A los chicos los sacaban y dejaban a las chicas. Iban a hablar de algo de lo que no se hablaba. Corría sangre. Como en una película de terror. La sangre asusta. Mucha sangre asusta mucho más. Ellos no podían escuchar y ellas escuchaban a una marca de toallitas higiénicas que les daba una clase en donde la menstruación se reducía a contener, disimular y aguantar. No había ni tachos de basura en el baño de la escuela en donde venía por primera vez. No se hablaba y lo que aparecía como por arte de magia tenía que envolverse como un mago hace con una paloma y desenredarse como si fuera algo sacado de la galera. No se hablaba del principio, pero tampoco del final. La menstruación era un tabú y la menopausia también.
La gestión menstrual empezó a aparecer, también a demonizarse, como si fuera el último cuco femenino. Se habla, pero es tabú igual, como todo lo que impacta en las jóvenes, irrumpe, pero vuelve a retroceder, a avergonzar, a desvanecerse, a desfinanciarse, a dar vergüenza, a provocar miedo, a callarse. La sangre asusta, pero la falta de sangre asusta igual o más.
La menopausia -o el climaterio en realidad- es un momento vital que trae sofocos, cambios de humor, grasa acumulada en la panza y falta de deseo sexual, sequedad en los ojos, la vagina, la piel y en todos los poros, tristeza, insomnio, fatiga (o no) y del que hoy sí se habla. Se corre el velo de una palabra maldita, se profundiza sobre una etapa vital que no es un mito (los calores sí que son reales como un incendio corporal) y se debate sobre qué hacer y qué no hacer para estar mejor: semillas, medicamentos, vitaminas, gimnasia, ejercicios de fuerza, juguetes sexuales, humectantes vaginales, complementos y otras yerbas.
Pero sobre todo comprensión del proceso vital. Y un suplemento indispensable para multiplicar los puntos de vista: libros y más libros para entender, investigar, pensar y actuar conociendo lo que pasa, los diferentes enfoques, las múltiples vivencias y las posibilidades de afrontar la segunda mitad de la vida sin esconder lo que cuesta, pero sin desvanecerse por la falta y apostar a lo que hay y lo que hace mejor.
De menopausia ahora sí se habla y se lee. Hay un boom -bienvenido sea- de libros sobre climaterio, muy especialmente, en Argentina y en otras partes del mundo. Uno de ellos es “Encendidas: Un viaje íntimo por la menopausia. Una guía para anticiparse y transitarla mejor” (Grijalbo), de Mariana Carbajal. Otro es “Regreso a mí” (El Ateneo), de Sandra Magirena y además “Mi primera menopausia” (Chirimbote), de Paula Valeria Sánchez y Ana Peré Vignau. También Inés Garland, desde la ficción, explora los devenires amorosos y vitales de una mujer que transita el climaterio en “Diario de una mudanza” (Alfaguarara). Ella conversa en la narración con la obra “Diario de recuento rápido: La menopausia y la reivindicación de la vida natural”, de la norteamericana Darcey Steinke que recorre su cuerpo y llega al de las orcas que también atraviesan ciclos naturales. Además está “Mujeres que ya no sangran. Menopausia: el último tabú” (Tusquets), de Monica Yemayel. En España son una referencia “Nuestra menopausia. Una versión no oficial”, (Capitán Swing), de Anna Freixas y la herramienta coral “Señoras (una guía integral para vivir tu menopausia con plenitud desde una mirada crítica y feminista.)”, de Elena del Estal (nutricionista), Alberta Fabris (ginecóloga), Adriana Caamaño (psicóloga) y Tania Manglano (fisioterapeuta).
Pero, además, hay podcast, influencers en Instagram, obras de teatro y periodismo. El 18 de octubre es el Día mundial de la menopausia y no hay mejor forma de encarar un aniversario que leer, hablar, conversar, reflexionar, comprender y compartir los problemas -porque que los hay, los hay-, las posibilidades y los desafíos de esta etapa vital que para las mujeres implica un antes y un después y un nuevo sendero vital para evitar la idea de infierno o paraíso. No todo está polarizado, es binario o confrontado. Ser cíclicas implica, también, disfrutar de las partes curvas del cuerpo y de la vida, incluso, dejar de serlo.
