¿Por qué una persona que creemos linda, además nos parece inteligente? ¿O por qué el aspecto físico se valora en trabajos que nada tienen que ver con el tema? Como cada lunes, nos encontramos en “No debí hacer eso”, un espacio donde abrimos la cocina de nuestras decisiones para conocer las razones detrás de cada una de ellas, aprender cuáles nos limitan y qué hacer para mejorarlas.
Es cierto que vivimos en un mundo bastante particular con respecto a la imagen, pero más que con nuestra época, tiene que ver con nuestro cerebro. El “Efecto Halo” es cuando trasladamos un atributo positivo de una persona a algo general, aunque no haya relación directa. Juzgamos algo por su apariencia. Un ejemplo clásico es cuando una persona “linda” es tratada como alguien bueno, inteligente y responsable, solo por su pinta. Ese es un buen ejemplo de qué es el “Efecto Halo”.
Esto nos pasa con todo tipo de personas: compañeros de trabajo, políticos, músicos, o futbolistas a quienes admiramos. Es general y algo bastante común en cada uno de nosotros. Por supuesto, que te consideren lindo o feo no tiene nada que ver con que seas una buena o mala persona, o una persona competente o incompetente.
Sin embargo, de alguna manera, todos somos víctimas del “Efecto Halo”. Hay un caso paradigmático que sucedió en la década del 70, que es el de Ted Bundy, un asesino serial que mató a 30 mujeres.
Bundy era carismático y atractivo, lo que llevó a que decenas de mujeres lo defendieran, llegando a tener fans que le escribían cartas. Hasta el último momento, incluso después de su condena, tenía fans.
El caso es tan paradigmático que Netflix hizo una película y una serie protagonizadas por Zac Efron. ¿Esto significa que cualquiera se puede enamorar de un asesino serial? No. Pero, sin lugar a dudas, cuando hay un atributo que se destaca mucho y nos gusta esa persona, tendemos a extrapolar ese atributo positivo a la personalidad en general.
Nuestra cabeza puede generar atajos absurdos, que nos pueden llevar a tomar decisiones que son realmente incomprensibles. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué trasladamos un atributo positivo, de una característica de una persona a la generalidad? Bueno, hay distintas razones.
La primera es que nos gusta ser coherentes. Entonces, si evaluamos un aspecto positivo de alguien, como puede ser que esa persona es muy simpática, también queremos que sigan con una serie de enumeraciones positivas: es simpática y además es inteligente, es buena amiga, es responsable. Es un mecanismo bastante automático que tenemos en nuestro cerebro.
Otra razón es que nos gusta confirmar lo que creíamos previamente, nuestros prejuicios, lo que se llama sesgo de confirmación. Queremos reforzar lo que pensábamos. Entonces, si teníamos una idea positiva de alguien, probablemente queramos confirmar eso y le prestemos atención a gestos, información, y cosas que ratifiquen lo que pensábamos de esa persona.
Vayamos a un ejemplo: para tratar de estudiar este sesgo, dos psicólogos sociales, Richard Nisbett y Timothy Wilson, hicieron un experimento en 1977 con estudiantes universitarios.
Básicamente, lo que hicieron fue mostrarles a estudiantes universitarios uno de dos videos que habían grabado. En uno, un profesor trataba de manera fría y bastante autoritaria a un grupo de alumnos y les enseñaba un tema. En el otro, se mostraba al mismo profesor enseñando a los alumnos de manera cálida, horizontal y con buena onda.
Habiendo visto el video, les pidieron que evalúen cuán atractivo era el profesor en términos físicos y cuán competente parecía enseñando ese tema.
¿Qué sucedió? Aquellos que vieron el video donde el profesor se mostraba autoritario y frío dijeron que era menos competente y más feo, o sea, más feo y más bobo. Aquellos que vieron al profesor siendo más cálido, dijeron que les parecía más atractivo y más competente.
Lo impactante es que cuando les preguntan a los estudiantes si creían que habían sido afectados por el modo en que el profesor enseñaba a la clase, en cómo evaluaron a este profesor por su aspecto físico y competencia, respondieron un “no” categórico.
Eso que les pasó a ellos, es lo que nos pasa a todos.
Por eso, te dejo como siempre tres tips para luchar contra este sesgo.
- Definí criterios específicos: es muy importante que puedas evaluar cada atributo de algo que te interesa analizar de manera independiente, para que una evaluación positiva de un atributo no se contagie al resto.
- Revisá siempre tus primeras impresiones: el “Efecto Halo” normalmente surge cuando vemos por primera vez a alguien. Entonces, tratá de reevaluar a esa persona en ese atributo con el paso del tiempo, a ver si realmente sigues considerando esto.
- Establecé protocolos de evaluación claros: es importante que tengas una checklist para saber efectivamente qué estás buscando en esa persona, en esa situación, en esa institución, para que no seas víctima del “Efecto Halo”.
*Emmanuel Ferrario es docente universitario de economía del comportamiento, autor del libro “Coordenadas para antisistemas” y legislador de la Ciudad de Buenos Aires.