Florencia Sichel se hizo conocida en redes sociales, donde tiene más de 86 mil seguidores, gracias a su estilo fresco y sencillo de abordar, con herramientas de la filosofía, problemáticas de la vida cotidiana. Es profesora de Filosofía, autora de ¿Y vos qué pensás? Viaje filosófico por las ideas y coautora de Filosofar desde la infancia y perderse en el camino. Además, escribe el newsletter Harta(s), donde comparte ideas en torno a la filosofía y la maternidad.
En su reciente libro, El filo de amor, escrito junto a Marcela Peidro, indaga en preguntas del estilo: ¿Cómo influye la tecnología en la manera en la que amamos? ¿El amor está muriendo en este mundo? ¿Hay que escaparle al dolor? ¿Podemos vivir sin amigos? La idea, dice, es ampliar el concepto del amor todo lo que sea posible.
–¿Las preguntas que nos hacemos sobre el amor son siempre las mismas?
–Puede ser, porque tiene que ver con la historia de la filosofía y los grandes problemas existenciales. En el libro mencionamos que las mismas conversaciones que tenemos hoy con amigos, un fin de semana compartiendo una cerveza, son las que se discutieron en El banquete, de Platón. Entonces hay algo de esa sensación de que siempre problematizamos lo mismo. Claro que después cada época tiene sus propios matices y se renuevan las discusiones. Respecto del amor, nos sirve para pensar que cuando sentís que sos la persona más desdichada del mundo, en realidad sos uno más de muchos que se sintieron así alguna vez. O sea, hay que darles un marco a esos problemas y sentimientos.
–¿Qué puede aportar la filosofía de la actualidad a temas como los vínculos, el amor, la felicidad, el dolor y la pareja?
–Que eso que uno cree que le pasa solo a uno le ha pasado a un montón de personas, entonces, hay algo ahí de un horizonte colectivo de los problemas que es transformador: darte cuenta de que lo que te angustia tiene un sentido y un contexto. Y por otro lado, da herramientas, facilita el hacernos preguntas y dejar de naturalizar ciertas cosas. Ofrece la posibilidad de tener un pensamiento crítico y en todo caso, a la hora de adoptar mandatos, porque todos adoptamos mandatos, hacerlo lo más conscientes posibles. La cuestión, sin embargo, es que no todo el mundo está dispuesto a problematizar su forma de amar, porque es encontrarte con tus límites, angustias, miedos; eso requiere de tiempo, disposición y ganas.
–En el libro hablan de Epicuro y su concepción del placer y la felicidad, y lo comparan con la visión actual ligada al consumo. ¿Cómo volver a centrar el placer en los vínculos?
–Epicuro es un filósofo antiguo al que le preocupaba el problema de la felicidad y de cómo podemos definir una vida placentera. A mí me gusta compartir sus ideas porque es totalmente opuesto a lo que hoy entendemos por placer. O sea, hoy cualquier persona te diría que el placer es ir a comer a un restaurante, darse ciertos lujos, o sea, una vida lo más parecida al hedonismo; las agendas del placer están dictadas por el consumo. Esto nos interesaba marcar en el libro, que no es una valoración moral de cómo vivimos, cada uno vive como puede y dentro de un contexto, pero sí es interesante traer otras ideas para mostrar que podría ser de otro modo. Lo que marca Epicuro es: ojo, la felicidad y el placer pasan por otro lado, por tener una vida tranquila, lejos de las perturbaciones. Entonces, si estoy en mi casa y no me exijo tanto –lo que para muchos puede ser una vida aburrida– para Epicuro es estar cerca de la felicidad porque me permite abrirme a lo que merece la atención, por ejemplo, la amistad.
–¿Por qué le damos tanta centralidad al amor de pareja?
–En el capítulo de Vasallo y Nietzsche quisimos mostrar el problema de la jerarquía que tiene el amor en esta sociedad, donde el amor de pareja tiene el mayor estatus social. El estado civil no necesariamente tiene que ver con la soledad, porque hay personas en pareja que se sienten solas. Brigitte Vasallo dice que en realidad la monogamia es un esquema de pensamiento y que estamos estructurados para competir con el que tenemos al lado, como si fueran adversarios, cuando tendríamos que animarnos a construir otro tipo de vínculos.
–También se hacen preguntas sobre el amor a los padres. ¿A una madre la tenemos que amar en todas las circunstancias? ¿Una madre ama a su hijo siempre, de manera incondicional?
–El amor de una madre también está lleno de filos, de ambivalencias, y lo mismo pasa con un hijo hacia su madre. Lo que dicen Byung Chul Han y Alain Badiou respecto a esta época, es que el amor individualista muestra la caída del Amor. O sea, en el momento en que tomamos al otro como un producto a consumir y descartar estamos frente a la agonía del Eros. Y ahí para nosotras había un desafío: ¿damos por muerto al amor o lo defendemos? Yo creo que es posible el amor, pero revisando ciertos pactos. Por ejemplo, se le pregunta a las mujeres por qué no son madres o cuándo van a serlo, pero nadie les pregunta a los que tienen hijos por qué decidieron tenerlos. Tienen un impacto muy fuerte en nuestras vidas estos discursos y por eso es importante empezar a narrar otras formas de amor también, como el amor a la profesión, a los animales. Hay un montón de formas de encontrar y de sentirse pleno en el amor.
–También hablan de la idea de ambivalencia de las emociones: se puede sentir amor y odio al mismo tiempo…
–Está bueno reconocer que podemos sentir amor y odio a la vez y no pasa nada, esa famosa frase de “matar al padre o a la madre”, ¿no? Claro que hablamos de una muerte conceptual, simbólica. Cualquier vínculo trae aparejada la ambivalencia, lo que pasa es que durante años se puso todo el eje en la parte linda del amor maternal y no en todo lo otro, como si no existiera. Y en realidad es intrínseco al amor las dos cosas, y se da muchas veces al mismo tiempo. Trae mucho alivio sentir los filos del amor. Porque si no parece que el problema lo tiene la persona, cuando en realidad es al revés, sentir ambivalencia es lo que nos permite poder separarnos y que entren otras personas en el entorno de los hijos. Entonces, en ese sentido, “matar a la madre”, “matar a los padres”, tiene que ver con entender que son figuras súper importantes de apego principal, pero no las únicas.
–Te llevo de nuevo a Vasallo y su planteo sobre el “amor Disney”, que hace que muchas mujeres terminen un poco sometidas o manipuladas.
–Claro, todas las películas terminan con el beso y el casamiento, pero nadie te muestra qué pasa después. Pero, como también dice Badiou, ese éxtasis dura un rato y hay que ver qué pasa en esas relaciones. Y el amor Disney suele ser el de las mujeres deseando siempre un tipo de hombre, puestas en un lugar de carencia, ese varón que viene a darnos todo lo que nos falta. Entonces, un poco el cuestionamiento es que esto va más allá de tener pareja. Tiene que ver con que no te saquen todo lo otro, reconocer que también está el desarrollo personal, el amor por tus amigos, por tu país, etcétera. Nosotras terminamos diciendo: vale la pena que nos rompan el corazón, porque también se nos ha dicho, a raíz de todas las luchas feministas, que el amor no tenía que doler. Y es cierto, pero la contracara de no querer que nadie te lastime, es no dejar entrar a nadie a tu vida.