Pero algo muy interesante sobre el boom de la conversación sobre la menopausia es que es una consecuencia de algunas de las muchas agendas que abrió el feminismo y, también, de las formas de debatir, pensar y compartir los problemas y las soluciones: juntas.
El feminismo argentino peleó por (y logró) la anticoncepción gratuita; bajar el embarazo no intencional en adolescentes, reivindicar la maternidad deseada, plantear la posibilidad de no ser madres, poner el goce en las estanterías centrales de las librerías, develar las múltiples formas de deseo, hormonizar a lxs que eligen esa forma y quitar hormonas a quienes prefieren no usarlas. También legislar sobre la gestión menstrual y democratizar los cuidados a la hora de sangrar, luchar por un parto respetado, lograr formas de fertilización asistida igualitarias, entender que hay maternidades diversas: de madres solas y de dos madres juntas. Y además transitar cuerpos masculinizados que sangran y cuerpos feminizados que no sangran, proponer cuidados con extensión de licencias y crianzas que no recaigan solo en una espalda. Y así.
Si se puede hablar de menopausia no es por un golpe de calor, sino por una continuidad histórica, temporal, cronológica, orgánica y natural de ir quitando fantasmas sobre las mujeres y de poner palabra a lo que era un silencio o un tabú. Y otro punto central es que la forma de escribir es poniendo el cuerpo, haciendo de la intimidad política una práctica, compartiendo con otras y desde una verdad que no es única pero que sí es genuina.
Tal vez, lo más interesante de todo lo interesante, es que cambia la forma de leer: de la soledad de la biblioteca, el sillón vacío o la ostentación de cultura de elite, la lectura feminista se comparte, se pasa entre amigas, se debate en talleres, se mensajea en Instagram, se analiza en clubes de lectura, se pone una valija en ferias del libro de todo el país, se pregunta en mensajes directos que no cierran el libro en una tapa dura, sino que dan permiso para preguntar, incluso, donde se compran juguetes sexuales desde los Valles Calchaquíes. Los libros no necesitan ser interactivos para vibrar con la singularidad de quienes leen sin pasividad, sino con curiosidad.
Mariana Carbajal es una periodista pionera e histórica del feminismo argentino. ¿Qué la inspiró para escribir sobre menopausia? “Me motivó el enojo. Me dio mucha bronca llegar a la menopausia con poca información. Ni siquiera sabía que la menopausia era un día y no una etapa. Tampoco conocía cómo influyen los estrógenos. Tenía la idea de que solo estaban asociados con “hacer bebés”. De pronto, mi cuerpo empezó a sonar como una orquesta desafinada. La menopausia no es una enfermedad, pero tenemos señales corporales que pueden ser muy agudas y molestas. Se estima que alrededor de 8 de cada 10 mujeres experimentamos alguno de esos molestos signos corporales”.
“Tal vez una de las más conocidas son los calores que pueden ser muy sofocantes –los vimos en la serie danesa Borgen, cuando Birgitte, la protagonista, se empapaba en transpiración y tenía que ir a cambiarse la blusa o secarse al baño por el sofoco que sentía-, pero también pueden ser sudores nocturnos, insomnio, sequedad vaginal y de la piel y de los ojos, depresión, caída de la libido, infecciones urinarias y la lista de nuestras penurias sigue, las pienso y me río sola”, señala Carbajal.
“En Encendidas cuento mi experiencia y el recorrido que hice para encontrar el mejor acompaña
miento y para prepararme para los años por venir, que espero, serán muchos. Estoy convencida de que tenemos que romper el silencio que todavía rodea a la menopausia -me encontré con muchas mujeres que sentían vergüenza de hablar del tema o no habían recibido ninguna información de parte de sus ginecólogos y ginecólogas- y que robustece el estigma que pesa incluso sobre esa palabra. Hasta se usa como insulto o para descalificar a una mujer todavía cuando alguien, generalmente algún varón, te increpa: “¿estás menopaúsica?” para descalificarte”, devela Carbajal.
