Pasaron seis años del peor día de su vida, pero la voz de Modesta Polijo todavía se deshace en un hilo de llanto cada vez que habla de su hija Delia, de sus 14, de los besos y abrazos que le daba, de las charlas cómplices, de cómo adoraba a sus cinco hermanos, de cómo la extraña.

Un mes antes del horror, en un último video familiar, se ve a la adolescente en una plaza jugando a la pelota con su hermano de casi un año que estaba aprendiendo a caminar. Ella lo mira atenta, abre los brazos por si el niño cae. Ella, con su pelo oscuro y lacio, sonriente. Así se la veía a Delia.

Mi corazón me dice que a mi hija me la agarraron, no una sola persona, creo que varios. Es muy angustiante no saber dónde está”, dice Modesta, en una conversación telefónica con LA NACION desde su hogar en La Paz, Traslasierra, provincia de Córdoba. Habla del martes 18 de septiembre de 2018, cuando ella, su marido y el resto de sus hijos, la vieron por última vez.

En el caso de Delia se cruzan situaciones que describen el contexto del drama que Modesta y su familia sostienen hace años: por un lado, la existencia de un grupo de vecinos que los Polijo siempre trataban de evitar porque los hostigaban por su origen boliviano; y por el otro, el hecho de que ese 18 de diciembre, la secundaria a la que asistía Delia decidió que ella y sus compañeros del turno tarde salieran dos horas antes de lo habitual, porque había faltado un profesor. “Yo creo que la agarraron a mi nena cuando volvía a casa sola y nunca volvía sola, siempre la pasaba a buscar mi hijo mayor”, asegura Modesta.

La historia de Delia y las peripecias y angustias de los Polijo coinciden con las de otras 8 familias cuyas historias LA NACION abordó en una investigación especial en el que puso la lupa sobre la inacción del Estado para encontrar a esos niños.

Y es que a esas situaciones que atravesaron los Polijo, se le sumaron los errores cometidos por los responsables de investigar su paradero, policía y fiscales, cuenta Modesta, algo que ella lamenta con más tristeza que enojo porque a veces se siente “vencida”, pero explica que su hija se le presenta en sueños y por eso no baja los brazos.

El colegio la dejó salir antes porque un profesor faltó y su familia no la vio nunca más: la historia de Delia Polijo

“Mami, me estoy yendo”

Ese martes 18 de septiembre de 2018 Delia estaba entusiasmada porque faltaba poco para la primavera y ella iba a bailar en los festejos del día del estudiante que organizaba el colegio. Para ese evento, se había comprado unos aritos, una pulsera y un vestido azul que apenas llegó a su casa se probó y se tomó una selfie.

Cursaba el segundo año en el colegio IPEM N°137 Carolina Lucero de Funes, de La Paz, un pueblo de unos dos mil habitantes que vive de la producción de ladrillos, artesanías y del turismo hotelero debido a que se encuentra en el Valle de Traslasierra, una de las zonas de gran atracción turística de Córdoba.

El colegio queda a seis kilómetros del hogar de los Polijo. Por eso, su mamá o su hermano mayor, de entonces 19 años, Cristian, eran quienes la llevaban todos los días al mediodía y a las 18 la pasaban a buscar. “Nunca estaba sola, siempre estaba con nosotros”, explica Modesta.

Delia junto a sus padres y cuatro de sus cinco hermanos

Más allá de la distancia, la mujer quería evitar lo más posible el acoso que sufrían de un grupo de vecinos que los insultaban cada vez que los veían pasar. Modesta temía por sus hijas, por eso los cuidados.

“¡Mami, chau, ya me estoy yendo!”, le gritó Delia a Modesta, desde lejos, porque no quería llegar tarde. “Yo le contesté ´Bueno hija, decile a tu papá también´. Y le dijo a su papá. Siempre saludaba así. Esa fue la última vez que escuché su voz”, recuerda con angustia Modesta y de nuevo llora.

La salida del colegio

A las 18 en punto de ese martes Cristian estuvo con la moto en la puerta del colegio para retirar a Delia. Pero se encontró con que el edificio estaba cerrado. Los alumnos habían salido antes porque había faltado un profesor, pero las autoridades, como solían hacer, no les dieron aviso ni pidieron permiso a los padres, según cuentan los Polijo.

Preocupado y atento al camino a ver si encontraba a su hermano, Cristian volvió a la casa. Ya en la casa dio aviso de lo ocurrido y a la búsqueda de Delia se sumó su otro hermano, de 16. Recorrieron nuevamente las 60 cuadras, pero no había rastros de la niña. Fue entonces que Mario y Modesta fueron a hacer la denuncia a la policía.

