En el primer relato de su último libro, Un puñado de flechas (Anagrama), la escritora María Gainza recrea un encuentro que tuvo con Francis Ford Coppola durante los caóticos meses de 2007 en los que el legendario director residió en Buenos Aires para rodar su film Tetro. Gainza cuenta que acompañó a su pareja de entonces, vinculado a Coppola laboralmente, para, de algún modo, oficiar de traductora, ya que ambos –su marido y el director– no lograban entenderse. Durante el largo encuentro nocturno, Gainza relata que se sintió invisibilizada, desplazada del electrizante diálogo que establecieron ambos hombres. Estaban en un bar con música en vivo, y en un momento, luego de que la banda que tocaba finalizara su show, el marido de Gainza se levantó para ir a fumar afuera. La escritora cuenta que se produjo un silencio espeso: no sabía qué decir, y tampoco tenía ganas. Entonces, a cuento de nada, Coppola, mirando el escenario vacío, y acaso confundiéndolo con un horizonte imaginario que podría ser, pongamos, los canales de la selva filipina donde se filmó Apocalipsis Now, le dijo:
–Vos sabés, el artista viene al mundo con un carcaj que contiene un número limitado de flechas doradas. Puede lanzar todas sus flechas de joven, o lanzarlas de adulto, o incluso ya de viejo.
Gainza lo miraba y Coppola, luego de darle una larga pitada a un cigarrillo de marihuana, concluyó:
–También puede ir lanzándolas de a poco, espaciadas a lo largo de los años. Eso sería lo ideal, pero ya sabemos que lo ideal es enemigo de lo bueno.
–¿Qué pensás de esa reflexión?
Entonces Diego Peretti (Buenos Aires, 1963), que escuchó atentamente la anécdota y que acaba de codirigir su primer largometraje (La muerte de un comediante, junto a Javier Beltramino), levanta los ojos, mira un microsegundo el techo del bar en el que estamos, y responde rápido.
–Preguntale a Charly.
Peretti se refiere, claro, a la trepidante velocidad con la que García transitó el pináculo de su aventura musical: poco más de una década de discos inolvidables, únicos. Luego llegó un lógico amesetamiento que, tratándose de él, siguió siendo elevado.
– Bueno, el rock es pródigo en eso de lanzar todas las flechas. Coppola, un poco también. Pero qué pensás de esa gente que viene con un talento que lo prende fuego. Esa gente suele…
– Quemar las naves.
– Claro, tira las flechas al principio. Después hay otro tipo de artistas, que por ahí es más tu caso, que es mucho más consciente de cómo es todo, de que esto es una sinfonía larga.
–Sí, a mí me gusta pensarlo así. Igualmente eso tiene que ver con las oportunidades, con los momentos. Yo creo que hay muchos artistas… En el caso de Coppola es un artista genial, Charly lo mismo…
–Están en otra categoría.
–Sí, son artistas a los que les hierven la mente, la cabeza, las ideas. Deben tener unos borbotones de imágenes, de ideas que no alcanzan a escribirlas todas. Incluso por eso se apela muchas veces a las drogas, que te ayudan a contener semejante aluvión creativo. En el caso de los actores, en mi caso, no estoy tan a expensas de lo que me surge volcánicamente a mí para traducir en un papel, en una pintura, en una melodía o en la dirección de una película, porque el trabajo de actor es más de recibir que de proponer. Vas administrando esa flecha porque el actor no puede estar en cuatro películas al mismo tiempo, físicamente tiene que estar en una, después en otra. En ese sentido, yo creo que exprimí lo máximo que mi cuero está dando en hacer las películas, los programas o las obras de teatro que tengo ganas de hacer. No me considero un artista de alta gama, no, no, no. Escribo mucho, estoy escribiendo una novela, escribo poesía. Alguna vez, si tengo oportunidad, lo voy a dar a conocer. Pero no soy un artista como estos que nombrás y que yo entiendo.Coppola, después de Apocalipsis Now, necesita 20 años de descanso, o de El padrino, o sea, son artistas superiores. Por ejemplo, Scorsese tiene un andamiaje mucho más afinado y más ordenado de su talento.
