Uno de los problemas históricos que padece el agro es la escasa vinculación general del poder político de las provincias con la realidad productiva. Con excepción de algunos sectores, como la industria azucarera, la vitivinicultura o la pesca, en general, la acción de los legisladores nacionales que representan a las provincias y los mandatarios de esos territorios rara vez está en sintonía con las políticas que necesita el agro.
Esta disociación es particularmente crítica para la región pampeana. Las políticas distorsivas para la producción de soja, maíz, trigo, girasol y ganadería vacuna apenas han despertado reacciones de rechazo en las provincias donde se originan esos productos.
Sin embargo, en los últimos años ese escenario comenzó a cambiar, particularmente en la llamada Región Centro, que comprende a Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. A los gobernadores de estas provincias se les hace cada vez más difícil mantenerse en silencio cuando se pretende incrementar los derechos de exportación a los granos y a la carne, por ejemplo. Esto fue más visible a principios de año cuando el Gobierno, como parte del paquete fiscal, envió al Congreso un proyecto para subir tres puntos porcentuales los derechos de exportación al trigo y al maíz, y dos puntos porcentuales a los derivados de soja y llevar de 9 al 15% las retenciones a la carne vacuna. La oposición de esas provincias, y de sus legisladores fue crucial para que el gobierno de Javier Milei desistiera de ese despropósito.
Párrafo aparte es la provincia de Buenos Aires. Su actual gobernador, Axel Kicillof, afirma en público que está en favor de la producción, pero nunca se le escuchó una palabra en rechazo de los DEX. No es casual que durante su gestión como ministro de Economía de Cristina Kirchner los haya defendido fervorosamente.
En los últimos días, volvió a cobrar fuerza el protagonismo de la Región Centro. Primero fue el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, que durante el acto por el 140 aniversario de la Bolsa de Comercio de Rosario, dijo que el gobierno nacional debía preocuparse por la infraestructura. “Queremos pedirles a los funcionarios del Gobierno nacional que miren las trazas nacionales, la ruta 33, la ruta 11, la ruta 34, la 178, en el estado que se encuentran. Necesitamos que puedan ser repavimentadas de manera urgente. Pero también les decimos que si no pueden hacerlo, el gobierno de Santa Fe se va a hacer cargo”, dijo el mandatario santafecino.
Milei también estuvo en ese acto, pero no llegó a escuchar ni a Pullaro, ni al presidente de la BCR, Miguel Simeoni, ni al intendente de Rosario, Pablo Javkin. En su largo discurso, el Presidente no le dedicó ni una línea al campo. Fue como si le estuviera hablando a una audiencia de militantes políticos o de estudiantes de la Licenciatura en Economía.
El segundo capítulo del protagonismo de la Región Centro lo encabezó el gobernador de Córdoba, Martín Llaryora, que abrió el 3er. Congreso Internacional de Maíz, que se celebró en la capital de esa provincia. El mandatario cordobés habló de las “malditas retenciones”, al advertir que la Nación recaudaba por año unos US$3000 millones de la provincia. “Miren lo que sería si no estuvieran las malditas retenciones”, se lamentó. Lo escuchaban Pullaro y el gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio: la Región Centro a pleno.
Llaryora apuntó también a la necesidad de promover una nueva ley de biocombustibles y respaldó el proyecto elaborado por las provincias que integran la Liga Bioenergética, que comenzó a evaluarse en el Congreso. Se entiende, Córdoba es la principal provincia productora de maíz y es donde se están llevando adelante la mayoría de los proyectos que apuntan a la economía circular, con producción de granos, carnes, fertilizantes y bioenergía. Aunque ahora parece que es una mala palabra, se trata de la bioeconomía que el campo pone en acción.
El planteo de Llaryora es simple: los biocombustibles representan una oportunidad para agregar un nuevo destino al maíz y a la soja; aumentan las alternativas de mercado que tiene disponible la producción y suman un piso a la industrialización de los granos. En definitiva, nada diferente de lo que hoy están haciendo otros países como Estados Unidos o Brasil, entre otros.
En un mundo en el que guste o no está modificando su matriz energética, ampliando opciones hacia el origen renovable de los recursos, el agro tiene un lugar crucial para ocupar.