“Estuvimos dos o tres horas y recién después salieron a buscarla. Ya era de noche. Al día siguiente la buscaron también los Bomberos, pero no la encontraron. Los vecinos ayudaron. Yo estaba muy desesperada”, recuerda Modesta, tratando de todavía de reponerse al dolor.

La selfie que se sacó Delia con el vestido que estrenaría en la primavera de 2018, hoy se utiliza en su búsqueda

La búsqueda activa con efectivos de la Policía y Bomberos se fue diluyendo con el pasar de las semanas. Tres meses después, cuando la familia Polijo seguía pidiendo que encuentren a su hija, ocurrió un giro en el caso. Dos días antes de Navidad, el domingo 23 de diciembre, una vecina fue hasta la comisaría de La Paz para denunciar por violencia de género a su marido, Mauro Martínez, y aseguró además que el hombre había tenido que ver con la desaparición de Delia.

Los agentes esperaron hasta el día siguiente para allanar la casa de Martínez, quien era uno de los vecinos que solía molestar a los Polijo. Allí encontraron entonces una colita de pelo, un par de aros y una cadenita. Todo pertenecía a Delia. Esos dos últimos objetos eran los que ella se había comprado para los festejos de primavera.

Como Martínez no estaba en su casa, comenzaron a buscarlo. Lo hallaron colgado de un árbol en medio de un monte cercano. Ese mismo lunes decidió suicidarse. Cuando la pareja de este hombre fue indagada no sumó ningún dato útil en la causa, que no posee detenidos.

Los errores y un pedido

“Hubo muchos errores. No la siguieron buscando. Nadie busca ahora a mi hija. Yo quiero que la vuelvan a buscar. Al hombre no lo detuvieron cuando tenían que hacerlo, cuando la mujer lo denunció. Además nos investigaron más a nosotros que al resto. Investigaron hasta a mi familia que vive en Mendoza. No hubo allanamientos en las casas de los vecinos en los primeros meses. Nunca vino un juez ni un fiscal a hablar con nosotros. Nos sentimos solos”, cuenta Modesta y habla rápido como para no detenerse y volver a llorar.

En la investigación se recabaron imágenes de cámaras públicas y privadas en la vía pública en las que se ve a Delia caminar el tramo de 60 cuadras hacia su casa. Pero en la zona rural donde viven los Polijo no hay cámaras. Su rastro se pierde allí.

La familia tiene la hipótesis de que ese vecino y otros se encontraron a Delia cuando se dirigía a su casa, la secuestraron y luego la mataron. Pero su cuerpo nunca apareció. Modesta abriga una pequeña esperanza de que esté viva, pero no lo dice, se refugia en un “no sé”. Hoy tendría 20 años.

“Nuestro abogado me dice que no se sabe todavía si la mataron o la vendieron. Yo quiero que investiguen bien porque no quiero que nadie más sufra todo lo que estamos sufriendo nosotros, esto de no saber”, dice Modesta.

Hace un par de semanas, el abogado de la familia, Germán Romero Marcón, interpuso una demanda contra la escuela y el Ministerio de Educación por haber dejado salir antes a los alumnos, menores de edad, sin la autorización de los padres.

La familia Polijo y amigos vecinos suelen hacer marchas para reclamar por la desaparición de Delia, en Traslasierra, Córdoba

Además, pidió que se reactive la investigación en la búsqueda de Delia. El letrado no les cobra por sus servicios a la familia, ya que viven al día. Mario hace ladrillos y algunas changas el barrio y Modesta a veces vende artículos en la feria del pueblo y se dedica a cuidar a sus hijos, más aún después de la desaparición de su hija.

“Pasó el tiempo y yo extraño todo. Mi nena era buena chica, inteligente, era muy cariñosa conmigo, hablábamos. Le gustaba hacer todo, ayudaba en la casa cocinando, limpiando. Le gustaba la música cristiana. Estamos todos traumados con la desaparición de Delia, siempre lloramos, desde los más grandes hasta mis hijos más chicos”, cuenta Modesta. El hermano más pequeño de Delia, el que aprendía a caminar en el video, ya tiene 7 años.

Le pido al Estado y a la Justicia que vuelva a buscar a mi hija, que vengan a La Paz”, entonces, Modesta se disculpa por no poder sostener la conversación. Explica que le duele el corazón y, antes de que las palabras se le escapen nuevamente en puro llanto, dice: “En mis sueños siempre la veo conmigo, siempre está llegando y le pregunto: ´Después de tantos años, ¿dónde estuviste hija?’. Y ella me contesta: ´Me llevaron´”.

A quién podés llamar si tenés un dato sobre Delia u otros chicos:

  • Escribirle al Ministerio de Seguridad haciendo click en este link o llamando a la línea 134.
  • Podés llamar al 911.
  • Podés comunicarte con la organización Missing Children al 0800-333-5500

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Por Prensa Pura Digital

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