–No es tan desmesurado, porque lo de Coppola o lo de Charly es la desmesura.
–Es la desmesura. ¿Cómo manejás eso? Eso no se maneja.
–Eso tiene que ver también con tu propio aliento. Alguna vez escuché que John Cassavetes era otro director que admirabas, que es casi la antítesis de Coppola.
–Claro, todo atado con alambre. La realidad del cine metida en los actores, en los ensayos.
–Hay pasión, pero la pasión tampoco te prende fuego.
–La pasión en vez de excéntrica, es concéntrica, un cine más psicologista. Brian De Palma o Coppola son directores mucho más operísticos, que necesitan de una carcasa productiva mucho más voluminosa. Son muy épicos. Son como un grito. Cassavetes es más de susurro, más chiquito.
–La condición humana pero dentro de un cuarto.
–Ojo, el operístico también es dentro de un cuarto, que nace el embrión y nace el huevo y nace eso. Coppola me parece que fuma mucha marihuana. Ja. Charly García, lo mismo.
Todo es uno con uno mismo. Después la comunicación, lo que querés comunicar, el producto que querés comunicar, a veces es elefantiásico y otras veces tiene la sabiduría y la simpleza de un blues. Viste que el blues decís: “ah, son todos iguales”. No. Quizás son muy parecidos, pero la manera de tocarlos, la sangre que se pone, ahí está la diferencia.
–¿Cómo son las composiciones de tu personaje? Es decir, la previa. ¿Vos lo conocés, leés el guion y después ya le vas poniendo los elementos que fuiste absorbiendo?
–Hay algo que no cambió desde que empecé, que es saber la letra. Una vez que yo estoy de acuerdo con la letra, esto lo hablo con el director, estoy de acuerdo con el personaje y con la letra que dice el personaje, aprendo la letra y para eso es un trabajo. Después todo lo que viene arriba del disfraz del personaje o como disfraz del personaje: la forma de hablar, cómo se viste, cómo camina, qué tipo de valores éticos tiene, por qué reacciona como reacciona. Pero todo eso yo lo tengo que hacer con el texto ya sabido. Y la improvisación sale de esos dos o tres segundos que, con todas las herramientas dramáticas del personaje que estás armando en la cabeza, cuando dicen acción, vos tenés posibilidades de ver algo nuevo. Sucede pocas veces y sucede, en mi caso, cuando ya preparé la pintura del personaje. Ahí es donde surge y en general pego en el blanco, no improviso con un marco caótico, juego pero no con un guion armado.
En Doble discurso (de Hernán Guerschuny, 2023), su último protagónico, Peretti interpreta a El Griego, un veterano y excéntrico consultor-asesor político que, exhausto por el bajo octanaje moral del ambiente, está retirado, alejado de la actividad. Al Griego lo precede un aura de magnetismo y de gloria: nunca perdió una elección. Es un genio lacónico que camina con gesto abatido y cuya mirada parece huir de las cosas de este mundo, por tediosas. Un personaje ligeramente inspirado en Jaime Durán Barba, pero que también podría ser cualquiera de esos publicistas o consultores que le entregaron el cerebro y el corazón al sistema y este, después de sacarles provecho, se los devolvió en una caja de fósforos quemados.
–El Griego camina con la boca abierta, que parece un detalle menor, pero que es un gesto que le pertenece a esa clase de gente encumbrada que frecuentó ambientes estresantes –hoy se diría tóxicos–, que parece haberlo visto todo y está de vuelta, como si habitara un mundo irrespirable.
–Claro, es alguien que habiendo habitado mucho esos mundos estuvo con la boca cerrada mucho tiempo. El Griego tiene el verbo como su arma principal, es como un arma su boca, una boca que está dispuesta enseguida a pegar los tiros que sea necesario pegar.
