El Gobierno está analizando cambios en el etiquetado frontal de los alimentos, cuya característica actual más visible son los octógonos negros de los envases mediante los cuales se advierte a los consumidores sobre el exceso de ingredientes perjudiciales para la salud como azúcares, grasas, calorías, grasas saturadas y sodio.
Según pudo saber LA NACION, en estos momentos están bajo estudio varias modificaciones posibles, desde el diseño de octógonos más pequeños y “delicados”, con la intención de que sean menos invasivos, hasta una nueva fórmula para el cálculo de los “nutrientes críticos”, esto es, aquel que determina que un producto deba llevar la leyenda “exceso de”. También podría haber nuevas reglas para la publicidad de esos alimentos y una posible “armonización” de los criterios dentro del Mercosur con el modelo brasileño como norte.
A nivel técnico, en el tema trabaja principalmente la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), dentro de la órbita del Ministerio de Salud, aunque también participa la Secretaría de Comercio. Luego, más tarde, todo quedaría bajo la mirada del ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, que está dispuesto a expandir la agenda desreguladora a todos los rincones del Gobierno, confiaron fuentes oficiales y privadas al tanto de las conversaciones. Desde esa cartera, en cambio, dijeron que “no están estudiando nada en el corto plazo”.
Si bien la administración libertaria arrancó con la idea de desburocratizar procesos y ya removió varios obstáculos regulatorios desde la Secretaría de Comercio, que conduce Pablo Lavigne, la incorporación formal a la gestión del “el Coloso” (como lo llama el presidente Javier Milei) podría acelerar los tiempos de varias iniciativas en ese sentido.
En el caso del etiquetado, no tendría que esforzarse por convencer a nadie dentro de la administración, dado que desde que era candidato, tanto el Presidente como algunos de sus principales referentes, como el diputado José Luis Espert, siempre se mostraron en contra de los lineamientos de la ley de etiquetado frontal, como la inclusión de los octógonos. En todo caso, de concretarse las iniciativas, la pelea será con el kirchnerismo, principal impulsor de la norma que el Congreso aprobó el 26 de octubre de 2021.
La industria alimenticia viene insistiendo desde entonces con una agenda de flexibilización. La llegada de Sturzenegger al Gobierno es vista en el sector como una oportunidad para revitalizarla.
Como se trata de una ley, los cambios podrían llegar por etapas. Primero, los más simples, se buscarán implementar mediante modificaciones al decreto reglamentario. Los cambios de fondo quedarían para una segunda instancia en la que sería necesaria una nueva ley o bien una enmienda a la actual, propuesta de modificación que debería ser refrendada mediante debate y aprobación parlamentaria.
Leyendo la letra chica
“La Anmat está revisando el manual de aplicación vinculado con los octógonos en los envases. Se está trabajando en un proyecto de resolución que contemple experiencias de otros países y pedidos de la industria; el trabajo está coordinado con el Ministerio de Desregulación”, afirmaron en el organismo descentralizado que funciona dentro de Salud.
En tanto, fuentes privadas dieron algunos detalles sobre la iniciativa. “Es más amplio que el tema de los octógonos. Tanto Anmat como el Senasa [Servicio de Sanidad y Calidad Agroalimentaria] están revisando procesos. En el caso de Anmat, están evaluando la simplificación del sistema de control nacional de alimentos”.
Están bajo observación, por ejemplo, los tiempos de registración de los alimentos y se acaba de autorizar la libre elección de los laboratorios para esa registración. También se buscan flexibilizar las auditorías en planta. Asimismo, están bajo revisión procesos supervisados por el Instituto Nacional de Alimentos (INAL), que controla el ingreso en el país de envases y utensillos importados que estarán en contacto con alimentos.
Fuentes privadas dijeron a LA NACION que hay conversaciones entre la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal) y el ministro Sturzenegger sobre este tema y otros de una agenda más amplia que incluye cuestiones tributarias, de comercio exterior, laborales y de medio ambiente. “Hay buena receptividad “, afirmaron.
Copal ya le había planteado al exministro de Economía Sergio Massa el alto costo que enfrenta la industria local, a la hora de exportar a sus vecinos, por la falta de armonización de criterios en el etiquetado de los alimentos dentro del Mercosur. La intención es ir hacia el modelo brasileño, cuyo sistema de advertencia es diferente, para lo cual la Argentina ya contaría también con el visto bueno de Uruguay, que se sumaría al cambio.
Hay otro tema potencialmente polémico que es el cálculo de los “nutrientes críticos”, que surge de una proporción entre ese componente y el valor calórico del producto. Esa fórmula, dicen en la industria argentina, genera distorsiones y hace que, a veces, “un producto que tiene menos azúcar lleve el sello y otro que tiene más azúcar no lo tenga”.
Si bien hace tres años la mayoría de los diputados apoyó la ley vigente términos generales (el Senado lo había hecho el año anterior), varios plantearon objeciones y se abstuvieron de votar algunos de sus artículos.
Un grupo de legisladores –en su mayoría del Pro– rechazaron la iniciativa por considerar que el esquema de octógonos previsto en la norma resultaba “hostil y estigmatizante” y que, en lugar de propender hacia una educación en materia alimentaria, imponía censuras y prohibiciones. Ahora podrían tener una oportunidad de verse reivindicados desde el Gobierno.