La médica Sandra Magirena escribió el libro “Regreso a mí” en donde empieza por el principio: la menopausia es un día en la vida, el de la última menstruación. Antes y después, se desarrolla el climaterio. Ella no evade el punto qué más dudas genera: los tratamientos hormonales. “Están indicados en las mujeres que no tienen contraindicaciones médicas y que tienen menopausias tempranas (entre los 40 y los 45 años) y antes de los 50 es recomendable, pero se discute con la mujer”, explica.
Las cinco décadas son una bisagra. La médica informa: “Ya después de los 50 es optativo. Pero antes hay una ventana de oportunidad de tratamiento en mujeres sanas sin antecedentes de cáncer, ni problemas de trombosis, cardiopatías, con lípidos porque se van a ver beneficiadas en prevención de enfermedades cardiovasculares y osteoporosis. La recomendación es hacerlo con medicaciones aprobada por la ANMAT y que tienen respaldo científico en investigación y producción de laboratorio. Pero no hay que demonizar las hormonas”.
¿Qué pasa con las mayores de 50? “Si las mujeres están muy sintomáticas también está indicado porque revierte los síntomas y mejora la calidad de vida”, afirma Magirena. ¿Qué pasa con las que no quieren hacer tratamientos hormonales? “Se puede dar medicación homeopática para los sofocos y medicación ayurveda como el Ashwagandha, Aloe Vera, Shatavari, Fitoestrógenos, Isoflavonas de soja”. Ella advierte que las plantas no son todas buenas, sino que también hay que verificar qué efectos tienen. “El tratamiento es un traje a medida de acuerdo a los síntomas y las características de cada una”, sintetiza.
Y aconseja: “Mi recomendación es la toma de conciencia, saber cuáles son los síntomas que te van a ocurrir e ir mejorando la calidad de vida. Hay que intentar quitar hábitos no satisfactorios, mejorar la alimentación, sumar actividad física, darle importancia a la sexualidad y hacer alguna práctica que integre cuerpo y mente como el yoga o el tai chi. Las mujeres somos cíclicas y la salida a la etapa no cíclica puede tener efectos en cualquier mujer. Pero, por sobre todo, hay que hacer prevención de enfermedades cardiovasculares”.
El 4 de septiembre del 2024 la periodista Silvina Molina fue elegida ganadora del Premio Regional de Periodismo en Salud de las Mujeres por la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) por la investigación “Agitando el viento caliente de la menopausia: romper el tabú y mantener el goce”. Ella resalta: “Esas conversaciones que teníamos alrededor de una mesa ahora se empiezan a extender. Hay que respetar el tiempo para hablar de lo que nos pasa en una etapa post reproductiva. Es una gran oportunidad para el goce. Nos merecemos un climaterio feliz y gozoso”.
En la pre menopausia a muchas mujeres les dicen que adelgacen porque después ya no se puede y que te pongas cremas porque después ya no se vuelve atrás, como un velorio del cuerpo y de la piel lisa. Si las mujeres viven toda su existencia con la presión de ser y parecer, después de los 50, el mandato es disimular ser maduras y mostrarse jóvenes como si no hubiera pasado nada y todo lo que paso tuviera que borrarse de las líneas de expresión.
“La industria de la belleza hegemónica nos bombardea diariamente con fórmulas de botox, ácidos y cirugías, nos vende una infinidad de productos y promueve la creencia constante de que si no cumplimos con los estándares de juventud no tenemos lugar en la sociedad”, afirman Paula Valeria Sánchez y Ana Peré Vignau en “Mi Primera menopausia”, editado por Chirimbote.
Paula Sánchez destaca: “Es un libro que queremos que llegue a los barrios, a los merenderos, a los sindicatos, pero, por sobre todo, que se pueda hablar y elegir si ir a una ginecóloga que les explique la posición de la hormonización o el uso de cannabis; también hay una visión andina que utiliza vaporizaciones o plantas medicinales. Hay que conocer muchas herramientas para naturalizar el tema y que se multipliquen los saberes compartidos colectivamente”.