–¿Ahí surgen esos dos o tres segundos de improvisación? ¿Así, por ejemplo, pasó con El Griego?
–En El Griego no me acuerdo en qué momento fue. El tema es que el cine es muy entrecortado, entonces debés tener el personaje ya armado cuando llegás. Armado imaginariamente y habiendo hablado con el director. Entonces cuando vas al set de filmación, que ves todo el set, la decoración, todo vuelve a resignificarse. Pero para eso necesitás tener un esquema, un bosquejo de personaje. Hay otros actores que flotan en la incertidumbre más grande, estamos hablando de actores serios, de nivel, que estudiaron pero que son mucho menos estructurados, creo yo, en la percepción, que hablan mucho menos con el director, y que van armando un rompecabezas en el momento. A mí me gusta, yo como director también lo viví, que vengan los actores, el director de arte, el asistente de dirección, el productor, que tengamos todo el día bien planificado. Cuanto más planificado esté el set, más posibilidades hay de que algún pájaro lindo vuele.
–El mundo del espectáculo está plagado de protagonistas que tienen conflicto con la fama, con la notoriedad, con esa demanda permanente a la que se ven expuestos. Es una industria que produce ansiedades, necesidades. ¿Vos cómo te fuiste llevando con eso?
–Me agarró de grande. Yo tengo dos percepciones: una, mi experiencia, y después lo que creo que es la experiencia del tema fama como fenómeno comunicacional. En general, la fama mía fue paralela a los trabajos específicamente actorales que fui haciendo. Hay excepciones en mi vida, pero no tengo una fama que se deba a otro rubro que no sea el de la actuación. No tengo affaires con actrices que terminaron tirando ceniceros, no tengo una exposición adherente política que me lleve a estar al lado de algún político en determinado acto o en determinadas cosas. Gracias a Dios no tengo, salvo excepciones, problemas en mi vida personal con algún quilombo en el que me haya metido. Entonces, la fama que yo tengo es muy proporcional a los trabajos que hice. En ese sentido me llevo bien con la fama. Y me gustaría ser más famoso todavía, siguiendo este paralelismo. Me gustaría hacer un personaje que quede en la memoria icónica de la gente. Más todavía. En eso soy ambicioso. No elijo los proyectos de acuerdo a eso porque sé que no funciona. Uno tiene que seguir y si lo encuentra, lo encuentra, y si no lo encuentra, me dormiré. Pero me encantaría que una película tenga miles de festivales, reciba nominaciones, que se estrene en 20 países, me encantaría. Pero siempre yo lo que puedo hacer es trabajar lo mejor que puedo en el violín que me toca tocar. No tocar otros violines, no irme a otras orquestas. ¿Por qué te digo esto? Porque comunicacionalmente la fama provoca en la gente un armado de un personaje. O sea, yo te doy mi personaje y mis trabajos actorales, la gente a través de reportajes se arma una persona o un personaje, una idea que obviamente si es una idea linda de uno, uno tiene que mantenerla después retroalimentándola y se arma un show que no es el show específico de tu trabajo. Ese show hay que cuidarlo, quiero decir, en el sentido de alimentarlo, que flote, por eso yo no estoy en redes sociales. No me puedo hacer cargo de la imaginación creativa de la multitud con respecto a algo que comunicacionalmente le llega de mi trabajo actoral.
Yo más que talento actoral, tengo el talento de querer hacer, gastar todo lo que tengo para hacer las cosas bien. Eso es un talento que tiene que ver con la voluntad
–La fantasía, ¿no?
