La semana pasada el Gobierno le pagó poco menos de USD 800 millones al Fondo Monetario Internacional y agotó el último desembolso recibido por el Ministerio de Economía.
Lo curioso es que así como el FMI descontó USD 800 millónes de las reservas, en simultáneo China aportó USD 1000 millones con el alivio sobre el comercio exterior a partir del uso de yuanes para el pago de importaciones.
Si bien es un dato debatible porque los compromisos con el FMI se saldan con los propios dólares que envía el organismo, igual suscita interpretaciones mas complejas. “En esa cuenta radica el problema del alineamiento con Estados Unidos que a diferencia de China no tiene una billetera con cash en el acto. El financiamiento occidental tiene que sortear un recorrido técnico burocrático de semanas, meses, mientras que China ya tiene previamente definido los intereses y preparados los mecanismos que facilitan el envío de fondos”, explicó un analista internacional.
Más directa fue la respuesta de Massa a la número dos del Departamento de Estado, Wendy Sherman, cuando se reunieron en Santo Domingo y la funcionaria de Biden prometió ayudar al país con créditos de organismos multilaterales como el BID o el Banco Mundial. “Tienen más vueltas que el caracol”, le dijo el ministro.
En abril se autorizaron operaciones en yuanes por un equivalente a USD 1087 millones, volumen que explica la mitad de lo que habitualmente se paga al país asiático durante el mes.
La activación del mecanismo con los yuanes no solo ahorra dólares, sino que además se acordó adelantar el ritmo de las importaciones. Hasta ahora se hacían con autorizaciones del sistema SIRA a 180 días, y al usar yuanes ese plazo bajó a 90 días
Mientras tanto, Macdur y Rubisntein retomaron las negociaciones con el FMI. Sobre la mesa de discusión orbita la reformulación de las metas del programa vigente y el envío de fondos frescos como el anticipo de los giros previstos para lo que resta del año, que suman USD 10.600 millones.