La negociación en torno a la Corte Suprema se trabó en la discusión sobre el huevo y la gallina. ¿Qué viene primero? El Gobierno quisiera que se aprueben los pliegos del juez federal Ariel Lijo y del catedrático Manuel García-Mansilla para, recién allí, habilitar una discusión más grande sobre la ampliación del máximo tribunal y otros cargos sensibles en la Justicia. Y el kirchnerismo -que controla una porción importante de los dos bloques Frente Nacional y Popular y Unidad Ciudadana- desliza que solo aportará los votos si primero se modifica el menú de candidatos o si se “agranda el combo” de vacantes a llenar. Es decir, si se amplía la Corte.
Desde el Instituto Patria deslizaron que podrían votar a Lijo si los libertarios desisten de llevar a la Corte a García-Masilla, de perfil conservador, para reemplazarlo por otro del gusto del peronismo. De lo contrario, Cristina Kirchner hizo una contraoferta: apoyar a los dos candidatos del Gobierno y sumar en la Corte Suprema a dos mujeres fieles a su sector.
Una sería la exsenadora María de los Ángeles Sacnun, una de las voces más duras contra el Poder Judicial durante su paso por el Congreso: lo acusaba de ser “el más desprestigiado” de los tres poderes. Sacnun fue también una de las voces que usaba Cristina para pedirle públicamente cambios de gabinete a Alberto Fernández.
No termina ahí. La expresidenta quisiera también arrojar sobre la mesa de negociación las vacantes en los juzgados federales y el cargo del Procurador General de la Nación, el jefe de los fiscales, que desde la partida de la kirchnerista Alejandra Gils Carbó quedó en manos del procurador interino Eduardo Casal.
El Gobierno no rechaza una negociación más amplia a futuro. Pero insiste en aprobar primero los pliegos de Lijo y García Mansilla. “Si se abre esto ahora no se termina más”, se atajaban en el Gobierno ¿El huevo o la gallina?
En esa pulseada tácita estaban las dos terminales, sin resolver el dilema, cuando, en las últimas horas, otros actores intercedieron con sus propias motivaciones. El radicalismo y una parte del peronismo no K -que tiene posibilidad de bloqueo en el Senado- se mostraron decididos a entrar en la ronda de negociaciones. También el massismo asomó en la trama. Ahora es una discusión a varias bandas que deja en un pantano a los pliegos de Lijo y Mansilla.
Negociadores
El principal operador e interlocutor de la Casa Rosada para la cuestión de la Corte es el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, un hombre del riñón del estratega Santiago Caputo. Él pasó muchas horas de esta semana en el Senado, en el despacho del jefe del bloque libertario Ezequiel Atauche (trabajar el tema con la vicepresidenta Victoria Villarruel dejó de ser una opción para la Casa Rosada) y trató de sumar voluntades en la comisión de Acuerdos para que los pliegos de Lijo y García Mansilla obtuvieran dictamen. No lo consiguió.
“Hubo bloques que creyeron, erróneamente, que el Gobierno había cerrado un acuerdo con el kirchnerismo. Pero eso nunca estuvo. Ahora todos quieren pulsear para tener un lugar en una Corte ampliada”, se quejó un funcionario libertario al finalizar la semana. Si el Poder Ejecutivo creía tener garantizados los votos para Lijo y se disponía a cosechar los avales para García-Mansilla, ahora retrocedió varios casilleros porque hubo senadores radicales y peronistas que comenzaron a retacear sus apoyos.
Según pudo reconstruir LA NACION, hacia el final de la semana el Gobierno se resignó a la idea de discutir la ampliación de la Corte. “Si todos los sectores políticos quieren ampliar la cantidad de miembros y se va armando un consenso sobre eso, la Casa Rosada no puede frenarlo. Eso sí, para ampliar a la Corte hace falta una ley”, dijo un funcionario que viene siguiendo el tema. De hecho, en la Casa Rosada ya se mencionó la posibilidad de llevar al máximo tribunal a nueve miembros -el modelo estadounidense- para que todos queden conformes. Si este mega plan avanzara, se apuntaría a una Corte “multipartidaria”.
Mientras se abre la discusión más grande, los libertarios intentarán, otra vez la semana próxima, conseguir dictamen para Lijo y García-Mansilla. “¿Realmente Cristina va a decidir sobre los 33 senadores de Unión por la Patria? No todos quieren seguir las instrucciones de ella en esto”, se consolaban en la Casa Rosada.
Entre el Gobierno y el Instituto Patria hubo canales de diálogo pero nunca se llegó a sellar un pacto. Además de tocar las puertas de los despachos en el Senado, Amerio conoce a su antecesor en el cargo, el actual ministro de Justicia bonaerense Juan Martín Mena, hombre de extrema confianza de Cristina para los asuntos tribunalicios. “Amerio hizo sondeos, no cerró acuerdos”, aseguró un colaborador al tanto de esos diálogos.
Sin que hubiera definiciones claras, otros que se quedaron afuera del mercado y buscaron entrar. El titular de la UCR y miembro de la comisión de acuerdos del Senado, Martín Lousteau, le abrió el juego a su partido y terminó exigiendo que hubiera vacantes para mujeres en la Corte.
En el kirchnerismo, en tanto, terminaron apuntando a Sergio Massa cuando desmintieron que el senador Eduardo “Wado” de Pedro quisiera postularse para la Corte Suprema. Interpretaron que Massa buscó colarse en la mesa de negociación por el futuro de la Corte y que, por eso, se encargó de alimentar un rumor contra De Pedro, el principal delegado de Cristina Kirchner.
“Tanta creatividad me sorprende. No hay funcionarios kirchneristas en el gobierno de Javier Milei. Si alguno continúa en el cargo, tal vez deberían consultar al Frente Renovador”, lanzó De Pedro en la red social X. Teléfono para Massa, que conservaría más cargos en el Gobierno de Milei que cualquier otra fuerza política.