–La fantasía. No me puedo hacer cargo. La escucho. No quiero defraudar a la gente de buena intención que me quiere. No tengo por qué defraudarla, en general no soy un mal tipo, cuando me cagan me pongo ponzoñoso, pero no soy una mala persona. Entonces esa fama a mí me encanta. Ahora, la fama que tiene que ver con alimentar ese show, gracias a Dios yo no la toco. No voy a un lugar porque la gente piensa que yo ahí tengo que ir. No utilizo el apoyo que tengo de la gente, que conseguí en un set de filmación o en un teatro, para otro rubro.
–No lo usufructuás para otro tipo de beneficio.
–No lo usufructúo. Incluso a mí me han estafado hace dos años inmobiliariamente. Traté de ser lo más económico posible para que se diera a conocer esto, pero no intoxicando lo que es mi trabajo de lo que me pasa en la vida cotidiana. A mí la fama ya me agarra masticada, primero porque me agarró grande y segundo porque no es igual, hay como una memoria social. No es lo mismo Maradona que Messi. “Mirá que si te agarra la fama, empezás con la droga…” Entonces te van pasando la posta y el que recibe y el que se monta, tiene ejemplos para mirarse antes. Pero bueno, yo tampoco tengo redes sociales y es un tema que persistentemente lo tengo en mis pensamientos, cómo utilizar eso. Lo usan mucho los actores que hacen canjes. No me da el cuero ni la vocación para entrar en eso.
–Te lo han ofrecido, supongo.
–Sí, sí, el tema de estar en las redes… Hay un club de fans mío que tiene una cantidad de seguidores importante, me tratan muy bien, aclaran que no soy yo. A veces lo pispeo, me llena de felicidad, conozco a la chica que lo administra, una gran buena intención y sin meterse en cosas que yo no habilito. No estoy en contra para nada de las redes ni de la tecnología. Me parece que tiene que ver con la conexión, y como todo chiche nuevo el mono humano lo utiliza como el ojete, abusa, pero esto es una coma en la historia de la humanidad. Si no hay un meteoro que nos mata, esto tiene largo trayecto, y para bien. De eso estoy seguro.
–Dijiste “una coma en la historia de la humanidad”, se me vino a la mente la pandemia, el Covid como fenómeno, como experiencia universal en el sentido de que el virus puso en evidencia lo frágil que pueden ser las cosas, lo efímero que es todo y cómo la realidad quedó en un estado de pregunta.
–Muchas veces me han preguntado: “¿cómo creés que la humanidad salió, fortalecida o no, más madura o no, crecida o no, de la pandemia?”. No sé cuáles son las secuelas todavía, las psicológicas, de lo que ocurrió. Sí creo que hay muchas personas que han tenido infartos y que fallecieron posteriormente a la pandemia, que tiene que ver, no con la vacuna, tiene que ver con el estrés emocional que han vivido.
–En relación a las secuelas, el otro día leía estadísticas sobre el aumento de trastornos de ansiedad y depresión en adolescentes pospandemia. Y también, ya en un aspecto más simbólico que tuvo consecuencias en lo social, lo que pasó con el encierro y, justamente, con la apropiación de la palabra libertad. ¿No crees que pasó algo ahí?
–El fenómeno de Milei creo que no fue algo impuesto. Es decir, creo que el voto popular se expresó y que ese voto tiene sus explicaciones. Yo trato siempre de respetar el voto y tratar de encontrar las razones de ese voto. No me gusta el resultado pero creo que la masa, la inteligencia de la masa, es la inteligencia superior. Muchas personas piensan mejor que una. En esto contradigo a mucha gente que dice que la masa a veces es desbocada. Se puede equivocar, pero ¿qué significa equivocarse? Esto [Peretti señala el pocillo de café que tiene delante] es una taza de café. Punto.
–Es corta la cosa.
