yr yield está 35 basis arriba y la 30yr queda 40 basis en terreno ascendente. Mientras la Fed baja su tasa de referencia, el mercado lo celebra entendiendo que esta sorpresiva reducción en más de lo esperado podrá evitar una recesión y, por lo tanto, el sendero esperado de tasa de referencia futura es menos complaciente al que el mercado anticipaba antes del 18 de septiembre. 

Al ser todas las tasas de interés un promedio del sendero que se espera a futuro, todas suben, porque la dinámica de tasa de referencia ya no es tan bajista como se anticipaba. Una de las tantas ironías de un mercado que mira el spot, pero siempre mueve forward. 

La Fed con su decisión “endogeneizó” la suba en toda la curva y este ascenso es la expresión de un mercado que aprueba lo actuado por la Fed el 18 de septiembre: expectativas racionales a lo “Robert Lucas”, todo un ejemplo de libro. 

De esta manera, estos anuncios decantan en una obligada decisión de cartera: estar posicionados en bonos soberanos de Estados Unidos o en monedas papel de cualquier país pareciera ser, en este contexto, una tragedia evitable.

El plan de Estados Unidos, Europa, China y el resto es licuarnos nominalmente y, con ello, lograr esquivar una recesión global. La licuación de dólar es la contrapartida de la “no recesión” que intenta la Fed. 

El trade obligado pareciera ser claro: estar comprados en un portfolio diversificado de hard assets (activos de valor intrínseco): acciones, commodities, cryptos, real estate y evitar a rajatabla monedas papel y bonos del G10. Los bonos soberanos norteamericanos no son otra cosa que una versión diferida del dinero en efectivo. Ese dinero que efectivamente está siendo licuado intencionalmente por la Fed.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.