Qué dirían del cepo estos premios Nobel de Economía si hubieran nacido en Argentina

Daniel Kahneman (2002), Robert Shiller y Eugene Fama (2013), Richard Thaler y Carl Sunstein (2017), Peter Diamond y Ben Bernanke (2022), son economistas que han recibido el Premio Nobel en los últimos 22 años. Cada uno de ellos ha realizado diferentes y valiosas contribuciones al desarrollo de la teoría del comportamiento económico. Ellos han cuestionado, de manera directa o indirecta, las teorías económicas tradicionales al considerarlas incompletas. En general, sus aportes se basan en el hecho de que la psicología de los individuos afecta sus decisiones y, por lo tanto, no siempre adoptan conductas económicamente racionales. Esto podría explicar por qué, en ocasiones, se producen grandes burbujas especulativas, crisis masivas del sistema bancario y corridas cambiarias sin un argumento económico que las justifique en las proporciones en que se presentan.

Cuando se trata de eventos extremos en los que podría estar en juego una parte significativa de nuestro patrimonio, las personas tendemos a adoptar conductas auto-protectoras sin considerar demasiado los fundamentos económicos detrás de la decisión. Por ejemplo, si su vecino le dice que su banco está en problemas, usted podría suponer que muchas otras personas también están recibiendo esa misma información en ese instante, por lo que sería lógico considerar más relevante la posibilidad de que el banco quiebre, independientemente de su solidez. Así, para protegerse, podría apresurarse a retirar su dinero. Si todos hiciéramos lo mismo al mismo tiempo, los bancos podrían desaparecer y el sistema monetario colapsaría en un abrir y cerrar de ojos.

Todos estos laureados, ya sea de manera velada o explícita, destacan el hecho de que los eventos económicos extremos, como una maxidevaluación (por poner un ejemplo argentino), tienden a quedar grabados en la memoria de los individuos, generando un sesgo cognitivo. Dependiendo de la magnitud y la reciente ocurrencia del evento, esto puede generar una sobrerreacción desproporcionada ante la percepción de un posible evento similar. Estas sobrerreacciones pueden tener efectos no monetarios, como la retracción de la producción y el consumo. En criollo: el que se quemó con una devaluación ve una suba del 5% y llora.

Dependiendo de la magnitud y la reciente ocurrencia del evento, esto puede generar una sobrerreacción desproporcionada ante la percepción de un posible evento similar

Quienes estamos inmersos en los mercados sabemos que, en general, cuando los fundamentos económicos son sólidos, las expectativas del público suelen alinearse positivamente con ellos, y viceversa. Es decir las expectativas convalidan la tendencia de los fundamentos. No obstante, existen dos excepciones a esta regla general. La primera ocurre cuando fundamentos económicos insuficientes se combinan con un nivel de expectativas de excesiva de confianza, lo cual puede dar lugar a la formación de burbujas económicas. La segunda se presenta en situaciones, en la que buenos fundamentos económicos se combinan con expectativas de un excesivo temor infundado, lo cual lleva a la aparición de crisis inesperadas.

Si la economía monetaria fuera un barco, los economistas tradicionales dirían que para tener una navegación exitosa y llegar a destino se debe contar con un gran motor, información fidedigna sobre la profundidad y una carta marítima con geolocalización –los fundamentos económicos-. Sin embargo, la economía conductual ha demostrado que, bajo ciertas circunstancias excepcionales, las corrientes marinas y el viento (expectativas adversas) pueden reducir la velocidad de la nave, torcer su rumbo y, en situaciones extremas, hacer que naufrague, impidiendo llegar a destino, a pesar de contar con un respetable navío —Macri 2018—.

En Argentina, el factor conductual vinculado a las expectativas adversas del público ha sido recurrentemente subestimado. Durante mucho tiempo, nos hemos educado en la creencia de que el déficit fiscal cero y la astringencia monetaria son condiciones necesarias y suficientes para mantener una moneda saludable y estable a lo largo del tiempo. Sin embargo, la cautelosa continuidad del cepo por parte de la administración actual, pareciera reparar en el enfoque conductual, siendo una clara muestra de que nueve meses de déficit cero y cero emisión no son suficientes para lograr una moneda confiable.

Daniel Kahneman

Para restaurar esta confianza, podrían ser necesarios tres factores concurrentes: 1) Tiempo: permitir que el paso del tiempo debilite la percepción y el recuerdo de eventos cambiarios traumáticos ; 2) Volatilidad: en un contexto de baja inflación, el precio del dólar libre debería mostrar una baja sostenida en su volatilidad, lo cual reforzaría la percepción de que la narrativa económica del gobierno es consistente con el comportamiento de la divisa; 3) Reservas: incrementar las reservas internacionales y asegurarse que la economía siga una senda de crecimiento.

El liberalismo económico sostiene acertadamente que los mercados libres, sin interferencia estatal, son los más eficaces para la producción y el intercambio de bienes y servicios creados por el sector privado. No obstante, el funcionamiento del imperfecto y frágil sistema monetario a menudo demanda la intervención del gobierno para asegurar la estabilidad y eficiencia de su propia creación. En contextos extremos estas intervenciones buscan restablecer la confianza de los individuos en el sistema.

La teoría del comportamiento económico es aún incipiente y sigue en desarrollo. En el contexto argentino, su aplicación es especialmente novel. Imaginemos por un momento qué opiniones podrían tener los economistas galardonados con el Premio Nobel si hubieran nacido en nuestro país.

Bernanke y los creadores del modelo Diamond-Bybvig probablemente apoyarían la idea de que las intervenciones del banco central deberían realizarse de manera prematura y contundente

Si Kahneman hubiera sido argentino, su heurístico de disponibilidad probablemente lo habría llevado a identificar el sesgo cognitivo que históricamente nos ha impulsado a comprar más dólares que cualquier otro país en el mundo. Observando que el 80 por ciento de las compras en las corridas cambiarias son realizadas por minoristas, Thaler, desde su enfoque de paternalismo libertario, podría sugerir mitigar el sesgo cambiario en Argentina cambiando el “framing” de la cotización.

En lugar de mostrar el precio como pesos por dólar -1300-, recomendaría exhibirlo en dólares por peso -0.0007- para reducir el efecto ancla mental sobre valores psicológicos conocidos.- cambio de unidad de cuenta-. Robert Shiller, autor de Exuberancia Irracional, probablemente escribiría un libro titulado El Pesimismo Irracional sobre el Peso Argentino, para explicar el comportamiento errático de la moneda en un contexto de sólidos fundamentos económicos y acumulación de reservas. Ben Bernanke y los creadores del modelo Diamond-Bybvig probablemente apoyarían la idea de que las intervenciones del banco central en el mercado de cambios deberían realizarse de manera prematura y contundente, para evitar corridas cambiarias que podrían convertirse en problemas mayores.- nonmonetary effects of the financial crisis-

La teoría del comportamiento económico no ofrece soluciones mágicas para eliminar de los individuos el impacto del temor y la confianza en la toma de decisiones. Sin embargo, comprender estos sesgos cognitivos y su influencia es un primer paso esencial para tomar acciones y políticas que ayuden a mitigarlos.

El autor economista, XL trader de dólar futuro y ex Director de Rofex

Por Prensa Pura Digital

DIARIO DE VILLA LA ANGOSTURA Y REGIÓN DE LOS LAGOS. NEUQUÉN.