–Corta la bocha, como decía mi colega. Es la votación de la mayoría de la gente. Ni que hablar, por favor, tenemos el ejemplo de Venezuela… En este país, desde que se inició la democracia, se respeta el voto popular. Tenemos un montón de inconvenientes, tremendos. Somos un país absolutamente estancado desde hace mucho tiempo. No hay manera, sigue sin haberla. Creo que la inflación es un ejemplo de esto. Pero también creo que es a fuerza de democracia y más democracia y más democracia, nos vamos a cansar de discutir entre nosotros. Yo no lo voy a vivir. Lo mismo con la visita de los diputados a los genocidas. El tema es el de siempre: los gobiernos son muy: “vos estás de ese lado, yo estoy de este”. Son enemigos.
–Hay una lógica binaria, una lógica que las redes alimentan.
–Pero antes del Twitter, fue Braden o Perón, o liberación o dependencia.
–El país de la “o”.
–Si querés te digo millones de esas. Ahora Milei con los “zurditos de mierda”… Creo que es una trampa monumental para el hombre de a pie. Para el hombre que no está en la política, es una trampa. Así como la energía es masa por velocidad al cuadrado, el poder más tiempo es impunidad y corrupción. De cualquier signo, en cualquier lugar del mundo. No lo digo yo, no soy ningún sabio. La gente que está en el poder cae, se corrompe, se torna omnipotente.
–¿Cómo ves la atmósfera en este sentido? En los últimos tiempos, parece haberse puesto en duda, o ha sido apuntado, el rol del artista.
–Obviamente estoy absolutamente en contra. Pero también para todo en la vida hay que poner un espejo. Los artistas, los intelectuales, los deportistas, al ser voces muy escuchadas, son voces que son tironeadas a temas que no corresponden al métier. Tienen una potencia monumental, tienen rating, tienen llegada, tienen influencia que a veces empata con el poder, empata en cuanto a la llegada. Entonces, vos podés ir a una mesa redonda, hablar de Vaca Muerta y las variables energéticas que nos convienen a nosotros. Primero que no estás en el negocio, porque si yo estuviera en el negocio además de ser actor, si estuviera en el negocio petrolero… Yo fui militante del Partido Intransigente en la Facultad de Medicina, en los 80. Y había que estar, la militancia universitaria es una militancia muy cercana. No es que tenés el comité, la unidad básica a 10 cuadras. Tenés que estar todos los días en la Facultad de Medicina, con Franja Morada, con la Juventud Peronista, los liberales, el MAS, ¡era un laburo! En el momento en que yo vi que me sacaba tiempo para estudiar, dije: “No, yo no quiero ser esto”, y aparte no nací para ser militante, me di cuenta ahí. Me enseñó mucho, pero no nací para serlo.. Hay muchas veces que, por las ganas de hablar que nosotros tenemos, veo que a veces esas opiniones son muy atinadas pero que otras veces derrapan. Yo desde mi casa veo y digo: “¿de qué estás hablando?”, o “¿por qué decís eso?”. Vos ves los programas de C5N que analizan Venezuela… No se pude creer. Yo creo que este hombre es un dictador hecho y derecho de la manera más provocativa. Imaginate, 8 millones de venezolanos afuera, y el que votó y no puede ver el cambio. Se te atraganta la garganta. Este tipo habla como un pastor evangélico y es muy gracioso porque utiliza a Dios, si él es socialista, el socialismo es primigeniamente ateo. En fin… No sé cómo llegamos a hablar de esto.
–Me decías que por lo mismo, con la visita a los genocidas a la cárcel, con la reacción…
–Claro. Dijo [una de las diputadas]: “No, no sabía quién era Astiz”. No, pero entonces tenemos un problema. Entonces no podés ser diputada, no podés dirigir. Si es eso, tienen que eyectarla legalmente y mandarla a estudiar. Como si te dijera: “El voto popular hay que respetarlo pero te sustituyo porque manejaste alcoholizada, hasta que no hagas un trabajo no podés”. Yo soy grande ya, no quiero taquicardia por razones que tienen que ver con la ceguera. Ahora, el mayor anticuerpo que tenemos es la democracia y la alternancia de poder. Porque esa es otra: llega uno y todo lo bueno que hizo uno… El kirchnerismo tuvo una política humanista que, aun con mucho curro, tuvo cosas muy buenas. Culturalmente no se valorizaron cosas valiosas que se hicieron y ahora todo se engloba en el concepto de “todo es corrupción, son kioscos políticos”. Y no, la verdad que todo no era así. Todo binario. Blanco y negro. Me pongo a hablar de eso y se me llena la garganta, no puedo ni hablar.