En el libro “Mujeres que ya no sangran. Menopausia: el último tabú”, Mónica Yamayel informa y cuestiona: “Las mujeres viven más que los hombres y una tercera parte de su existencia la pasan bajo el influjo de la menopausia. En Europa la esperanza de vida era, en 2013, de 83,3 años para las mujeres y 77,8 años para los hombres, con el siguiente dato revelador: entre 2002 (el primer año con información disponible para los Estados miembros de la Unión Europea) y 2013, la esperanza de vida aumentó 2,4 años para las mujeres. Se sabe que la expectativa de vida sube; pero ¿la calidad de vida acompaña ese crecimiento, sube en igual medida?”.
Anna Freixas señala en “Nuestra menopausia. Versión no oficial” que: “El pánico se centra en el capítulo de la belleza. Ser vieja se asimila a la idea de ser forzosamente fea. Este es uno de los logros mejor conseguidos de nuestra sociedad edadista en su campaña contra las mujeres. Para ellas ser mayor incluye perder la lozanía juvenil, la esbeltez y la delgadez”. Y contextualiza: “Todo ello produce temor porque conlleva la pérdida del atractivo sexual y la falta de deseo por parte de la pareja. La expulsión del mercado afectivo y sexual. Así, no es de extrañar que la menopausia sea algo que temer”.
Las propuestas son múltiples y las opciones también. Se puede esquivar la presión estética pero usar los libros para tomar fuerza e ir al gimnasio o, incluso trabajar con pesas porque, por ejemplo, Mariana Carbajal está entre las mujeres que corren, juegan al tenis, reman, hacen yoga, boxean o trotan, de las que activan y pueden combinar cuerpo y mente y lectura con actividad.
Por eso, la periodista recomienda a las mujeres en edad de abanicar: “Si el o la ginecóloga que las atiende no está especializado en climaterio o no les da el espacio que necesitan para contar lo que les está pasando, busquen otra profesional. Hablen con sus amigas. Si tienen insomnio o calores que les afecta su cotidianidad no los acepten resignadas sino que prueben alternativas para seguir teniendo una buena calidad de vida. Nos tenemos que amigar con lo que viene y pensar que tenemos muchos años por delante y hay que prepararse de la mejor manera. Y hagan ejercicios con pesas porque es fundamental no perder el músculo”.
Por supuesto que no se trata de un camino solitario, ya que debe ser apoyado por políticas públicas que, en el contexto actual, parecen difíciles de avizorar e, incluso, de reclamar. Carbajal remarca: “Argentina se convirtió en el primer país latinoamericano en tener leyes provinciales de provisión gratuita de productos menstruales como resultados de los años de activismo feminista. Recién en junio de 2023 se presentó en la Cámara de Diputados el primer proyecto de abordaje integral de la menopausia y el climaterio, que lo presentó la diputada María Rosa Martínez. La iniciativa creaba una unidad especializada en el Ministerio de Salud, con capacitaciones a profesionales de la salud hasta el desarrollo de campañas de difusión en medios, cobertura gratuita de abordajes terapéuticos en casos en que sean requeridos y la inclusión en la Educación Sexual Integral (ESI)”.
Carbajal analiza la viabilidad del proyecto en el contexto de freno a todas las demandas feministas: “Es difícil que sea una prioridad en un gobierno como el actual que no cree en la salud pública y ni siquiera garantiza medicamentos para personas con cáncer. El silencio que rodea a la menopausia ha favorecido que esté excluido de las políticas públicas. Cuando las mujeres y otras personas con capacidad de gestar dejamos de tener la posibilidad de convertirnos en madres, dejamos también de existir para las políticas sanitarias. Pienso que debería ser tema de la ESI y de formación obligatoria de ginecólogas y tendría que haber protocolos para que todas recibamos la misma información y posibilidades de acompañamiento en caso de necesitarlo”.
En el libro “Señoras (una guía integral para vivir tu menopausia con plenitud desde una mirada crítica y feminista)” (Arpa Práctica), de Elena del Estal (nutricionista), Alberta Fabris (ginecóloga), Adriana Caamaño (psicóloga) y Tania Manglano (fisioterapeuta) animan a “abrazar la vivencia de la madurez, disfrutarla con plenitud y resignificarla”. Pero más allá de hablar, acompañar y abrazar también hay consejos. Menos mal porque a veces se necesitan un par de tips para tener un GPS de ruta.
