Cristina Kirchner y Alex Kicillof trabajan gratis para Javier Milei. Esta es la conclusión obvia, cuando se analiza, sin demasiadas vueltas, por qué se están peleando, con semejante virulencia y a cielo abierto, dejando lo que queda del peronismo al borde de la fractura.

Cristina trató a Axel de traidor y cobarde. “Los Poncio Pilatos y los Judas del peronismo no van mas”, escribió en su cuenta oficial de X. Y el gobernador que grita pero no gobierna, le respondió, el sábado, a última hora. “La lógica del sometido o traidor entró en crisis y viene causando malos resultados”, sentenció el gobernador bonaerense.

Está claro que no compiten con el objeto de instalar un proyecto alternativo de país. Se pelean por la platita. Se pelean por el poder. Se pelean porque la torta de los negocios de la política se achicó. Se raspan porque hay menos cargos y quioscos para repartir. Y esta desesperación los hace lucir tan patéticos, que terminan convalidando, a fuerza de puro contraste, el liderazgo, muchas veces agresivo, de Javier Milei.

Un presidente que en las últimas horas no dudó en comentar el fallecimiento de Ginés González García en los mismos términos en que lo hacen, de manera justificada, muchos de los familiares de las víctimas de Covid-19.

En el peronismo todo huele a naftalina. Todo parece suceder en blanco y negro. Las reuniones no son de cara a la gente. Acontecen en estricto secreto. Las discusiones son sobre los problemas de los jefes, los egos, las operaciones y las cuestiones de poder.

No solo Cristina como candidata a presidente del PJ atrasa. También atrasan los dirigentes a quienes presentan como vicepresidentes. Hay que detenerse, apenas, en un par de nombres, las fotos y los antecedentes para comprobarlo.

Posar la mirada, por ejemplo, en José Mayans, incondicional del señor feudal de Formosa, Gildo Insfrán, conocido por faltarle el respeto a todo el mundo, incluidos el presidente da la Nación, a quien no hace mucho mandó a un psiquiátrico. “Pienso que el presidente tiene sus facultades mentales alteradas. Es una persona que tiene problemas de salud mental”, expresó hace unos meses.

O en Lucía Corpacci, quien no tuvo mejor idea que recordarle al embajador argentino en Israel, Axel Wahnish que tenía que defender los intereses argentinos. “Lo primero que quiero decir es que a todos nos duelen los muertos en situaciones de violencia, sean del país que sean. Es muy importante dejar eso en claro, como también es importante dejar en claro que usted va a ser embajador argentino en Israel. Argentino. La Argentina es un país, un territorio de paz. Y, por lo tanto, cualquier decisión que se tome nos pone en situación de debilidad y de conflicto a todos los argentinos. Y eso es algo que usted tiene que tener muy en claro. Porque vuelvo a repetir, usted no es embajador de Israel en la Argentina, es embajador de Argentina en Israel”.

En el campamento de Kicillof tampoco hacen canciones nuevas. A la lista del PJ encabezada por el gobernador de la Rioja, el defaulteador serial Ricardo Quintela, la integra, como vicepresidente primero, Adolfo Rodríguez Saá, el expresidente efímero que pasará a la historia por anunciar la suspensión del pago de la deuda externa.

Por todo esto, la salvaje interna entre Cristina Kirchner y Kicillof le viene a Milei como anillo al dedo. La paradoja es que, aún así, si las elecciones en la provincia de Buenos Aires fueran hoy; Cristina se postulara como primera candidata a diputada nacional, y La Libertad Avanza (LLA) y el Pro se presentaran divididos, el peronismo obtendría el primer lugar. O, para decirlo más claro todavía: el ambicioso proyecto de país de Milei podría quedar trunco.

A mitad de camino. Atascado entre el pasado y el futuro, como la imagen de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, en un transporte terrestre de aeroparque, defendiéndose, como podía, de unos cuántos cobardes que se escondían detrás de los gritos de “chorra”.

Esos tipos acaban de ser denunciados por el secretario de Trabajo, Julio Cordero, por el presunto delito de violencia institucional. Por eso, sería ideal que el entusiasmo con el que defienden sus ideas y sus logros el presidente Milei, el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo o el de Modernización, Federico Sturzenegger, no se confunda con la falsa premisa de que el gobierno tiene “el campeonato ganado”.

Es cierto que:

  • Se evitó una hiperinflación que hubiera hecho elevar la pobreza a porcentajes muchos más altos que el 52% de los argentinos.
  • La inflación continúa bajando, aunque sigue siendo la más alta entre los países de la región y una de las más altas del planeta.
  • Casi se eliminó la denominada intermediación de los gerentes de la pobreza.
  • Los piquetes, prácticamente, no existen más.

Y, como si esto fuera poco, el oficialismo está ganando la batalla de la narrativa, aunque cada tanto, el propio Milei tenga que salir a aclarar que ponerle límites a los DNU es un nuevo intento de la casta para no dejarlo gobernar, o que las universidades no se van a eliminar. Es decir: que van a seguir siendo públicas, no aranceladas y gratuitas.