Me encantaría que una película tenga miles de festivales, reciba nominaciones, que se estrene en 20 países, me encantaría. Pero siempre yo lo que puedo hacer es trabajar lo mejor que puedo en el violín que me toca tocar
Equívocos y malentendidos
Parte esencial de la industria del entretenimiento, el trabajo y el lugar que ocupa el actor en la sociedad del espectáculo está rodeado de un hálito de glamour y de la idea de cierto confort u holgura, como si, en un punto, la vida material les resultara evanescente o ligera. De esos equívocos y malentendidos hablamos con Peretti sobre el final.
–Una vez. un veterano actor uruguayo, que disfrutaba de coprotagonizar una serie de mucho éxito en Brasil –durante varias temporadas fue de las más vistas allí–, contó que él no se engañaba, que la realidad del actor es la de estar desocupado. No lo decía con amargura, sino aceptando que esa era la realidad, y entendiendo además que eso no se ve y no se cuenta, pero que también viene con el oficio. ¿Qué opinas de eso?
–Sí, es cierto. Aunque para mí la palabra es la espera. Espera a que te llamen y espera dentro del set, porque también tenés que esperar. El actor tiene que saber esperar. Incluso las grandes estrellas, aun las más elevadas, son de esperar un guion para poder volver a filmar. Es decir, es un verbo que se impone, y es la espera, que en algunos casos es igual a desocupación y en otros casos es igual a que llegue la oportunidad para pegar otro batacazo. En mi caso, en general fui encadenando desde el 94 a esta parte los trabajos. En general, pude más o menos organizar una agenda preestablecida. Entiendo este padecer actoral porque es lo común, es la norma. Tiene su color desesperante.
–Hay que manejar la ansiedad.
–Hay que manejar la ansiedad. Estás muy dependiente de los vaivenes económicos y políticos de la Argentina y de Latinoamérica, y del mercado. Inmanejable, por otra parte, entonces todo eso es complicado. En mi caso, hasta ahora fui hilvanando, fui preparando agenda con tiempo. Son muchas películas, muchas obras de teatro, muchos programas de televisión. Yo a veces me lo pongo a contar y es una enormidad la cantidad de cosas que hice. Pero mantengo la llama. Yo empecé a hacer actuación no desde chiquito, desde grande.
–Vos estudiaste psiquiatría.
–Sí, psiquiatría, medicina. Nunca creí que iba a ser actor. Siempre soñé con ser actor, pero me parecía una dimensión, como decir: “quiero ser astronauta”. Se dio la oportunidad, se fue dando, se fue encadenando. Yo mantengo, no subestimo ningún trabajo en ningún medio, me gusta, me entretiene, tengo fuego todavía para dar, la pólvora no está húmeda.
–Treinta años de actor estás cumpliendo…
–Treinta años y me parece una locura. De verdad le doy gracias a la actuación, al país. A la actuación, porque pude y me estoy pudiendo desarrollar artísticamente, tremendamente, es decir, el pote está bien cargado. Tengo pocos trabajos de los que me arrepiento. Pero me arrepiento habiéndolos querido y bueno, salió mal, partido que perdimos, pero jugamos, dejamos todo. Nunca encaré un trabajo con las ganas disminuidas. Eso es algo que es mi principal talento. Viste que el talento es una habilidad que te dan. Yo más que talento actoral, tengo el talento de querer hacer, gastar todo lo que tengo para hacer las cosas bien. Eso es un talento que tiene que ver con la voluntad y aparece, lo tenés o no lo tenés.