Van algunas herramientas concretas: hacer una dieta rica en calcio, ingerir magnesio es importante, evitar el exceso de sal y el consumo excesivo de alimentos ya preparados y ultraprocesados. “Intenta hacer ejercicios para liberar tensiones”, recomiendan y dan un menú variado: yoga, pilates, ejercicios de fuerza, zumba, boxeo, tenis, básquet o cualquier otro que haga sentir bien. También aconsejan practicar ejercicios de relajación. En fin, hace fuerza, relájate y goza.
Los libros se escriben para lectoras, pero también para espectadoras. En 2017 se estrenó “El show de la Menopausia”, una obra de teatro de Verónica Lorca y Florencia Alcorta. En 2016, cuando las convocaron, se hablaba muy poco y con un abanico como guiño. Una de las protagonistas era María Valenzuela y lo anunció en el programa de Susana Giménez. La diva se horrorizó porque todavía daba calor hablar de los calores en público. Ahora que ya se habla ellas vuelven a la carga y más cerca de la edad y de las sensaciones que hacen girar la vida. El regreso se titula “Conversaciones de mujeres de 50″.
“Ahora es una problemática que nos está atravesando y tenemos mucha más información, aunque no tanta, ya que el cuerpo de las mujeres no está muy estudiado, algo que también decimos en el espectáculo. La obra es para reírse de todo y hacer catarsis colectiva”, describe Lorca.
“Exponemos los calores, por supuesto, pero también la presbicia, la niebla mental, los mandatos con el cuerpo, la exigencia de ser jóvenes que hace que lleguemos al límite de fingir que todavía menstruamos, librarnos del Síndrome Pre Menstrual (SPM), los conflictos con los hijos adolescentes, el lubricante, la ciclotimia, las influencers de la menopausia y una carta a nuestras hormonas pidiéndoles disculpas por culparlas de todo”, detalla Lorca y anuncia que la obra se presentará, en 2025, en Buenos Aires, Madrid y Miami.
Algunos chistes para espadear ante la mirada ajena: “Antes preguntaba ¿Hace calor o soy yo? Hasta que un amigo me contestó: No es el clima, sos vos, estamos en invierno”. Bueno, pero también puede ser por el calentamiento global”. Otro para que si las critican se las sude: “Llegas transpirada a la oficina: “Ay, perdón, llegué así empapada porque vengo de trotar”. Y te dicen “Pero si estas con taco aguja y un trajecito de lino”, “Bueno, yo hago running como quiero, mi cuerpo, mi outfit””.
Pero si no se acuerdan de los chistes a la hora de interactuar no es para preocuparse, es una que sabemos todas (o que nos olvidamos todas): se titula niebla mental. “El show de la menopausia” incluye cómo salir de ese laberinto: “Ya no recomiendo series, porque nunca me acuerdo bien los nombres, no quiero empezar a decir: “Vi una serie buenísima… ay cómo se llamaba, ésta en el que el protagonista es un chef que tiene que salvar un restorán, donde actúa este rubio conocido, que estaba casado con la actriz esta, la que hizo esta peli graciosa, y él ahora anda con la cantante, la española”. Tengo que googlear, pero para eso tengo que agarrar la cartera y sacar los lentes, así que digo ‘Nada, no vi nada interesante, últimamente’”.
La escritora Inés Garland empezó a escribir “Diario de una mudanza” cuando mandó un correo a setenta contactos para que le contaran sobre la menopausia. Recibió solo cinco contestaciones y la falta de respuestas le mostró que el vacío gritaba una necesidad de escribir sobre un tema que tanto le costaba hablar a la mayoría de las mujeres. Su obra tiene fragmentos de libros, conversaciones con autoras y otras anotaciones.
Garland subraya: “La protagonista habla del desencuentro con los hombres y de los desencuentros después de la menopausia y de la andropausia que, por supuesto, el hombre no quiere hablar del tema. Creo que el movimiento que se está dando es acompañarnos. Hay divulgación científica y ensayo pero hay poca ficción. Parece que no es muy glamoroso, pero las repercusiones muestran que interesa y mucho”.