Pero también hay un debate abierto en el gobierno. Un debate que atraviesa al “triángulo de hierro” conformado por Milei, la secretaria general de la presidencia, Karina Milei y Santiago Caputo. Un debate que se mete hasta la misma base del partido gobernante. Una discusión que pone sobre la mesa temas aparentemente, desconectados. A saber:

  • La defensa de la pureza identitaria, cueste lo que cueste, o un principio de apertura para escuchar otras voces.
  • La vinculación con Mauricio Macri, Cristian Ritondo y el Pro. De acá a las elecciones de medio término del año que viene.
  • La activación de reformas de segunda generación, para que, además de la baja de la inflación, se empiecen a hacer obras de infraestructura básica, incluida la urgente mejora de las rutas del país.
  • La garantía para que la intensa y volátil minoría que construyó la Libertad Avanza junto a Pro y los legisladores que responden a los gobernadores dialoguistas no se transforme, de un día para el otro, en la antesala de la posibilidad de un juicio político al presidente.

Hay señales para todos los gustos. Milei, a veces, parece irreductible. Le acaba de escribir una carta a los diplomáticos de carrera con la siguiente bajada de línea: “Tomen las ideas de la libertad o renuncien”.

Pero al mismo tiempo avanzó dos casilleros en su sinuosa relación con el ex presidente Macri. El primero fue al reemplazar a Eduardo Rodríguez Chirillo por María del Carmen Tettamanti como secretaria de Energía. Fue después de un arduo proceso del que participaron el ministro Luis Caputo, el secretario de Coordinación de Energía y Minería, Daniel González y el ex secretario de Energía Emilio Apud.

El segundo casillero fue al tomar en serio la sugerencia de Pro de empezar a auditar a las universidades, a través de la Sigen. Para marcar la hipocresía y la doble vara del kirchnerismo y los chicos grandes de la Cámpora, siempre habrá tiempo.

Un tiempo como el que se tomó el usuario de la cuenta de X @marcelofava para hacerle piedra libre a la entonces diputada nacional Mayra Mendoza, detrás de la cartulina #NavidadSinPresosPolíticos, denunciando la existencia de “universidades fantasma”:

Tanto Milei como Macri consideran que el momento de dar vuelta a la Argentina es ahora. Es decir: coinciden en la oportunidad, pero difieren, ligeramente, en el método.

El Presidente, por ejemplo, sostiene que, al gobierno solo le cabe la responsabilidad de solucionar los problemas de la macro. Que son los emprendedores los que tienen la llave para hacer crecer al país. “Ustedes tienen la llave para hacer crecer a la Argentina nuevamente”, expresó.

El expresidente, en cambio, adhiere más a las ideas del economista turco, Daron Acemoglu, flamante ganador del premio Nobel de Economía, y autor del libro “Porqué fracasan los países”. Acemoglu considera que ningún Estado puede crecer de manera constante sin instituciones fuertes, y sin respeto por la división de poderes y la libertad de expresión.

Fue, palabra más, palabra menos, lo que planteó el presidente de IDEA, Santiago Mignone, en el cierre del Coloquio, en Mar del Plata: “El respeto irrestricto a la propiedad privada, al acceso a la información pública y a la libertad de prensa y expresión”. Los organizadores dijeron que se necesitan “jueces probos, con antecedentes académicos y de un honor incuestionable”.

Pero Macri, además, insiste, por ejemplo, con que se debe llamar, lo más rápido posible, a licitaciones como las de la Hidro vía, para profundizar el calado del puerto, bajar las tarifas de los fletes, y triplicar o cuadruplicar los ingresos por esa vía de exportación.

Machaca con la idea de usar el esquema de Participación Público Privada (PPP) para mejorar, por ejemplo, las rutas que van y vienen desde y hacia Vaca Muerta. Y para que la exportación de energía alcance, en unos años, los 40 mil millones de dólares, y supere con creces al campo como herramienta para el ingreso de divisas a la Argentina.

Milei y Caputo, en cambio, creen que el crecimiento de la economía se va a dar de manera más natural. Cuando se termine de consolidar la baja del riesgo país, y la inflación de casi cero les permita salir del cepo, sin ningún evento traumático.

Dicen que los dólares que tenían los argentinos en el colchón van apareciendo, de a poco, y el crédito privado está creciendo de manera exponencial.

Apuestan a que la gente se está dando cuenta, todos los días, un poco más, de cómo el peronismo les estaba mintiendo. Por ejemplo, en el caso de incluir tasas municipales o provinciales en las boletas de los servicios, como si fuera una decisión del gobierno nacional. La última avivada se registró en el municipio de Necochea, donde se pretende implementar una “tasa solidaria para el mantenimiento de la red vial”.

Bien. Por lo menos Milei y Macri discuten sobre el presente y sobre el futuro. No como la vicepresidente, Victoria Villarruel, quien para hacerle un guiño a lo más rancio del peronismo se saca una foto con Isabel Martínez de Perón y usa el Senado para hacerle un homenaje.

O como Kicillof, a quien le adjudican haberle dicho, en la cara, a la jefa máxima, a la que hay que temerle un poquito, casi a la altura de Dios: “Yo, Alberto. No voy a hacer”.

Debería ir poniendo las barbas en remojo. La última vez que Alberto Fernández dijo algo parecido terminó con Cristina desafiándolo: “Tenés la lapicera, te pido que la uses”. O sugiriendo que tenía información más sensible y delicada de la que manejábamos los medios. Y así lo dejó: patas para arriba y con una denuncia judicial por violencia de género, a las puertas de los jueces de Comodoro Py. “Yo puedo mostrar mi celular. No sé si otros podrán decir lo mismo”, indicó Cristina.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.