Una aventura en Marruecos (Lonely Planet, Estados Unidos/2024). Guion y dirección: Susannah Grant. Fotografía: Ben Smithard. Edición: Kevin Tent. Elenco: Laura Dern, Liam Hemsworth, Diana Silvers, Younes Boucif, Adriano Giannini, Rachida Brakni. Duración: 94 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

En los últimos meses, aparecieron en streaming varias películas que combinan las claves de la comedia romántica con la diferencia de edad como posible obstáculo para el amor, o por lo menos como atisbo de conflicto que lleva a los personajes a poner en pausa el deseo en virtud de lo que le dictan ciertos mandatos, aún vigentes aunque cuestionados. La pionera fue Anne Hathaway en La idea de ti para Prime Video, y luego llegó Nicole Kidman en Un asunto familiar para Netflix: ambas mujeres se sintieron atraídas por hombres más jóvenes y desafiaron las comodidades de su posición -familiar, laboral- para aventurarse en una posible historia de amor. En ambas películas fueron las hijas, y esos complejos vínculos en la demorada adolescencia, las que oficiaban de disparador de la reflexión, de la emergencia de miedos y ansiedades, y por qué no, de los condimentos de un género que necesita de la aparición de alguna forma de tercero en discordia para funcionar como se debe. Una aventura en Marruecos va sobre los mismos tópicos, pero con alguna diferencia: no hay hijos ni tantos prejuicios sobre la diferencia de edad, pero sí un trabajo absorbente y comprometido que oficia de alternativa real a la utopía de la felicidad romántica.

Todo comienza con un viaje. Katherine Loewe (Laura Dern) es una escritora de renombre que llega a un retiro en Marrakech para encontrar la inspiración perdida y finalizar un libro que lleva ya dos años de preparación. Sin una casa dónde vivir luego de un amargo divorcio, con la valija perdida en las rutas aéreas y algo agitada por el jet-lag, Katherine se sienta a espaldas de ese paraíso que se asoma por la ventana de su bungalow para fijar la vista en la pantalla, en las letras que se amontonan para ser borradas y la anhelada creatividad que parece esquiva y agotada. En ese lugar de ensueño, otros escritores, seguro más frívolos y menos comprometidos, deambulan con una copa en la mano disfrutando de los manjares del agasajo. Casi en un rincón, el pobre Owen (Liam Hemsworth) queda desplazado de cada charla intelectual, de cada conversación literaria. Ejecutivo de finanzas, es desde el comienzo un sapo de otro pozo. Y hasta su novia Lily (Diana Silvers), reciente best seller de literatura playera, mimada por la prensa y perseguida por sus lectores devotos, se lo deja entrever mientras coquetea con las celebridades que allí compiten por éxito de publicación y número de ventas.

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Lógicamente, la propuesta es el encuentro de Katherine y Owen en ese limbo ajeno a las urgencias de la conectividad, sea para la escritura o la venta de activos a distancia. La guionista y directora Susannah Grant (autora de Erin Brockovich y últimamente resurgida por el éxito de la miniserie Inconcebible, también en Netflix) no se enreda demasiado en los condimentos de lo que quiere contar y decide convertir su austeridad dramática en virtud clásica. Sus personajes no necesitan demasiados atajos para el surgimiento del deseo, sus encuentros son fluidos y predecibles, nada forzado, todo afirmado con cuidado sobre el verosímil. Podríamos pensar que, como enseñanza de aquella comedia neurótica de los 70, los obstáculos que separan a la pareja no son tanto la diferencia de edad o de sensibilidad, sino los condicionantes de un modo de vida ordenado, fructífero y posible, que en los adultos tiene el peso de mandato autoimpuesto, ya sea confirmando las elecciones (la de Katherine y su escritura) o vislumbrando un cambio de horizonte (Owen y su desencanto con las finanzas).

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No hay mucho más en la película, un relato pequeño y redondo sobre la posibilidad de un encuentro en aquel extremo “exótico” del mundo en el que se preveía la tranquilidad de la escapatoria y se descubre la energía de cierto renacimiento. ¿Un cliché? Y sí, de hecho la comedia romántica se nutre de esos clichés a los que solo en ocasiones reaviva. Y el mayor mérito es de Laura Dern, de la solvencia de su oficio para desempolvar convencionalismo cuando estuvo habituada a encarnar una amplia variedad de rostros, desde sus jóvenes años bajo las órdenes de David Lynch hasta recientes incursiones en el streaming bajo el pulso de David E. Kelley. Liam Hemsworth encarna su rol de galán, encantador y algo decepcionado por el destrato de su novia, develando bajo su dureza muscular y su atención a las cuentas financieras un compañerismo que logra sacudir la autoindulgencia de Katherine, siempre ajena a las fallas humanas en virtud de la estabilidad de las letras y los pensamientos.

El mayor mérito de esta producción es Laura Dern, por la solvencia de su oficio para desempolvar convencionalismo

Puede parecer banal ese intento de redimensionar una crisis personal bajo el halo de un romance exótico en las callecitas de Marrakech, pero hay que ser honestos y acordar que Susannah Grant no pretende comparar su película con los dilemas de Albert Camus o Paul Bowles. Su historia arriba al sentimentalismo justo, sin tornarse trágica ni tampoco un desfile de guiños cómicos, sosteniendo la verosimilitud en los contornos de esta época: la autoexigencia laboral, el mandato del éxito, el amor como equilibrio entre el disfrute y la compañía antes que el flechazo del que tanto se han nutrido la literatura y el cine. Si volvemos al comienzo de la famosa novela de Paul Bowles, El cielo protector, recordaremos a Kit Moresby afirmar que ella y su marido Port no son turistas en África sino viajeros. Los turistas solo piensan en regresar a casa, mientras que los viajeros pueden no hacerlo nunca. Katherine y Owen viven su aventura siempre con el horizonte confortable del regreso a casa, sabiendo que el soñado paraíso vale más como memoria que como realidad.

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.