NUEVA YORK.– El Everest es muchas cosas. Se llama Chomolungma en tibetano y Sagarmatha en nepalí. Es un icono de la topografía de la Tierra, un reto de escalada potencialmente letal y una maravilla geológica.
También es asombrosamente alto y, con un pico de 8849 metros sobre el nivel del mar, alcanza fácilmente el estatus de montaña más alta del mundo, con unos 244 metros de ventaja sobre otros picos del Himalaya como el K2, el Kangchenjunga y el Lhotse. Pero, ¿qué es lo que ha dado al Everest esta ventaja de altura y contribuye a que crezca milímetros cada año?
Una investigación publicada la semana pasada en la revista Nature Geoscience apunta a una causa sorprendente: un río, robado hace tiempo por otra vía fluvial merodeadora.
Los ríos son agentes de la erosión, pero su consumo de la tierra puede tener efectos inesperados. Hace unos 89.000 años, un poderoso río se anexionó a otro cercano. Combinados, los dos se volvieron más erosivos. Esto provocó el arrastre de una parte mucho mayor del paisaje del Himalaya, y se desprendió un enorme peso de la corteza, la capa de la Tierra sobre la que vivimos.
Según el estudio, esta corteza ligera pudo flotar más fácilmente sobre la capa subyacente del manto. En última instancia, esto ha añadido entre 15 y 50 metros a la altura del Everest, sirviendo como recordatorio de que nada, ni siquiera una colosal pirámide de roca, es inmutable.
“Aunque las montañas parezcan inmóviles desde la perspectiva de la vida humana, en realidad están en constante movimiento”, dijo Jin-Gen Dai, geocientífico de la Universidad de Geociencias de China en Pekín y coautor del estudio.
Aunque esto solo puede explicar una parte de la altura adicional del Everest, los científicos la ven como un paso hacia la explicación de cómo la montaña creció hasta lo que es ahora. “Es una historia muy interesante y que tiene mucho sentido”, dijo Tom Gernon, geocientífico de la Universidad de Southampton en Inglaterra, quien no participó en el nuevo trabajo.
El Everest empezó a formarse hace unos 45 millones de años, cuando la placa tectónica sobre la que descansa India chocó con la placa euroasiática y empezó a descender por debajo de ella. La corteza se dobló y arrugó a una escala gigantesca, lo que creó el Himalaya.
Parece rígida, pero no lo es
La corteza terrestre puede parecer rígida, pero no lo es. Cuando algo enorme, como una capa de hielo o una cadena montañosa, ejerce peso sobre la corteza, esta se flexiona hacia abajo. Pero el manto que se encuentra debajo es flotante y empuja la corteza hacia arriba. Es como si el Himalaya “estuviera sobre un castillo hinchable”, dijo Adam Smith, geocientífico del University College de Londres en Inglaterra y coautor del nuevo estudio.
Cuando la corteza no se eleva ni se hunde, se dice que está en equilibrio isostático. Y el Everest debería estar en ese estado. A medida que la placa se hunde, la cordillera va absorbiendo material de la placa india. También se retira roca de las superficies expuestas de la montaña por las precipitaciones y el movimiento de trituración de los glaciares.
Estas fuerzas deberían equilibrarse entre sí y el Everest no debería ni encogerse ni crecer. Pero la altura superlativa del Everest sugiere que algo ha estado alterando esa balanza tectónica. Y no hay nada mejor para crear ese desequilibrio que un río devorador de rocas.
A la sombra del Everest se encuentra el río Arun. Y, al igual que el Everest superó a los demás picos del Himalaya, el Arun se distingue de los cursos de agua vecinos. El Arun sigue una ruta sospechosamente tortuosa: recorre el norte del Himalaya y luego gira bruscamente y atraviesa una cresta cerca del Everest. Esto sugiere que los segmentos superior e inferior del río no siempre estuvieron unidos y que algo importante les obligó a unirse.
Reproduciendo los innumerables ríos de la región en simulaciones por computadora, los investigadores identificaron ese gran momento. Hace unos 89.000 años, una red fluvial, la Kosi, se adentró en el Himalaya, llegó hasta el Arun, saqueó sus aguas y se fusionó con él.
El Himalaya no fue rival para este monstruo líquido que erosionaba las rocas. La delgada y fina corteza fue empujada hacia el cielo por el boyante manto marino, varios picos se elevaron y el Everest ganó hasta 50 metros extra en un abrir y cerrar de ojos geológico.
La montaña más alta de la Tierra sigue creciendo cada año lo mismo que el grosor de un espagueti. Una combinación de factores, entre ellos el rebote de la corteza terrestre, explica este aumento.
Pero su crecimiento acelerado probablemente no continuará para siempre. La balanza podría inclinarse hacia el otro lado, reduciendo parte de la gran altura del Everest. El Himalaya subirá y bajará, como todas las cadenas montañosas.
La piel rocosa de un planeta dinámico nunca está inmóvil. “En escalas de tiempo largas”, dijo Smith, “es casi como si la Tierra respirara”.
Por Robin George Andrews