Las crisis presentan oportunidades y Brasil, en la ventana de octubre de las eliminatorias para el Mundial 2026, descubrió la suya. Agónicamente superó como visitante (2-1) a Chile, un resultado que robusteció el ánimo y posibilitó mirar con optimismo el juego con Perú. El estadio Mané Garrincha, de Brasilia, fue el escenario para ratificar el empuje: la goleada 4 a 0, un bálsamo para una selección que celebra mientras se reconstruye y extraña a las figuras de las épocas doradas.
Con dos penales que anotó Raphinha destrabó el resultado de un desarrolló que nunca fue desfavorable; Andreas Pereira, nacido en Bélgica, estiró la ventaja con una definición de tijera, y el delantero Luiz Henrique, el que desató el nudo el jueves pasado con la Roja, selló la victoria. Por primera vez en el camino rumbo a la Copa del Mundo de Estados Unidos, México y Canadá, festejó por duplicado en la doble fecha. Síntomas alentadores para el Scratch, que quiere disipar la oscuridad que lo envolvió en el último tiempo.
Hay detalles que resaltan la confusión que envolvió a la aventura. No es novedoso, pero Brasil mudó en cada partido su sede. El camino empezó en Belém (5-1, Bolivia); las siguientes estaciones fueron Cuiabá (1-1, Venezuela); Río de Janeiro (0-1, Argentina); Curitiba (1-0, Ecuador) y la quinta presentación fue en Brasilia. La capital no tiene la pasión de ciudades futboleras tradicionales como Río de Janeiro, San Pablo o Belo Horizonte… y los boletos de los 72.800 espectadores no se agotaron. Los torcedores celebraron el triunfo, pero no contagiaron y hasta desataron una silbatina durante la demora de la decisión del árbitro uruguayo Esteban Ostojich que, mediante la intervención del VAR, sancionó el primero de los dos penales que cometió el defensor Carlos Zambrano: una mano y una infracción, en el segundo tiempo, sobre Savinho.
El resumen de la goleada de Brasil sobre Perú
La goleada esperanza, pero no confunde un presente que está alejado de la riquísima historia: las sombras anulan el brillo de su grandeza. Múltiples episodios enredan a Brasil que, sin la grandiosidad ni la gloria de otras épocas, se mantiene expectante desde los números rumbo al Mundial de 2026. Con seis plazas directas para la primera Copa que se desarrollará en tres países sedes –Estados Unidos, México y Canadá- el Scratch marcha en la cuarta posición y su presencia no corre riesgo: es el recorrido más que el resultado lo que genera dudas en el quíntuple campeón mundial.
Esta versión no ofrece laterales con el sello tradicional del fútbol brasileño: jugadores de ataque, punzantes, capaces de diseñar ellos mismos una acción de riesgo o ensayar remates directos; tampoco un enganche, el famoso N°10 que distinguió a la verdeamarela con Pelé, Rivellino, Zico, Rivaldo, Ronaldinho, Kaká, Neymar…; los goleadores afamados de la talla de Ronaldo o Romario no descubren una continuidad… Un joven Igor Jesús, de Botafogo, entró a escena en la actual ventana y quiere tomar impulso en esa posición: marcó ante Chile y anoche exigió a Zambrano en la acción que abrió el marcador.
Los seis años del ciclo Tité tampoco encuentran una evolución. Una Copa América es la única estrella del seleccionador, que perdió una final del mismo torneo con la Argentina y fue eliminado en cuartos de final por Croacia en el Mundial de Qatar 2022 y en la misma instancia por Bélgica en Rusia 2018. Dos directores técnicos interinos y la designación de Dorival Júnior para comandar el barco, las decisiones de la Confederación Brasileña de Fútbol, que estuvo envuelta en escándalos en diciembre del año pasado cuando el Tribunal de Justicia de Río de Janeiro destituyó al presidente Ednaldo Rodrigues por irregularidades en su elección, aunque fue restituido un mes después.
En ese lapso, la CBF tuvo de interventor a José Perdiz, del Tribunal Superior de Justicia Deportiva. La salida del interino Ramón Menezes en 2023 y de Fernando Diniz, que ejercía un doble comando al dirigir a Fluminense, en el inicio del actual calendario, aportaron mayor confusión, que se profundizó cuando Carlo Ancelotti renovó con Real Madrid y descartó dirigir el Scratch.
De los últimos 21 partidos, Brasil ganó nueve; el resto se reparte en partes iguales entre empates y derrotas. Algunos resultados terminaron con estadísticas históricas: Uruguay, con goles de Nicolás De la Cruz y de Darwin Núñez se impuso 2-1 en Montevideo, volvió a festejar ante la verdeamarela después de 22 años y terminó con un invicto de 37 partidos que ostentaba Brasil; ese partido, además tuvo un golpe extra con la lesión de Neymar –rotura del ligamento cruzado anterior y menisco de la rodilla izquierda-, que todavía no retornó a la selección y la idea del seleccionador es que reaparezca en plenitud recién en 2025. Colombia también se impuso en Barranquilla (2-1) y logró vencerlo por primera vez en una eliminatoria rumbo a una Copa del Mundo. Argentina se convirtió en la Bestia Negra: tras ganarle la final de la Copa América 2021 en el Maracaná, en el mismo escenario se impuso en las actuales eliminatorias y así Brasil cayó por primera vez en la clasificatoria mundialista en casa y también por primera vez hilvanó tres derrotas consecutivas.
El doble triunfo en la ventana de octubre, el jueves pasado superó a Chile, en Santiago, un alivio para Brasil. Las matemáticas empujan la reconstrucción de un grupo que empieza a enseñar un recambio y superó la ausencia del futbolista que actualmente es la guía: Vinicius Júnior. Un examen aprobado con pinceladas de Raphinha, que además de los goles estrelló una pelota en el travesaño, algunos toques mágicos de Rodrygo y la irrupción de nombres que pretenden un espacio como Igor Jesús, Gerson, Luiz Henrique, Andreas Pereira, frente a un rival que nunca inquietó y estuvo siempre a punto de perder los estribos entre protestas y faltas. La goleada permite esperanzarse para finalizar el año sin apuros frente a Venezuela y Uruguay, también para recuperar aquel fútbol que era hechizante.