El 23 de enero de 1999, Carolina de Mónaco se casó con Ernesto de Hannover con una gran sonrisa y muchas ilusiones, feliz, realizada. La princesa de Mónaco tenía 42 años y se la veía muy enamorada de este hombre de la realeza europea, cuyo linaje se remontaba a la Edad Media.
Pero el tiempo pasó y lo que parecía un cuento de hadas moderno terminó salpicado de realidad: Ernesto tenía serios problemas con el alcohol y, a lo largo de los años, causó más de un dolor de cabeza en la casa de los Grimaldi. Tal es así, que la prensa europea llegó a apodarlo “el príncipe escándalo”.
La hermana de Estefanía las aguantó todas, desde ser plantada por su marido en la boda de Felipe de España y Letizia, en 2004, y un sinfín de disgustos más. Hasta que, hace más de diez años, Carolina y Ernesto se distanciaron. Aunque, en los papeles, todo indica que serán por siempre marido y mujer, porque ella se niega a firmar el divorcio.
Si bien Carolina está separada desde hace más de una década, la princesa no quiere saber nada con terminar de manera legal con el matrimonio que le asegura el título de “Alteza Real”, superior al que tiene por cuna propia, y misma jeraquía en la aristocracia para sus hijos Alexandra y Ernesto Jr.
REVELARON EL SECRETO DE ALBERTO DE MÓNACO Y LA PRINCESA CHARLENE
Desde que Charlene y el Príncipe Alberto de Mónaco se casaron, en 2011, las dudas sobre la naturaleza de esa relación se multiplicaron al infinito. Charlene, una hermosa nadadora sudafricana, se ganó el apodo de “la Princesa triste” porque se casó llorando a mares con Alberto. Incluso, aseguran, la mujer intentó huir de su marido al menos tres veces.
Y ahora, una persona del círculo íntimo de la pareja contó la verdad de la concepción de sus hijosJ aques y Gabriella y volvió a poner en tela de juicio la relación y el acuerdo del matrimonio real que, dicen los rumores, jamás durmió en una misma cama, ni siquiera en su luna de miel.
Quien prendió el ventilador en la casa real fue Christa Mayrhofer-Dukor, tía de Alberto. Según ella, los mellizos fueron concebidos mediante fertilización in vitro luego de un aborto espontáneo de la Princesa, obligada a procrear por contrato nupcial para garantizar la continuidad del linaje.